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La ciudadanía que necesitamos

Tanmi Tnam

Es cuestionable que el destino del país esté en manos y decisiones de quienes solamente piensan en su bienestar con prácticas como el soborno, falsas promesas, el terror, la impunidad y la corrupción. El impacto en la vida de los pueblos se refleja en la desigualdad, la extrema pobreza, la exclusión y la violencia. Estos hechos son aceptados en silencio por una ciudadanía sumergida en la ignorancia, la sumisión y la despreocupación por alcanzar mejores condiciones de vida.

Recién en estos últimos días, nuestro país está viviendo hechos que son manifestaciones de contar con una ciudadanía cuya formación está lejos de la identificación y comprensión de acontecimientos que tienen que ver con las condiciones actuales en donde abundan conflictos económicos y políticos. Estamos en una coyuntura donde, por un lado, actores están haciendo todo lo posible para continuar con el proceso de elección de magistrados para la Corte Suprema de Justicia y la Corte de Apelaciones donde están permitiendo la participación de actores que han degenerado la justicia junto con partidarios de la corrupción y de la impunidad.

Un vistazo sobre la producción legislativa de los primeros años de la independencia de 1821 es fácil identificar que los pueblos originarios quedaron con la peor parte. Las leyes de aquel tiempo reflejan, por ejemplo (cfr. Legislación Indigenista de Jorge Skinner-Klee) en el Decreto del 29 de octubre de 1824, en cuyo artículo 1 dice que “los párrocos, de acuerdo con las municipalidades de los pueblos, procurarán por los medios más análogos, prudentes y eficaces, extinguir el idioma de los primeros indígenas”, el Decreto de la Asamblea Legislativa del 3 de noviembre de 1829, en su artículo 1. dice “serán obligados á trabajar en las haciendas y labores los jornaleros, el que no tenga modo de vivir conocido…”. El Decreto de la Asamblea Legislativa del 17 de marzo de 1836, en su artículo 1 dice “Faculta al Gobierno para que estienda su protección á los indios, no civilizados…”. El Decreto de la Asamblea Constituyente del 17 de agosto de 1839, uno de los considerandos reconoce que “la falta de inteligencia” afecta la atención de los derechos de los pueblos originarios. La independencia de 1821 fue un acontecimiento político para el bienestar de pocos y muy lejos de ser respuesta a los problemas estructurales que sufren los pueblos originarios.

Es del conocimiento de líderes y políticos que tenemos deudas pendientes con el cumplimiento de nuestros roles ciudadanos y la construcción de la democracia que tanto necesita nuestro país. Hay que formar al futuro ciudadano con actitud crítica y propositiva. La ciudadanía del futuro necesita de una excelente formación en temas históricos para comprender lo que hoy estamos viviendo. La formación de la ciudadanía viene de espacios como la escuela, las organizaciones de los pueblos y las instituciones religiosas. La educación actual, debe asumir la formación del futuro ciudadano en temas relacionados con los derechos humanos y colectivos, la comprensión de la diversidad cultural, el funcionamiento de las entidades políticas de los pueblos y la estructura del Estado. Todos tenemos el compromiso de aportar soluciones para erradicar la desigualdad en todos los órdenes de la vida en común.

La actual formación de la ciudadanía mantiene el desconocimiento de la historia, particularmente la de los pueblos originarios que hacen fiesta de un acontecimiento que poco o nada les beneficia. Corresponde formar ciudadanía para el civismo, la política y la economía en el contexto de la diversidad de pueblos.

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