Un Estado por demás colapsado
Lugar Hermenéutico
Toda la atención mediática se ha centrado esta semana en la tragedia del pasado lunes, vaya si no, 54 víctimas mortales, sin contar un entorno familiar que queda en el desamparo, sin embargo, este, es tan solo uno más, de los casi nueve mil accidentes viales que se reportan anualmente en el país.
El siguiente día de esta tragedia, pudo observarse por diversos medios como dos adolescentes armados irrumpen en la casa de un distinguido vecino de Santa Catarina Mita en Jutiapa para acabar con su vida de forma fría y violenta.
Estas ya no son excepciones, el día con día en el país, se mueve por la dinámica de extorsiones, economía subterránea, riñas entre carteles y por supuesto el caos vehicular de la ciudad de Guatemala y los cascos urbanos de prácticamente todo el país.
Ahora mientras escribo esta nota, veo la noticia del tiroteo ocurrido en Carretera a El Salvador, no se si es una noticia del diario o bien un tráiler de una nueva serie, que va, es noticia pura y dura que vuelve a enlutar familias y otro montón de daños colaterales.
Estos ya no son hechos aislados, es la dinámica del día con día, algunas de estas noticias, se hacen mediáticas, virales les llaman ahora, otras pasan desapercibidas, porque no conviene circular este tipo de información que “pueden generar la percepción que vivimos en un país violento” donde las autoridades de turno, se acomodan rápidamente hacer verbo la el viejo y conocido refrán, “a rio revuelto, ganancia de pescadores”, vergonzoso.
No se trata de un gobierno, de este o del anterior, se trata de un Estado completamente colapsado y rebasado en todas sus capacidades institucionales, donde la dinámica que priva es del saqueo, a toda costa y todo costo, para muestra la nueva ampliación presupuestaria que servirá para la compra de voluntades que permita avanzar en la “democratización del país”, ayer fueron unos personajes, hoy son otros, sin embargo el guion de la tragicomedia es el mismo, tal cual los cuentos de la cripta, cada uno, más espeluznante que el anterior.
Culpables, muchos a lo largo del tiempo y sus generaciones, pero culpables, sobre todo los mal llamados políticos de mi país, pues son cualquier otra cosa, menos políticos, son comerciantes de la democracia, vendedores de esperanza, negociantes del hambre, en fin son cualquier otra cosa, menos políticos, pues en cualquier sociedad, quienes se dedican a vivir del erario, los llamados políticos, están llamados a servir de mediadores entre los distintos factores de poder en un país, buscando el bienestar de las mayoría o al menos mejorar ciertas condiciones actuales.
En Guatemala, los mal llamados políticos, se han dedicado a desquebrajar las capacidades estatales, para provecho de uno u otro sector que convenga, entiéndase lo sucedido con los ferrocarriles, el transporte urbano, la infraestructura vial, la educación y una larga lista de etcéteras.
En Guatemala, nos ha superado la práctica, nos superan los hechos, pero sobre todo nos supera la indiferencia y el desgano por hacer algo diferente que al menos sea un destello de luz en este túnel de podredumbre que nos conduce esta enorme y perversa espiral de subdesarrollo, tal como nos ubican los indicadores sociales, en la cola de Latinoamérica.
El espejismo de una macroeconomía estable se debe principalmente a los miles de millones de remesas que ingresan anualmente de los paisanos que salieron huyendo del país, principalmente a los Estados Unidos, solo el año pasado, este rubro represento al menos un 20% del PIB nacional, vaya paradoja.
Por donde empezar, pues pareciera la adivinanza del huevo y la gallina, pero algo habrá que hacer, porque desde la apertura democrática del 86 del siglo pasado, la firma de la paz en 1996, el plazaso inducido del 2015, nada a cambiado al menos para la mayoría de la población, que, a diferencia de aquellos tiempos, tiene menos salud, menos educación, menos acceso a servicios básicos, pero eso sí, más deuda pública que pagar.
Sin embargo, parafraseando a un gran filosofo italiano, “Hay que ver las cosas con la negatividad de la razón, sin perder el optimismo de la voluntad”, es esa voluntad la que nos mantiene firmes con la convicción que podemos hacer algo diferente en nuestro país, necios, sumamente necios en que es posible dejarle una mejor Guatemala a los hijos, o al menos, un punto de inflexión que marque el punto de partida de un cambio de orientación en el manejo de la cosa pública.

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