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La izquierda depende de la estupidez para lograr sus criminales y destructivos propósitos

Quod Pertinet

Entre los muchos valientes ciudadanos que hicieron parte de la resistencia Alemana al delirante y genocida “proyecto” político denominado Tercer Reich liderado por el infame austríaco Adolf Hitler con su Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (nazi), estuvo el teólogo luterano Dietrich Bonhoeffer (1906 – 1945). A pesar de ser un alemán deseoso por ver a su nación recuperar el prestigio y el poderío que le fueron arrebatados y limitados con la humillante claudicación que debió firmar tras perder la Primera Gran Guerra, el Señor Bonhoeffer como ser humano jamás renuncio a su capacidad y obligación de reflexionar de manera crítica, ni a su autonomía, posibilidad y libertad de mantener vigentes sus principios básicos de moralidad y de humanidad. Esta actitud del Señor Bonhoeffer debe constituirse en referente para nosotros los ciudadanos guatemaltecos y colombianos ante la cada vez mayor amenaza que representa la izquierda enemiga en nuestras naciones.

La resistencia que hiciera el Señor Bonhoeffer a las atroces conductas criminales adelantadas por los nazis y apoyadas ciegamente por la mayoría de la población alemana, le costaron, primero pasar un tiempo en prisión (1943-1945), y luego ser ejecutado en 1945 por la temida Gestapo en el campo de concentración Flossenbürg, donde fue recluido y condenado a muerte por presuntamente haber participado en la Operación Valquiria (Julio 20 de 1944), uno de tantos intentos fallidos de asesinar a Adolf Hitler y derrocar al régimen nazi

Mientras estuvo en prisión por oponerse y enfrentar a la barbarie nazi, el Señor Bonhoeffer escribió mucho, entre ellas unas cartas que posteriormente fueron compiladas en una obra titulada RESISTENCIA Y SUMISIÓN. En este grupo de escritos, el Señor Bonhoeffer analizaba, cuestionaba y reflexionaba para tratar de entender como toda una nación de gente pensante, mayoritariamente buena, con valores y con moral, se convirtió repentinamente, tanto por acción como por omisión, en cómplice de actos atroces que atentan contra los principios básicos de la moralidad y de la humanidad… Y la conclusión a la que llegó aplica tanto para el caso del holocausto nazi, como para lo que nos viene sucediendo en Iberoamérica desde 1959 en Cuba, desde 1974 en Colombia, desde 1999 con la colonia cubana Venezuela, desde el 2007 con Nicaragua, y desde hace poco en Guatemala: La estupidez es una muy probable explicación para este desconcertante y a todas luces suicida comportamiento colectivo.

El Señor Bonhoeffer estaba convencido que “la estupidez es un enemigo más peligroso para el bien que la maldad”por cuanto al mal hecho a conciencia se le puede oponer, se le puede resistir y se le puede desenmascarar, pero resulta que tal y como lo venimos corroborando los Iberoamericanos desde hace ocho (8) décadas, la estupidez en cambio no responde ni atiende a los llamados de la evidencia, de los argumentos, de la lógica, ni siquiera de la moral. Como dolorosamente nos consta en la Guatemala desgobernada por Arévalo y en la Colombia ahora sometida al TERRORISMO DE ESTADO de Petro Urrego, mientras el malvado, el corrupto y el criminal de izquierda actúa de manera racional e intencional para lograr sus perversos propósitos, aquellos movidos por la estupidez no solo actúan sin comprender ni dimensionar en absoluto las consecuencias de su irresponsable proceder, sino que además obran convencidos que están haciendo lo correcto, que su suicida comportamiento es recto, es el indicado, vale.

Nada como la universalidad del comportamiento y del discurso de las adoctrinadas hordas de simpatizantes, encubridores, defensores y/o cómplices de la izquierda a nivel global, para probar que la estupidez no se corrige con argumentos lógicos ni con evidencia por cuanto a las personas cómoda y sumisamente entregadas a la estupidez, no les llegará nunca la VERDAD porque no les interesa. Estas criaturas sin criterio optan por permanecer encerradas en una recámara ideológica que no admite ingrese, se filtre, se pueda visualizar, o siquiera se pueda escuchar, nada que contradiga su equivocada, cómoda, sumisa y cobarde percepción que del mundo han establecido para además de no tener que asumir responsabilidades por nada, librarse de tener que plantear, crear y ejecutar los cambios necesarios.

Para el Señor Bonhoeffer, la estupidez es ante todo un fenómeno colectivo y no individual por cuanto en la mayoría de las ocasiones, cuando una persona está sola, aislada, su capacidad crítica y de cuestionar lo que está sucediendo parece estar activada, pero cuando ya este sujeto pasa a hacer parte de un grupo o de una multitud, las presiones, las influencias y las actitudes del entorno, así como las dinámicas sociales de intercambio y de reacción que le rodean, parecen reducir, cuando no aniquilar, esa capacidad crítica, esa independencia para decidir como comportarse. Nada como las aglomeraciones y las concentraciones de masas de seres humanos, para ilustrar de manera contundente como el comportamiento de las personas se homogeniza, se iguala, se unifica, y las decisiones de esas concentraciones de seres humanos son consecuencia de seguir el impulso y la comodidad por imitar, en vez de reflexionar acerca de qué hacer y proceder cada uno a su manera.

