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De la Semana Santa a Nuestra Realidad

Del Escritorio del General

Con tremendo entusiasmo, los guatemaltecos esperamos la Semana Santa porque es una época de reencuentro familiar, de meditación espiritual y, sin duda, de compartir con nuestros seres queridos en un ambiente de cristiandad. Es una temporada en la que muchas familias aprovechan para regresar a sus pueblos natales y revivir gratos recuerdos de semanas santas pasadas. Pero también constituye un momento de reencuentro en el que se comentan las realidades del país. Siempre he creído que son tiempos de reflexión, de compartir experiencias e información, y de asumir posturas.

Cuando la familia se reúne, se conversa de todo. Mi abuelo decía que no debía hablarse de política ni de fútbol, pero sin duda, estos temas surgen. Los guatemaltecos aprovechamos este descanso para volver a nuestros lugares de origen, como decimos en buen chapín, “ir al pueblo”, y ahí nos encontramos con viejos amigos y familiares. Hablamos de la situación del país, lo cual, sin lugar a duda, se convierte en un ejercicio de retroalimentación sobre las realidades que se viven a lo largo y ancho del territorio. Esto nos permite comprender mejor tanto las vicisitudes como las alegrías de los demás, y también comparar la vida en la capital con la que se lleva en los municipios y departamentos.

Nos fuimos al descanso de Semana Santa arrastrando todas las vicisitudes acumuladas en estos 15 o 16 meses de gobierno, sin haber recibido alicientes ni respuestas a nuestras necesidades, y mucho menos a las promesas políticas que se hicieron en campaña. Lo que se percibe es una pérdida de tiempo y una profunda decepción hacia el gobierno y los organismos del Estado —legislativo, judicial y ejecutivo— que no han estado a la altura de las circunstancias.

Llegamos a la Semana Santa con huelgas y paros en los sectores de salud y educación, con cambios importantes en instituciones como la SAT, el sistema penitenciario, el Ministerio de Economía y muchas otras entidades del Estado. Enfrentamos una crisis hospitalaria inadmisible, considerando el enorme presupuesto asignado, donde lo que prevalece son las carencias, la desorganización y, sobre todo, la irresponsabilidad en la atención al pueblo.

Sin duda, esta época de reflexión acentúa la percepción de que somos un país desafortunado, gobernado por instituciones ineficaces y figuras políticas que aprovechan estos momentos de descanso popular para continuar beneficiándose de sus cargos. Hacen cambios discretos y siguen engañando a la ciudadanía.

El mundo está cambiando, y Guatemala debe cambiar también. Necesitamos estimular transformaciones económicas, políticas y diplomáticas. Es imperativo reducir el tamaño del Estado, eliminando instituciones obsoletas que ya no tienen razón de ser. Por ejemplo, la Comisión contra la Tortura, la Secretaría de la Paz, la Secretaría para la Protección de los Derechos Humanos o la Secretaría contra el Hambre, que duplican funciones que ya corresponden a otros ministerios. El Ministerio de Agricultura, por ejemplo, tiene un viceministerio de Alimentación que se superpone con la mencionada Secretaría. Casos como este abundan.

Se avecinan tiempos de cambio, nuevos paradigmas, y no se percibe que nuestras autoridades —a quienes no se puede llamar líderes— estén preparándose ni tomando decisiones que encaminen al país hacia un mejor futuro. Siguen aferrados a proyectos estériles, como la famosa “semilla”, que no ha dado frutos y que, por el contrario, ha generado controversias y división.

Así como la Semana Santa es momento de reflexión familiar y de reencuentro con los viejos camaradas, también debe ser un llamado a la reflexión nacional sobre el rumbo del país. ¿Qué están haciendo con el dinero presupuestado? ¿Qué sentido tienen los bonos del pescado y los incrementos salariales desmedidos que ofenden al pueblo?

La Semana Santa celebra la victoria de la vida sobre la muerte. Nosotros también debemos repensar nuestra realidad y aspirar a una victoria contra la flagelación social y económica que sufre el pueblo. Presupuesto hay, pero obras no se ven. Quienes viajaron por el país pudieron comprobar el desastre vial, la apatía general hacia los gobernantes y la crisis profunda que vivimos.

En resumen, estamos mal. Y este reencuentro familiar lo confirma: no es solo una percepción individual, sino un sentimiento compartido. El pueblo de Guatemala es el patrón, es a quien los gobernantes deben servir y quien debe fiscalizarlos. Debemos, en consecuencia, tomar acción y reencauzar nuestro país hacia un verdadero beneficio colectivo, lejos de la demagogia y los paliativos que, por desgracia, todavía seducen a una población muchas veces inocente.

El tiempo pasa, y en estas reflexiones debemos pensar que en las próximas elecciones tenemos que ser más cuidadosos, más informados, más críticos. No debemos seguir dejándonos engañar por láminas, cohetes, platillos o promesas vacías que los políticos, con total desfachatez, nos ofrecen con recursos que salen de nuestros propios bolsillos.

Termino deseando a todos los lectores un feliz retorno de esta Semana Santa 2025. Que haya sido una temporada de reflexión cristiana, de amor familiar y, sobre todo, de conciencia política sobre el futuro de nuestro país.

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Le invitamos a leer o escuchar más del autor:

Francisco Bermudez Amado

General de División ex Ministro de la Defensa, Analista político.