Adventus: La Llegada que Cambió la Historia
Zoon Politikón
En una época marcada por el frenesí de la modernidad, el Adviento nos invita a detenernos y reflexionar sobre las tres venidas de Cristo: su llegada histórica, su presencia constante en nuestras vidas y su retorno final. Más que un simple periodo litúrgico, el Adviento se convierte en un recordatorio de que nuestra historia personal y colectiva encuentra sentido en Él, el centro de los tiempos. ¿Qué significa hoy abrir la puerta de nuestro corazón a Cristo en medio de un mundo tan convulso?
Comenzamos a prepararnos para la llegada de Cristo. Adventus, en latín, significa llegada o venida. El Adviento constituye tres venidas de Cristo.
Está la venida de Cristo en la historia: regresamos en el tiempo a su llegada en Belén. Está venida de Cristo es cuando se acerca a nuestros corazones. Y luego está la venida de Cristo algún día, en el futuro distante, al que miramos. Pasado, presente y futuro: estas tres dimensiones conforman nuestra preparación del Adviento.
Miremos hacia atrás. Distingan siempre a Jesús de Nazaret de cualquier otro personaje legendario. No estamos tratando con un personaje legendario. Existen elementos poéticos en el relato de la historia de Navidad, seguro, pero no es una leyenda. No es un mito. Estamos hablando de alguien que realmente vino en el tiempo y en la historia. Más aún, alguien que fue visto por sus contemporáneos como el cumplimiento, la culminación de una historia aún más larga y antigua.
Jesús representa entonces la culminación de Israel, de la operación de rescate de Dios. Dios forma al pueblo acorde con su corazón, les da ley, Torá, templo, alianza, profecía. Es el cumplimiento del templo, la Torá, la alianza, la profecía. Por eso purifica el templo y se declara a sí mismo como el lugar donde Dios es alabado correctamente. Es por eso por lo que asciende a la montaña para entregar la nueva ley, porque es el nuevo Moisés. Es el cumplimiento de la alianza. Es la Torá, la profecía, todo ello.
Miramos atrás a Jesús, este niño que llegó al mundo en Belén de Judea, y luego incluso más atrás, en el medio de los tiempos, en la larga historia de Israel. Jesús reúne todas esas extrañas facetas en Él. Es apropiado, y eso es parte de nuestra meditación y preparación del Adviento: el mirar atrás y maravillarnos de este evento que representa el clímax de la historia humana.
Si hablaran con historiadores y filósofos, ellos destacarían diversos momentos culminantes en la historia humana, o aquellos en los que la historia da un vuelco. Ellos hablarían de la era Axial, alrededor del año 500 a.C., en que, en China, India y el Oriente Medio tuvo lugar esta gran revolución espiritual e intelectual. Las grandes religiones y la filosofía surgen en Grecia en aquella época. Hubo algo revolucionario en la tierra en la era Axial, y muchos dirán que ese fue el punto de inflexión de la historia. Ese es el punto de quiebre de la historia.
Probablemente entre nosotros será más común hablar del siglo XVIII, con sus revoluciones, ciencias y políticas que crearon el mundo moderno. La revolución científica que dio surgimiento a toda la tecnología que damos por sentada, y las revoluciones políticas que dieron surgimiento a los acuerdos políticos a los cuales estamos tan acostumbrados.
Luego los cristianos dicen: No, no. El punto de inflexión de la historia fue la venida al mundo de este bebé, nacido en Belén de Judea, el Hijo de Dios que entró en la historia, reuniendo todas las facetas de Israel. Él es el quicio sobre el cual gira la historia. Él es el punto focal de los tiempos. Aun en nuestra era secular, medimos el tiempo por la llegada de Cristo. Estamos en el año 2024 desde su venida.
Entonces, en nuestra meditación de Adviento, miramos atrás a su venida en el tiempo y cuán importante que fue. Ahora, la segunda dimensión: hay un Adventus que está sucediendo también ahora. Porque Jesús no es un personaje perdido en el medio de la historia, como Julio César que se ha ido hace tiempo. Napoleón, qué personaje importante, pero se ha ido; está enterrado en Los Inválidos en París, y su relevancia presente ha mermado, cuanto mucho. Eso no es cierto con Jesús.
Cristo, quien vino al mundo en Belén de Judea, fue crucificado, resucitó y ahora reina como Rey, quiere venir a tu corazón en este momento. Su señorío no es una abstracción del pasado. Es una oferta presente.
En Apocalipsis, encontramos a Jesús tocando a la puerta. Observemos ahora a Jesús tocando a la puerta de sus corazones, ya que quiere entrar. Él golpea, lo que significa que espera una respuesta. En las últimas líneas del Apocalipsis también encontramos la expresión «Maranatha», que significa «Ven, Señor Jesús». Este llamado nos invita a abrir nuestros corazones y esperar con fe su llegada, tanto en el presente como en su retorno final.
Ha venido. Él es el momento cumbre de la historia y ha venido a encontrarse contigo ahora, y quiere entrar en tu casa, sentarse contigo, convertirse en tu amigo, sí, y también en Señor de cada aspecto de tu vida. Durante el Adviento, tomamos consciencia de esa venida de Cristo. Aunque creas que no estás listo o que tu corazón es como un humilde establo, recuerda: Jesús se dignó a venir en un establo hace mucho tiempo y quiere acceder al establo de nuestros corazones ahora.
Ábrele la puerta. Adventus: está llegando ahora. Dejalo entrar para que sea el Señor de tu vida.
Quiere llegar a tu corazón ahora, y vendrá nuevamente al final de los tiempos para llevar esta gran historia a su cumplimiento.
El Adviento es mucho más que una preparación para celebrar el nacimiento de Cristo. Es un llamado a reconocerlo como el eje de nuestra historia y como el Señor que quiere habitar en nuestras vidas hoy. Al abrirle la puerta de nuestros corazones, nos unimos a la esperanza de su retorno final, confiando en que la historia humana encontrará su cumplimiento en Él. En este tiempo, permitamos que su luz ilumine incluso los rincones más oscuros de nuestro ser, para que su venida transforme nuestra vida y la del mundo que nos rodea.

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