OpiniónColumnas

Información y Conocimiento, Pilares del Bienestar Humano

Antropos

Peter Drucker, filósofo de la administración de origen austriaco, autor de más de treinta libros entre los que se destaca La era de la discontinuidad, y en el cual dedica páginas enteras para abordar y reflexionar acerca de la sociedad del conocimiento, afirma que las grandes transformaciones sociales se iniciaron cuando la información y el conocimiento empezaron a convertirse en el elemento central del funcionamiento de las economías nacionales y la economía mundial. El conocimiento, dice, es el nuevo recurso principal y el factor de producción. De tal suerte que a comienzos del siglo XXI empezamos a sentir la sensación de vivir en un mundo que es radicalmente diferente. En tanto que dos dimensiones tecnológicas han modificado profundamente el mundo: nos referimos, afirma, a la computación y a la telecomunicación. Estos dos inventos portentosos de la humanidad han cambiado por completo los conceptos de espacio y tiempo, en tanto se generan gigantescos volúmenes de información en un solo lugar y se transmiten de manera simultánea.

Desde esta perspectiva, algunos economistas coinciden en señalar que “la economía de la nueva era de la información, como lo señala Manuel Castells, sociólogo español, se basa en una penetración más profunda de la ciencia, la tecnología, las destrezas laborales y el conocimiento empresarial de gestión en los procesos de producción”. Es autor de una trilogía monumental que tituló como La era de la información, en los que analiza que vivimos “un período de una revolución tecnológica centrada en las tecnologías digitales de información y comunicación”. 

Estas consideraciones nos indican que debemos de encontrar las formas de potenciar en nuestros países latinoamericanos el aprendizaje con los nuevos dispositivos tecnológicos, sin que ello aniquile el arsenal crítico y el sentido más profundo de aprender. O sea, promover la capacidad para discernir selectivamente acerca de las ventajas de las tecnologías y su incorporación a la dinámica de nuestras sociedades, partiendo del hecho que la sociedad del conocimiento no es futuro, sino presente y avanza velozmente en el mundo desarrollado, mientras los latinoamericanos en términos relativos, somos testigos mudos de este fenómeno histórico de la humanidad.

Significa, acentúa el teólogo de la liberación de origen brasileño, Leonardo Boff, que vivimos momentos en el que aceptamos el reto que nos plantea la nueva fase de la humanidad: la aparición de la dimensión planetaria y de la sociedad del conocimiento. Estamos inmersos señala, en complejos procesos interactivos que transmutan las clásicas categorías de espacio y tiempo. La humanidad se descubre reunida en un solo lugar; esto es, en el mismo planeta tierra, nuestra casa común. Los avances de las ciencias de la tierra y de la vida transforman nuestra cosmología, es decir, nuestra imagen del universo y de la misión del ser humano dentro de él. En esta misma línea de pensamiento, Martin Hopenhayn, filósofo chileno, quien ha abordado temas como el impacto de la globalización en la cultura, autor de varios libros es quien sostiene que “los intercambios virtuales configuran nuevos rasgos culturales a medida que tales intercambios se densifican y expanden hacia una gama creciente de ámbitos de vida de la gente. Al respecto se habla cada vez más de “culturas virtuales” para aludir a los cambios en las prácticas comunicativas por efecto de medios interactivos a distancia, que modifican la sensibilidad de los sujetos, sus formas de comprensión del mundo, la relación con los otros y las categorías para aprehender el entorno. Las culturas virtuales son mediaciones entre cultura y tecnología, constituyen sistemas de intercambio simbólico mediante los cuales se configuran, indica, sentidos colectivos y formas de representación de lo real”.

Es en ese sentido que consideramos que la presencia de la ciencia y la tecnología en países, como Guatemala, deben de pasar por la definición de desarrollo humano, que se traduce de cómo disfrutar una vida prolongada y saludable, adquirir conocimientos y tener acceso a los recursos necesarios para lograr un nivel de vida decente. O bien, como lo concibe el PNUD, vivir un proceso mediante el cual se ofrecen a las personas mayores oportunidades, añadiendo que ello se refiere a la formación de capacidades humanas y al uso de estas capacidades. Dicho en términos económicos, significa crecimiento con equidad.

No hay duda acerca de la importancia de la ciencia y la tecnología para nuestro país, de ahí que se debe contribuir a romper la distancia entre las grandes mayorías que carecen por completo de acceso a esta expresión del conocimiento humano y a su vez hacer esfuerzos para que la brecha que nos separa de los países en donde se logran avances científico-tecnológicos no se profundice más. Hoy más que nunca se debe implementar la formación de nuestros profesores a nivel de doctorados en el sistema de la educación superior, a fin de desarrollar la investigación relevante y pertinente en nuestras sociedades. Habrá que crear institutos tecnológicos capaces de dar respuesta al desarrollo económico del país. A su vez, debemos también asumir críticamente los aportes científico-tecnológicos y adecuarlos inteligente y creadoramente a nuestro medio, partiendo del hecho que la verdadera universalización de los logros tecnológicos producen un real beneficio a las grandes mayorías, cuando las decisiones de desarrollo, implementación, dotación de recursos y distribución de los resultados se hace con un criterio ético-político, porque habrá que reconocer la importancia de la tecnología,  conocimiento e información en la visión y desenvolvimiento de un país. Obviamente debe fijarse un norte y una visión compartida del verdadero significado y su impronta en el entorno social.

Significa orientar la tecnología, el conocimiento y la información,  desde una dimensión ética para que se conviertan en poderosos instrumentos que en el caso de América Latina y particularmente Guatemala sean utilizadas sabiamente, a fin de contribuir a mejorar las posibilidades de un desarrollo con rostro humano. 

Area de Opinión
Libre emisión del pensamiento.

Le invitamos a leer más del autor: