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Liderazgo

Antropos

Algunos países de América Latina y particularmente Guatemala, atraviesa por uno de sus momentos más críticos, en el orden de la credibilidad, legitimidad y confianza que de los políticos tiene la ciudadanía. Los medios de comunicación escritos, radial, televisiva, virtuales y multitud de mensajes dados a través de las redes sociales, convierte a nuestros países, en una especie de realidad caótica y de rumbos calzados por la incertidumbre.

Hay vientos huracanados por donde se cuelan las palabras que esencialmente, no obedecen a tendencias marcadamente ideológicas, sino de intereses de grupos. Desde las alturas, los sectores económicos que dominan la vida nacional, se respira un aire de descontento y desconfianza agrupados como si fueran castillos al modo de la edad media. Cada uno de estos señores feudales desde sus fortalezas, navegan por donde soplan los vientos y sus juegos de caballería es entre ellos mismos.

Más abajo, los que han logrado acumular capital a través de los mas diversos y pintorescos hechos, que van desde el comercio, la corrupción y otros adláteres, pujan por alcanzar favores de poder a través de su incursión en los partidos políticos que abundan, como la pobreza en el país.

Las capas medias, en la práctica han desaparecido, poque el camino del oficio de las profesiones o bien la de pequeños emprendimientos, ya no da, sino sólo para comprar al crédito casa y carro. De manera irregular van a los restaurantes o bien a ver ventanas en los centros comerciales que abundan en las ciudades más populosas.

Y que decir de los obreros, las enfermeras, los maestros, los campesinos, los pilotos, los mecánicos, los vendedores de mercado, entre otros, que apenas les alcanza para medio comer y moverse en transporte público. Es el sector más grande y el más golpeado y el lugar de donde salen las masas de jóvenes migrantes hacia los Estados Unidos en búsqueda de trabajo.

De ahí que valga la pena volver los ojos para examinar temas centrales como la del liderazgo, talento y talante necesarios para conducir no sólo el Estado, sino diferentes aspectos de la vida nacional. Habrá que recordar qué desde las antiguas civilizaciones, existió preocupación en torno a valorar la calidad de sus dirigentes sociales relacionado con el cultivo de las virtudes humanas. Dichosamente como humanidad, tenemos hermosos ejemplos que son nuestras estrellas que deberíamos seguir, tales como la de los sabios chinos Confucio y Lao TseMahoma en el mundo árabe. Filósofos Griegos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Seneca y Marco Aurelio en Roma. Buda, Gandhi, la madre Teresa de Calcuta, Martin Luther King, Nelson Mandela. Túpac Amaru, Bolívar, Martí y el cúmulo de valores de los pueblos originarios de América Latina. Benjamín Franklin, George Washington, “Padres Fundadores” de los Estados Unidos. Así como la figura de Jesús, inspirador del cristianismo en la cultura mundial.

Reconocemos qué siendo la sociedad, un tejido social integrado por la familia, el barrio, aldea, ciudad, escuela, organización empresarial, dependencias públicas, comunidades religiosas, medios de comunicación, entre otras, su fortaleza se asienta en la calidad del liderazgo de cada una de esas instancias o sectores que debe revestir una fuerza ética sobre la base de la autoridad moral.

Es en tal sentido, que ahora vivimos una profundización de la conciencia ciudadana que nos facilita una práctica democrática. Esto indudablemente, nos conduce al entendimiento de lo que deben ser los liderazgos en la búsqueda de consensos, capacidad de diálogo, cultivo de la armonía social, así como el sentido de compartir con los otros y el cumplimiento de una misión dignificante. De ahí, que cualidades como valores humanos, formación, competencias, creatividad, comprensión, inteligencia, y sobre todo transparencia en el accionar político y administración de los bienes del Estado, son las habilidades de liderazgo, a partir de una sociedad más educada en la era de la información. O sea, es impensable la mentira y la manipulación pragmática en la praxis de un líder.

Siendo el liderazgo una función social requerida por todo grupo humano, entendemos que es la capacidad de influir para el logro de beneficios de los conglomerados sociales a través de compromisos éticos a fin de dar cumplimiento a los propósitos colectivos. Habrá que descartar la búsqueda del poder por el poder mismo, así como prácticas antidemocráticas del liderazgo que rayan en la demagogia irrespetando los verdaderos intereses del conjunto del tejido social.

Para la formación de liderazgos auténticos, se deben generar ambientes favorables que nos permita a través de la palabra comprometida, debates de las diferentes interpretaciones de nuestro entorno, a fin de alcanzar “al menos acuerdos mínimos”. Si todo esto se hace, se creará un efecto de resultados positivos en la que todo mundo estaría trabajando conjuntamente, con ideas y acciones en la construcción de una vida en comunidad.

Si el verdadero líder, encarna los sentimientos, ideales y sueños del grupo social, lograría la atención de las personas y a su vez, alcanzaría esencialmente, que los sujetos representados por él, perciban en sus palabras y accionar, la solución de los problemas. A su vez, el líder debe tomar en cuenta que las personas son de carne y hueso. Cada uno tiene su propia historia y su propio derrotero, el cual se debe respetar. Así, sus acciones se tienen que perfilar sobre la base del compromiso, sensibilidad y una clara decisión de trabajar con la verdad.

En términos generales, como dictan algunos autores, en la formación de líderes, se deben de tomar en cuenta el manejo de las relaciones humanas interpersonales y grupales, generadoras de ideales de futuro y promotores de desarrollo, además de una buena salud psíquica con un alto coeficiente emocional. Dios nos libre, dice un pensador, de la presencia de un llamado líder enfermo de poder.

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