Es así como la estupidez termina convertida en una peligrosa e insensata delegación de la responsabilidad de cada uno en otros, tanto por lo malo que está sucediendo como de lo bueno que pudiera llegar a hacerse para resolver las cosas, para mejorarlas. Aquellos cómoda y cobardemente entregados a la estupidez creen tener plenamente justificado su cómplice y hasta criminal proceder como parte de una masa sin criterio ni cerebro porque, o bien solo están siguiendo instrucciones o ejecutando órdenes cuando actúan, o bien justifican su pasividad e inacción en una supuesta “neutralidad” o en que simplemente no pueden hacer nada.  Esta irresponsable forma de proceder movida por la estupidez tiene unas consecuencias éticas, morales y espirituales devastadoras en las personas y en las sociedades por cuanto pretende reducir la complejidad del mundo en el que se vive a fórmulas y a alternativas simplistas que casi siempre terminan reducidas a supuestos enfrentamientos básicos entre “el bien contra el mal”, entre “nosotros contra ellos”, y entre “nuestra verdad contra su mentira”.

Como la estupidez es un problema ético y social, como se trata de un fenómeno colectivo y moral, ha sido convertida en un arma constante y permanentemente utilizada por aquellos con ansias de poder a efectos de lograr, mediante el uso de perversa y mal intencionada propaganda y de intimidantes movimientos de masas, incentivar y lograr la pérdida de la autonomía crítica. Es así como la estupidez encuentra en las estructuras de poder autoritario de izquierda el suelo fértil para germinar, pues cuando un grupo o un individuo se somete al poder, casi siempre renuncia a su autonomía crítica por cuanto, aunque tiene capacidad para pensar y evaluar, decide renunciar a pensar, decide dejar de utilizar su capacidad de razonar. Esta renuncia para pensar y a evaluar se da en colectivos y en individuos gracias a la propaganda, a la intimidación, y a la manipulación emocional a que apelan los pocos en el poder para poder así instaurar un “conformismo acrítico”.

Aquellos quienes dan por cierto lo que, por medio de propaganda, de publicidad y de comunicaciones masivas se les presenta como verdad, terminan convertidos en muy útiles instrumentos del poder que nunca reflexionan sobre las implicaciones y consecuencias que tendrá su proceder. La pasividad ante las injusticias so pretexto de “no querer involucrarse” (o neutralidad que llaman algunos) es otra consecuencia de la estupidez colectiva. En estos casos, ignorar o desconocer lo que está sucediendo no hace inocente a las personas, las hace cómplices. 

Por último, también considera el Señor Bonhoeffer que el miedo es un sentimiento esencial para lograr que la estupidez se consolide y perpetue en las sociedades. Una sociedad sometida al terror físico y psicológico buscará refugiarse en simplificaciones, en clichés, en próceres y cuanta promesa y oferta de seguridad y de salvación se le haga, así estas promesas sean inalcanzables, ilusorias, costosas y hasta de consecuencias destructivas, e incluso hechas por los mismos responsables de la debacle y del desastre en el que se está viviendo. ¿Alguien duda que lo que hacen en nuestras naciones hermanas los desgobiernos de izquierda y sus cómplices en la institucionalidad es justamente para causar un caos, una destrucción, una incertidumbre y una inestabilidad tal a todo nivel que genere miedo?

Hermanos Guatemaltecos, la estupidez es peligrosa no porque en ella se caiga por ignorancia o por falta de inteligencia, no. El peligro de la estupidez radica en que las personas, además de renunciar a razonar con criterio y criticando, se inclinan por mansamente aceptar, dar por ciertos y seguir dogmas, cuentos, y ordenes sin cuestionarlas. A diferencia de la estupidez, la ignorancia puede corregirse con educación, en tanto que la estupidez implica una renuncia consciente y una negación activa a la capacidad de reflexionar de manera crítica y criticando, de aquí la facilidad con que, gracias a las nuevas tecnologías y a las redes sociales, los niveles de desinformación y de polarización están alcanzando niveles preocupantes. ¿Cómo se puede romper este ciclo de estupidez en las nuestras naciones? Con la educación y con el fortalecimiento de las instituciones del Estado de Derecho que además de aplicar la responsabilidad ética, la promuevan y defiendan, e incluso castiguen severamente a quienes la vulneren.

Las personas deben aprender a cuestionar y a enfrentar las normas, las ideologías y las figuras de autoridad cada vez que sea necesario. La estupidez no puede combatirse directamente, pero sus posibilidades y efectos si pueden reducirse a su mínima expresión no permitiendo se creen las estructuras de poder que la fomentan. Para lograr esto, la ciudadanía debe estar activa y comprometida con la prevalencia de la LEY, de la VERDAD, y de la JUSTICIA. Frente a la estupidez colectiva, son necesarias comunidades con valores éticos sólidamente establecidos donde la VERDAD y la responsabilidad sean fundamentales. La estupidez no es un destino inevitable, pero si una tentación en la que no se caerá cuando se da importancia a la educación y se procede con ética en todo lo que se hace. Hay que nutrir la competencia enciclopédica para poder aprovechar y ejercitar una capacidad crítica que resultará despertando una valentía moral. Educarse hace posible desarrollar una capacidad crítica sin renunciar a la responsabilidad ética. ¡Ánimo que nada está perdido, y menos contra esa izquierda enemigo!

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Francois Cavard

Soy un comprometido promotor de las libertades y de los derechos humanos de la gente de bien, con estudios profesionales en Administración de Empresas Agropecuarias, Periodismo - Comunicación Social, y Derecho.