Eucaristía y Bautismo: La Conexión Sacramental del Sacrificio
Zoon Politikón
La fiesta del Bautismo del Señor tiene una relevancia excepcional, ya que los cuatro evangelios abordan este evento crucial en la vida de Jesús. Juan el Bautista se presenta como una puerta que debemos atravesar para comprender adecuadamente a Cristo. Al reflexionar sobre el bautismo, es innegable que fue un acto que, de cierto modo, resulta vergonzoso; pero que en realidad fue un momento de revelación y cumplimiento de la misión de Jesús. Los primeros cristianos documentaron al Mesías acudiendo a un bautismo de arrepentimiento, rodeado de pecadores. Esta incomodidad se refleja en las palabras de Juan: «¿Por qué vienes a mí?» Este evento inusual nos obliga a confrontar su significado.
Es interesante preguntarse qué hacía Juan en el desierto. Juan, hijo de Zacarías y de madre perteneciente a una casta sacerdotal, debería estar en el templo. Sin embargo, su presencia en el desierto cobra sentido al considerar la figura del Rey Herodes. Este rey accedió al poder en un período confuso, donde Roma estaba dividida entre Marco Antonio y Octaviano, y, durante su reinado, se dedicó a la reconstrucción del templo. Esta acción no solo fue política, sino también un intento de erigirse como un personaje mesiánico.
Es fácil entender por qué alguien destinado al sacerdocio podría huir de un templo tan corrupto, que ya no cumpliría con su función sagrada. Juan, en el desierto, señala la necesidad de un nuevo enfoque hacia la adoración, enfatizando su rol profético como precursor de Cristo. Juan, en el desierto, realiza una labor significativa; la gente se acerca a él buscando el perdón de sus pecados. Este bautismo tiene un significado profundo. Aquellos que conocían el templo entendían que se trataba de un baño ritual que los preparaba para ingresar al templo, para orar y realizar sacrificios.
En este contexto, Jesús llega al río Jordán, y Juan lo ve exclamando: «Miren, allí está el Cordero de Dios». Estas palabras se repiten en cada misa, cuando proclamamos: «Este es el Cordero de Dios». Es importante recordar que, como sacerdote del templo, Juan está protestando contra el templo de Jerusalén, dirigido por Herodes. Se encuentra en el desierto con un nuevo proyecto de templo: el perdón de los pecados, la predicación y el baño ritual.
Al afirmar: ‘Miren, allí está el Cordero de Dios’, Juan nos revela que Jesús es el sacrificio redentor, por quien nuestros pecados son perdonados. Esta terminología es necesaria para entender su misión divina y su relación con el sacrificio Pascual. La misión de Jesús fue enseñar y curar, pero, como nos recuerdan los padres de la Iglesia, su misión culmina en su muerte. Esto plantea la pregunta: ¿por qué el Hijo de Dios descendería a las aguas del Jordán, alineándose junto a los pecadores? La respuesta es que Él es el Cordero de Dios, quien asume los pecados del mundo.
El cordero, en el contexto del sacrificio, simboliza que los pecados de la persona se colocan sobre el cordero inocente. Al inicio de la vida pública de Jesús, Juan lo designa como el Cordero de Dios. En el clímax de su vida, su sangre es derramada en la cruz, cumpliendo su papel como sacrificio. La noche antes de su muerte, Jesús toma el pan y dice: «Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes», y al referirse al vino, dice: «Este es el cáliz de mi sangre que será derramada por ustedes».
Lo que comunica es que su vida entera está a punto de ser entregada por nuestros pecados. Ahora comprendemos por qué se coloca junto a los pecadores; aunque el cordero es inocente, se le imponen los pecados del sacrificio. Jesús asume voluntariamente el pecado del mundo, incluso si eso implica hacerlo de manera vergonzosa. Su bautismo es la puerta a través de la cual Él transita. El bautismo del Señor es la lente que nos permite comprenderlo adecuadamente.
Finalmente, al abordar el bautismo del Señor, debemos considerar la misa. La misa representa un encuentro significativo con Jesús. Involucra la Palabra; efectivamente, esa es la primera parte, la liturgia de la Palabra. En la liturgia de la Eucaristía, la sangre de Jesús es derramada sobre el altar y su cuerpo es ofrecido sacramentalmente al Padre.
Lo que vivimos en la misa es el memorial del gran sacrificio redentor de Jesús, mediante el cual Él elimina los pecados del mundo. Este memorial no solo recuerda su sacrificio en la cruz, sino que lo actualiza sacramentalmente en la Eucaristía, donde su cuerpo y sangre son ofrecidos al Padre y recibidos por nosotros como alimento espiritual. Debemos reflexionar sobre el Bautismo del Señor, contemplando este evento extraño y desconcertante, porque es a través de este acto que Jesús nos salva de nuestros pecados. El bautismo de Juan se erige como la lente interpretativa a través de la cual observamos la obra del Cordero de Dios.

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