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Las Dictaduras Democráticas

Barataria

El ejercicio del poder tiene aristas muy interesantes, casi siempre causa una transformación en los individuos, un antes y un después.  Previamente los que llegan a ejercer el poder no tienen ni idea de lo que esto representa, hacen planes, tienen muchos amigos, se muestran sencillos y humildes, con deseos de lograr aquellos objetivos como nación, como país.  Posteriormente, al tomar posesión, inician tibiamente a tomar decisiones con miedo a “meter la pata”, y continúan titubeantes dando declaraciones a todos los medios.  Esta imagen es la más común que ocurre, luego, en el pleno ejercicio del poder hay una transformación inusitada, el gobernante se embriaga de poder, sus decisiones son cada vez más tajantes y le empieza a “gustar” estar en la cima.  Al término de su periodo, llega a entregar el poder con cara de pocos amigos, con mueca de “me quitaron mi juguete y ahora que voy a hacer”. Incluso hay gobernantes que se niegan a entregar personalmente el poder y delegan en alguien más.

El poder es como una droga, que si se ejerce mal, termina consumiendo al gobernante que ansía controlar todo absolutamente y aquella Constitución que juró defender viene a ser el papel de baño para su uso personal.  Bien se ha dicho que “el poder absoluto, corrompe absolutamente” y al parecer a los gobernantes les gusta tener un poder absoluto que les acompañe en el ejercicio del poder.

Aunque esto es un mal mundial y muchos países lo padecen, el caso Latinoamericano tiene una particularidad que se ha cernido en la intransigencia en la sustitución de los gobernantes y la alternabilidad del poder.  En el siglo pasado, surgieron las dictaduras militares a lo ancho y largo del continente, los golpes de Estado eran pan diario. La excusa de la lucha contra el comunismo llevó a muchos dictadores latinoamericanos a convertir sus países en carnicerías, persecución exilio y mucho más; pero el objetivo perfecto era mantenerse en el poder y mantener a los poderes facticos a la par.  Luego vinieron los vientos democratizadores, ya no era factible ver con buenos ojos los golpes de Estado porque la comunidad internacional, que antes se apresuraban a reconocer el gobierno golpista, ahora pedían que se respetase la institucionalidad. Así, en la década de los ochentas se inició un proceso que llamarías democratizador, y todos los países iniciaron la vuelta a la institucionalidad con la promulgación de nuevas constituciones. Así pasó en todos los países latinoamericanos a excepción del caso mexicano que tiene otras aristas.  Elecciones libres y la constitución de repúblicas democráticas cuyas constituciones consagraban la alternabilidad del poder como principio fundamental, el respeto al sufragio y las independencias del órgano electoral y de todo el proceso electoral que debía radicar en el pueblo.

Pero como “hecha la ley, hecha la trampa”, poco tardaron los modelos democráticos en funcionar correctamente.  Empezó en Suramérica, en dónde muchos de los candidatos llegaron con un sorprendente apoyo popular procedieron a convocar al Poder Constituyente para elaborar constituciones a su medida, en dónde con la consabida reelección indefinida, el cambio de instituciones y el sistema electoral, así iniciaron las dictaduras democráticas en Suramérica, Ecuador, Bolivia y Venezuela son un claro ejemplo de esto. 

Para mantenerse en el poder la receta esta clara:  No basta con utilizar el dinero público para la campaña electoral, hay que tener cooptadas las instituciones y los demás poderes públicos:  El Poder Judicial, por si es necesario judicializar el proceso electoral y para descalificar a los opositores se necesita la persecución penal y la cárcel.  El Poder Legislativo, por si es necesario realizar una modificación a la ley o a la constitución, por el poder de elegir autoridades.  Y las instituciones, como el Órgano Electoral, para descalificar a los opositores y para apresurarse a proclamar ganador, aunque no se hayan escrutado el 80% de los votos.  Por último, la Fiscalía, que es el caballo de batalla en todo proceso, ya que, con su poder de persecución penal, persigue a los contrarios y se hace de la vista gorda de los otros, evita perseguir a aquellos que son afines al régimen.

La receta se ha replicado en casi todos los países latinoamericanos, vemos cómo de una u otra manera los países de este continente han caído en dictaduras, en donde los ciudadanos acuden a las urnas cada cierto tiempo, pero en donde no hay libertad de voto y la transparencia en el voto, se limita puesto que o bien, el candidato oficial que muchas veces se encuentra en el ejercicio del poder mediante argucias del órgano electoral o del poder judicial descalifica a cada opositor que tiene alguna posibilidad de arrebatarle el poder o que al final sea proclamado como ganador sin siquiera mostrar las copias de las actas electorales como ha sucedido con Maduro en Venezuela.

Así, con argucias para conseguir que se habilite la reelección cuando las respectivas Constituciones lo prohíben, o bien descalificando candidatos opositores por la vía de la persecución judicial o bien por inhabilitación que decreta el órgano electoral de cada país complaciente con el gobernante se ha instaurado en Latinoamérica las “dictaduras democráticas”, aquellas dictaduras que tienen apariencia de democracia, pero en su esencia niegan la eficacia de ella.  El ejercicio del voto resulta ser casi nulo, cuando no se deja participar a los candidatos opositores o aquellos quienes, según las encuestas pueden pelear por la carrera presidencial.  Casos como el de Nicaragua en dónde el dictador Ortega, dispuesto a no ceder el poder se presentó a una elección prácticamente solo después de encarcelar a todos los candidatos opositores que podrían haberle hecho competencia y claro, ganó y se proclamó presidente para otro periodo más. Casos como en El Salvador y un gobierno que se lanza a la reelección porque sus logros son sorprendentes en materia de seguridad y transformación del país y que gana mayoritariamente con un índice de popularidad impresionante o casos como los de Perú en donde la judicialización del poder se encuentra a la orden del día y tienen gobernantes defenestrados y nuevos gobernantes llegando al colmo de tener cinco gobernantes en un periodo de cinco años y todos bajo un proceso de judicialización en donde renunciar es la mejor forma de salir que ir a prisión. Casos como el de Bolivia después de tantos años de un gobierno de Morales que principió con grandes expectativas de cambio pero que luego quiso eternizarse en el poder indefinidamente y luego, al renunciar inicia una persecución contra quien lo sucedió en el poder y ahora esta en plena pelea con su anteriormente camarada Arce a quien puso en el poder para “guardarle la silla”, pero siguiendo la ansia de poder, “le comió el mandado” y ahora ya no quiere que Evo Morales regrese al poder.

