OpiniónColumnas

Las Narrativas

Por André Castillo[1]


Vivimos en un mundo de narrativas predigeridas: noticias, discursos políticos, publicidad e incluso memes nos dicen qué pensar antes de que nos preguntemos por qué pensarlo. Por culpa de esto, estamos en una sociedad cada vez menos crítica, lógica y con un sentido común destruido. Esto no afecta solo a algunos «menos críticos», todos caemos constantemente. En Guatemala, este problema es particularmente notable: ¿cuántas veces escuchamos a alguien decir algo que se cae con un poco de análisis? Muchísimas, pero ¿cuántas veces hacemos lo mismo sin darnos cuenta? Ahí está verdaderamente el problema: aun si no nos damos cuenta, todos somos vulnerables.

¿Qué son las narrativas?

Las narrativas son estructuras que organizan eventos, ideas y valores en una secuencia, en teoría, coherente. Es la forma en la que interpretamos y contamos las cosas. Las noticias son un buen ejemplo: dos titulares del mismo hecho pueden ser «un protestante fue detenido» y «un héroe fue silenciado por el sistema». La situación es la misma, pero la narrativa cambia completamente su significado.

Las narrativas no son necesariamente malas. Nuestra especie funciona contando historias. Los datos puros sin interpretación son inútiles. El problema no es que existan narrativas, sino cómo se utilizan.

El problema: narrativas como manipulación

Hoy en día, muchas narrativas están diseñadas precisamente para que no las analicemos. Usan emociones como el miedo o el disgusto, simplifican problemas complejos y demonizan disidencias. En vez de ser formas de comunicación, se convierten en mecanismos de manipulación.

Lo peor es que no hay buenos en esta guerra: todos los bandos utilizan las narrativas como herramientas para influir. En nuestro país, lo vemos en frases como «los corruptos son ellos» o «nosotros somos el progreso, ellos son el problema», simplificaciones que cualquier análisis serio desmonta. Gracias a esto, hoy estamos divididos y polarizados. ¿Cómo esperamos conseguir así una sociedad sana?

Dejando atrás las mentiras 

La única solución es empezar a analizar lo que vemos. Cuando encontremos una historia, explicación o interpretación, preguntémonos, ¿por qué me están contando esto? ¿A quién beneficia que lo crea?

Primero, debemos aprender a identificar las manipulaciones: revisar datos, coherencia y a quién le conviene cada versión. Esto requiere tiempo, pero es esencial para preservar la lógica. Sin esto, el sentido común deja de ser útil y pasa al servicio de otros.

Segundo, aceptar que nunca estamos completamente libres de estas influencias. Debemos analizar constantemente nuestras propias creencias y opiniones: ¿provienen realmente de nosotros o de una narrativa impuesta?

Por último, tenemos que crear nuestras propias explicaciones coherentes. No dependamos de nadie más para pensar, aun cuando es una explicación lógica y coherente. Lo que nos lleva a ser verdaderamente críticos es ser independientes en nuestras creencias.

Las narrativas no desaparecerán, pero podemos dejar de ser sus títeres. La próxima vez que repitamos un eslogan político o sintamos una rabia inmediata, detengámonos a pensar. Muchas veces descubriremos que nuestra reacción no es propia, sino producto de un plan con fines particulares. Guatemala no necesita más gente sin criterio. Volvámonos más resistentes a la manipulación y aprendamos a ver más allá de lo obvio. Con mucha frecuencia, encontraremos que hay alguien detrás del telón.

Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada. Un pueblo que ya no puede distinguir entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal. Y un pueblo así, privado del poder de pensar y juzgar, está, sin saberlo ni quererlo, completamente sometido al imperio de la mentira. Con gente así, puedes hacer lo que quieras. Hannah Arendt

[1] Ian André Castillo Morales, estudiante de Comercio y Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco Marroquin.

Area de Opinión
Libre emisión del pensamiento.

Le invitamos a leer más del autor:

Deja una respuesta