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¿Clases apáticas, alumnos apáticos?

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Jóvenes estudiantes que, a la hora de evaluar el desempeño de los docentes, estos últimos quedan aplazados. ¿Motivos justificados para obtener dichos resultados? Obviamente en nuestra profesión esto no es válido, ni justificable. ¿Causas que pueden haber motivado esta evaluación? Todo proceso de enseñanza conlleva a diferentes actores: estudiantes y docentes. 

Para los estudiantes, ¿qué podría incidir en los bajos resultados? La falta de concentración, el desentendimiento de sus responsabilidades en clase y fuera de ella, la indiferencia, el silencio o la distracción son actitudes que revelan el surgimiento de un discente apático. 

Fuera de la institución educativa, pero que influye en la conducta del estudiante, lo son: problemas de orden afectivo en el círculo familiar, problemas de integración en el grupo propio de la clase, necesidades educativas especiales no cubiertas, bajo nivel de autoestima, rigidez académica, ruidos en la comunicación profesor – educando, desenfoque en el concepto de autoridad y respeto, entre otras. En general podemos decir que son actores pasivos de una educación poco atrayente y poco apasionada.

¿Y el docente? Cuando es rutinario, no es dinámico, apacible, reflexivo, creativo, innovador, investigador, cuando su pedagogía no es activa, no podrá esperar los mejores resultados. ¿Y qué debería hacer para lograrlo? Poseer los elementos antes descritos, pero además ser un comunicador del conocimiento, permitir que el estudiante hable y se exprese, evitando que las lecciones se memoricen, inducir al uso de otras capacidades, además de las intelectuales; promover la expresión de vivencias personales y sobre todo sus opiniones. 

Crear un clima donde cada uno se sienta valorado; presentar a la educación como el desarrollo de capacidades y no como una carrera de obstáculos o de vallas que hay que saltar; Procurar que el estudiante establezca con sus compañeros una comunicación «constructiva» y no meramente «informativa»; Buscar el modo en que cada alumno triunfe en algo; Impulsar el crecimiento de la identidad: potenciar y promover más el ser y el ser con los demás, que el tener; finalmente acompañar el desarrollo total de la persona.

Recuerde que “la rutina elimina hasta los grandes amores”. Si usted lleva varios años ejerciendo la docencia y siente cansancio mental y físico, pereza de aguantar a ese cúmulo de ensordecedores jóvenes que preguntan más de la cuenta, hablan más de la cuenta, pero no aprenden más de la cuenta, quizá el romanticismo con su carrera esté en caída. 

Y no es su culpa. De nadie, en realidad. Sólo imagine su desempeño de antes y busque qué lo enamoraba de enseñar, de formar vidas, de corregir actitudes y de moldear sueños. Indague, proponga y si puede tómese un respiro, y vuelva a empezar. Empezar eliminando progresivamente lo que lo daña. Aprópiese de la frase célebre de Albert Einstein: Locura es esperar mejores resultados, haciendo siempre lo mismo.

Recuerde que su labor es construir ciudadanos que sean felices, capaces de identificar y luchar por sus ideales. Usted será recordado por sus cualidades o defectos. Crea que puede transfigurar el universo de jóvenes y adolescentes, y crea que se formó para eso. 

Los conceptos son necesarios, pero en cualquier parte se pueden adquirir, la manera de hacerlo es la que marca la diferencia. Usted decide cuándo empezar. 

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Ernesto González Valdés

Nació en la ciudad de La Habana, Cuba y es nacionalizado Nicaragüense tiene estudios superiores de Licenciatura en Pedagogía y posgrados en Química Orgánica y elaboración de materiales didácticos.