Al final, el modelo democrático instaurado en los países latinoamericanos en su mayoría, vienen a ser una farsa porque las instituciones están cooptadas y en cada proceso electoral vemos aquellas cosas que son parte de la receta para eternizarse en el poder; las descalificaciones, las persecuciones penales, la judicialización de la política y del evento electoral están a la orden del día y amenaza con continuar con la exclusión, el aumento de la pobreza, la falta de oportunidades y la destrucción literal de los países.

Resulta sumamente grave que países como Venezuela que era uno de los países más ricos del continente y del mundo se encuentre actualmente en trapos de cucaracha como resultado de “la revolución bolivariana” que ha sumido al país en la pobreza y con un gobernante tozudo, estúpido, ignorante y embriagado de poder que es el único que cree que Venezuela está mejor que antes, porque su familia, los suyos y sus allegados viven como reyes y viajan por el mundo con el dinero de todo un pueblo.  Tanto ha llegado la cooptación de las instituciones en Venezuela, que el gobierno de Maduro llama terroristas y asesinos a quienes manifiestan con una única solicitud: “Si ganó con la mayoría de votos que dice tener, ¿Porqué no muestra a todo el mundo las actas del proceso electoral?” Una petición que no tiene nada de desestabilización ni terrorismo es una petición democrática.  Pero es más fácil continuar en el poder con un servilismo inusitado del órgano electoral venezolano que se apresuró a declararlo ganador sin tener certeza de la victoria (que lógicamente no la tuvo, porque si no le pasara por la cara a la comunidad internacional las actas) y luego acudir el poder judicial para que le garantice mediante resolución judicial que es presidente y entonces, claro está, quien se oponga podrá ser perseguido judicialmente.

Lo cierto es que cuando los modelos de Estado se agotan, la contradicción de los poderes facticos se acrecientan y constituyen un detonante que da al traste con la estabilidad de cualquier país. Es por ello que la fortaleza institucional es lo que sostiene a los Estados y, cuando se permite que un gobernante salga a comprar voluntades de funcionarios públicos como como hacer compras de un supermercado de fin de semana, no se puede esperar sino que a la larga esta se instaure una “dictadura democrática” que mantenga el poder a toda costa y de perderlo hará todo lo posible por recuperarlo a toda costa, sea por la vía de la desestabilización, sea por la vía de la inoperancia institucional, sea por la vía de realizar una fiscalización solapada o bien de una serie de acciones judiciales que tengan como resultado defenestrar al gobernante que no es de los suyos sino de los otros. Pero de recuperar el poder harán todo lo posible por no volverlo a perder a toda costa.

En Guatemala estamos a riesgo de caer bajo estos modelos de dictaduras democráticas por el alto nivel de cooptación institucional que tenemos, la lucha de los poderes facticos esta planteada y el riesgo de que el actual gobernante no termine su periodo presidencial es real y latente, aunque no parezca para algunos.  Ahora mismo la lucha esta centrada en el poder judicial, las comisiones de postulación para Magistrados del Poder Judicial se han constituido e incluso han retrasado considerablemente su trabajo en discusiones frívolas, tontas incluso, con el fin de no llevar a cabo un proceso transparente porque del control del poder judicial depende mucho la instauración de estas dictaduras.  Así las cosas, bien haríamos al ver a nuestros vecinos latinoamericanos y comprender que esta forma de tener un complaciente órgano electoral y jueces ad hoc es el caldo de cultivo perfecto para hacerse con el poder.  Así se intentó con el señor Arévalo para que no tomara posesión, pero al tomar posesión, se le quitó su influencia en el poder legislativo al dejarle sin bancada y sin posibilidad de negociación política porque sus diputados son diputados rasos sin mayor influencia que su voto en el pleno y en las comisiones lo que, en realidad es poca cosa, por ello cada acto del gobernante debería ser meditado, cuidadoso y alejado de toda critica y sobre todo trasparente.  El señor Arévalo ha cometido serios errores en el ejercicio del poder en tan poco tiempo, sus decisiones le han cobrado factura pero está a tiempo de rectificar.  La forma en que se trató el caso del hundimiento en la autopista a Escuintla y que, después de meses todavía no lo haya reparado por la ineptitud de su ministro de comunicaciones es un lastre que lleva cargando, además de las controversias con la anterior ministra de comunicaciones y su lucha sin frutos para defenestrar a la Fiscal General que cada día se vé mucho más sólida en el cargo.  Hay momento de rectificar, pero de no hacerlo pronto veremos que otro ocupara su lugar, porque lo que han perdido los poderes facticos contrarios en estos meses lo querrán recuperar con creces a toda costa.

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Emilio Estrada

El Doctor Emilio Estrada, es abogado egresado de la Universidad de San Carlos de Guatemala, obtuvo su PhD en Sociología en la Universidad de Salamanca, España, es abogado litigante.