Política, Religión y Espectáculo
Vocación De Libertad
En unas iglesias cristianas más que en otras, pero en una buena parte, los otrora cultos sagrados a Dios y/o al Señor Jesucristo y al Espíritu Santo se ha convertido mínimo en actos motivacionales de domingo. En otros, actos propagandísticos para el o los lideres de organizaciones religiosas seducidos por la fama, el dinero y el poder que esta genera o bien en espectáculos musicales y de luces en el que sus escenarios son montajes de altos costos y un largo etc.
En forma similar, las otrora intervenciones de los lideres políticos en los parques y plazas comunitarias en ambientes sobrios y hasta neutros, se fueron convirtiendo en montajes casi de artistas solistas o grupos musicales con toda la sofisticación de montajes de teatro y centros acústicos montadas por ingenieros especializados. Una vez más espectáculos. Y qué decir de los discursos cuadrados a lo que las evaluaciones científicas, semióticas y motivacionales dictan para persuadir a las masas.
Y para no quedarnos cortos, celebraciones de graduaciones de colegios – desde prekínder hasta bachilleres – bodas, bautizos y cumpleaños han ido adquiriendo precisamente el tono y manera de espectáculos con los cuales, en una sociedad seducida por la competencia, narcisista e individualista como la nuestra, nosotros como activos participantes, queremos ser los mejores. Celebrar el logro del conocimiento, las artes o la ciencia es lo de menos, lo que importa es el espectáculo que se monta.
En el caso de las iglesias, en todo caso, lo sagrado se abandona para ceder especio al espectáculo. Entendido lo sagrado en una idea muy simple y básica así: “Sagrado significa digno de veneración y respeto. Al designar algo como sagrado, el Señor indica que es de mayor valor y prioridad que otras cosas. Las cosas sagradas se deben tratar con más cuidado, con más respeto, y se deben considerar con profunda reverencia.”
En su ensayo la Civilización del Espectáculo, Mario Vargas llosa nos refiere algunas ideas que, en el contexto de nuestra vida actual, vale la pena tener en cuenta como base de una explicación y búsqueda de un mayor entendimiento del porque somos como somos.
Refiere el libro: la cultura occidental está lastrada por el antisemitismo desde tiempos inmemoriales y la razón es religiosa. Se trata de una respuesta vengativa de la humanidad no judía hacia el pueblo que inventó el monoteísmo, es decir, la concepción de un dios único, invisible, inconcebible, todopoderoso e inalcanzable a la comprensión e incluso a la imaginación humana.
El dios mosaico vino a reemplazar aquel politeísmo de dioses y diosas accesibles a la multiplicidad humana, con los que la diversidad existente de hombres y mujeres podía acomodarse y congeniar.
El cristianismo, según Steiner, fue siempre, con sus santos, el misterio de la Trinidad y el culto mariano, «una mezcla híbrida de ideales monoteístas y de prácticas politeístas», y de este modo consiguió rescatar algo de esa proliferación de divinidades abolida por el monoteísmo fundado por Moisés. El dios único e impensable de los judíos está fuera de la razón humana —es sólo accesible a la fe— y fue el que cayó víctima de los philosophes de la Ilustración, convencidos de que con una cultura laica y secularizada desaparecerían la violencia y las matanzas que trajeron consigo el fanatismo religioso, las prácticas inquisitoriales y las guerras de religión.
Pero la muerte de Dios no significó el advenimiento del paraíso a la tierra, sino más bien del infierno, ya descrito en la pesadilla dantesca de la Commedia o en los palacios y cámaras del placer y la tortura del marqués de Sade. El mundo, liberado de Dios, poco a poco fue siendo dominado por el diablo, el espíritu del mal, la crueldad, la destrucción, lo que alcanzará su paradigma con las carnicerías de las conflagraciones mundiales, los hornos crematorios nazis y el Gulag soviético. Con este cataclismo acabó la cultura y comenzó la era de la poscultura.
Steiner destaca la capacidad autocrítica enraizada en la tradición occidental. «¿Qué otras razas se han mostrado penitentes con aquellos a quienes esclavizaron? ¿Qué otras civilizaciones han acusado moralmente el brillo de su propio pasado? El reflejo a escrutarse a sí mismo en nombre de valores éticos absolutos es un acto característicamente occidental, posvoltairiano».
Uno de los rasgos de la poscultura es no creer en el progreso, el eclipse de la idea según la cual la historia sigue una curva ascendente, el predominio del Kulturpessimismus o nuevo realismo estoico. Curiosamente, esta actitud coexiste con la evidencia de que en el campo de la técnica y la ciencia nuestra época cada día produce milagros. Pero el progreso moderno, ahora lo sabemos, tiene a menudo un precio destructivo que pagar, por ejemplo en daños irreparables a la naturaleza y a la ecología, y no siempre contribuye a rebajar la pobreza sino a ampliar el abismo de desigualdades entre países, clases y personas.”
Estas reflexiones de ciclos en nuestra humanidad que nos han llevado hasta el hoy, hacia las cuales nos introduce Vargas Llosa para reflexionar sobre la Civilización del Espectáculo que desarrollo en su ensayo, pueden abrir nuestras mentes para encarar presente y futuro de nuestra política y voy a decir, su prima hermana en Guatemala, la Religión, desde una óptica profundamente responsable y critica para construir la civilización del futuro con fundamentos sólidos, como ya lo hizo en el pasado.

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