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Día Mundial Del Libro

Ventana Cultural

Desde hace algunas décadas, se celebra el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, una conmemoración promovida oficialmente por la UNESCO que este año alcanza su trigésimo aniversario. No obstante, más allá del acto simbólico, esta fecha encierra un trasfondo histórico y cultural sumamente interesante.

Surgen entonces algunas preguntas clave: ¿por qué celebramos el Día del Libro?, ¿por qué se vincula con el Día del Idioma?, y, sobre todo, ¿qué entendemos por derechos de autor?

El 23 de abril se considera una fecha memorable en el ámbito literario, ya que coincide con el fallecimiento de figuras fundamentales del Renacimiento, como Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega, entre otros. Aunque no todos murieron exactamente en el mismo año, sus decesos ocurrieron un 23 de abril, lo que confiere un valor simbólico especial a esta jornada.

Además, esta fecha es reconocida como el Día del Idioma Español, en homenaje a Cervantes, uno de los escritores más influyentes en la evolución de la lengua castellana, hablada actualmente en numerosos países alrededor del mundo.

La idea de conmemorar esta fecha surgió en Cataluña, a partir de una propuesta del escritor valenciano Vicente Clavel Andrés. En 1923, Clavel presentó su iniciativa ante la Cámara Oficial del Libro de Barcelona, y fue aprobada oficialmente por el rey Alfonso XIII en 1926. Posteriormente, en 1930, se estableció definitivamente el 23 de abril como el Día del Libro. Curiosamente, esta fecha también coincide con la festividad de San Jorge (Sant Jordi), patrón de diversas regiones y países como Alemania, Aragón, Bulgaria, Cataluña, Etiopía, Georgia, Grecia, Inglaterra, Líbano, Lituania, México, entre otros. En muchos de estos lugares, existe la tradición de regalar un libro y una rosa.

Respecto a los derechos de autor, es importante comprender su evolución histórica. Aunque su reconocimiento formal comenzó en el siglo XVIII, hay evidencia de que, incluso antes de la invención de la imprenta, las obras de los autores eran objeto de cierto respeto y protección. La llegada de la imprenta impulsó la producción masiva de libros y, con ello, la necesidad de establecer mecanismos legales para evitar la copia o apropiación indebida de las obras.

Durante la Antigüedad clásica, tanto griegos como romanos valoraban enormemente la creación intelectual. Los escritores aspiraban a la gloria y el reconocimiento más que a beneficios económicos, y recurrían a copistas para difundir sus textos. Ya en esa época, aunque no existía un marco legal como el actual, el plagio era socialmente reprobado. Por ejemplo, en el Digesto romano se menciona la Lex Fabia de Plagiariis, que sancionaba el secuestro de menores o la venta de hombres libres como esclavos. Más adelante, el poeta Marco Valerio Marcial usó el término «plagio» en un sentido literario, refiriéndose a la apropiación de obras ajenas.

A lo largo de la Edad Media, el conocimiento estaba en manos de los monjes y clérigos, quienes eran los únicos que sabían leer y escribir, y que además se encargaban de copiar a mano los libros que llegaban a monasterios y seminarios. De este contexto surgieron innovaciones como la letra “ñ”, utilizada para ahorrar espacio en los manuscritos.

Aunque aún no existían leyes que protegieran explícitamente al autor, sí había una estrecha relación entre el escritor y quien se encargaba de editar o distribuir sus textos. En Roma, y también en otras regiones del Imperio, floreció el comercio de libros, y se reconocía el valor del trabajo creativo. La reproducción y difusión de las obras era posible gracias, entre otros factores, a la disponibilidad de mano de obra esclava. Muchos autores vendían sus textos a teatros o mecenas, como ocurrió en el caso de Shakespeare, quien obtenía recursos mediante la representación de sus obras.

El reconocimiento legal de los derechos de autor llegó en 1710 con la promulgación del Estatuto de la Reina Ana en Inglaterra. Este documento es considerado el punto de partida del derecho de autor moderno, y marcó el inicio de un proceso en el que los creadores obtuvieron control sobre la reproducción de sus obras. Desde entonces, se reconoce que la creación intelectual es una forma legítima de propiedad: una propiedad singular, ya que está vinculada al pensamiento humano. Se considera justo que el autor pueda beneficiarse de sus ideas tanto en vida como durante un período después de su muerte, antes de que la obra pase al dominio público.

La historia de los derechos de autor es vasta y compleja, pero comprender sus orígenes nos ayuda a valorar la importancia de proteger nuestras ideas, especialmente en un mundo donde la difusión de información es más rápida que nunca. Celebrar el Día del Libro y del Derecho de Autor es, en esencia, una invitación a reflexionar sobre el poder de la palabra escrita y sobre el derecho que tienen los autores a ser reconocidos y respetados por sus creaciones.

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Claudia Alexandra Figueroa Oberlin

El arte siempre lo llevé de la mano con la literatura, me dediqué al teatro, a la danza por más de quince años, y a las artes marciales, ahora soy miembro de diferentes asociaciones y academias de poesía: Asociación Actuales Voces de la Poesía Latinoamericana, donde participo con crítica literaria, Academia Nacional e Internacional de Poesía de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, América Madre, Unidos por las Artes, Movimiento Literario de Centroamérica, y locutora de la radio el barco del romance con el programa Una Ventana al Mundo, donde hablo de los viajes, la historia y la cultura, recito poemas y leo cuentos o fragmentos de otros autores y propios.