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Frodo y Matías: dos perritos maravillosos

Antropos

Los seres humanos nos encariñamos con nuestros semejantes, sin embargo, este cariño alcanza para querer a la naturaleza, a los árboles, a los ríos, a las quebradas, a los lagos, mares y animales. El caballo por ejemplo es una de esas figuras emblemáticas por su nobleza y gallardía. Pero no hay duda qué los perros nos han acompañado desde hace miles de años. Han sido nuestra defensa contra los agresores del hogar. Se han convertido además en nuestros oídos y sonidos en cada rincón de la casa donde habitamos.

Hace pocos días una de mis hijas, Carolina, me dijo con nostalgia lloriqueada qué Matías, un perro que había recogido en la calle, después de 13 años de estar en su casa, amaneció muerto. Los recuerdos de este perro juguetón corriendo desordenadamente por el patio, se me hicieron presentes y claro está, la tristeza se agolpó en mi corazón. Una partida definitiva, un nuevo dolor.

Pero este domingo 18 de agosto, visité a mi hijo Ignacio. Frodo, el perrito que le hizo compañía en las buenas y en las malas durante largos años, apenas podía caminar. Se arrimó con dificultad a los pies de Beatriz y a los míos, en busca de un cariño. Le pasamos la mano por su cuerpo y como un ser vivo agradecido, movió su colita de contentura o de bálsamo a su dolor porque con ese gesto apacible, parecía que se estaba despidiendo.

Mi hijo, nos dijo, creo que le están diciendo adiós a Frodo. Hoy me parece, afirmó con voz quebrada, es el último día que lo ven vivo.

Por la mañana, a eso de las nueve, me comenta que Frodo murió en la madrugada. Buscaron un lugar para enterrarlo y sembraron un arbolito que crecerá como un ser vivo, para darle alegría a la vida y hacer presente los días felices con este perrito maravilloso.

De Matías recuerdo sus carrereadas por el patio del hogar de mi hija. Tuve poca relación de cercanía con este noble animal que ladraba y movía su cola, cuando se acercaba a nosotros en las visitas que hicimos a la casa de Carolina.

De Frodo, fue algo diferente, porque hubo un largo recorrido. Nació en Guatemala y lo vimos crecer en nuestra casa. A veces, por las tardes lo sacaba a pasear por unos caminitos que surcaban terrenos del vecino con vacas y terneros. Ladraba con desesperación. Me divertía verlo juguetear con estos semovientes. Orinaba sobre un arbusto y de nuevo a la casa. Ahí, como un buen señorón se recostaba sobre alguno de los sillones de la sala, a escuchar nuestras conversaciones familiares. De cuando en cuando, movía su cola y se nos quedaba viendo con ojos de complacencia.

Pero aconteció lo que ya veníamos pensando. Mi hijo retornó a Costa Rica, porque el país siendo tan bello en su naturaleza y cultura, contradictoriamente se convirtió socialmente, en un impedimento para su crecimiento personal. Se despidió de Frodo por un momento, porque al pasar los días, tuve que enviar al perrito en avión para su nueva morada. Esa tarde que lo conduje a la empresa responsable de su traslado, iba conmigo en el asiento delantero del carro. Y como presintiendo algo raro, se recostó sobre mis piernas, en búsqueda de alivio a esa angustia que vivía ante lo desconocido. Esto, me conmovió de tal manera, qué de verdad, ya estaba arrepintiéndome de enviarlo. Pero la suerte estaba echada. Se fue.

En Costa Rica, tuvo una vida plena. Disfrutó del patio de la casa donde vivía mi hijo, porque perseguía con sus ladridos a los mapaches, zorros, ardillas y pajaritos. Recuerdo que un día apareció con una ardilla llena de lodo entre sus dientes o bien, teníamos que buscar sus juguetes que los enterraba en lugares distintos. De lo muñequitos que poníamos sobre la cama, disfrutaba jugueteando con ellos, hasta que los terminaba deshaciendo. Fue un perro amigo, que no le gustó estar sólo. Por eso, en cuanto anochecía empezaba a buscar un rinconcito cerca de alguno de nosotros, para sentir el calor humano de compañía cariñosa.

Cada vez que nos acercábamos a él, le encantaban las caricias y abrazos que se le brindaban. Ladraba con un sonido que más parecían voces de querer decirnos algo. Nuestra cercanía de todos los que convivimos con Frodo, queda vibrando con nostalgia y una profunda tristeza por la pérdida de un ser vivo que acompañó a mi hijo, y de regalado a nosotros, lo cual llevaremos en nuestro corazón.

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