Civismo
Antropos
La historia de nuestro país nos ilustra a través de las diferentes dinámicas sociales, políticas y económicas que dan muestras en unas más en otras menos, de inestabilidad gubernamental. Pienso que el posicionamiento radical entre liberales y conservadores después de la firma del acta de la independencia el quince de septiembre de 1821, no se ha logrado superar hasta el día de hoy. Primero fue la pugna entre los pensadores Pedro Molina y Cecilio del Valle, posterior, el ascenso y reformas encabezada por Mariano Gálvez y su caída en manos de los conservadores que llevó al gobierno de Rafael Carrera a una dictadura de 30 años. Pero 1871, marca otro momento histórico con la toma del poder de los liberales, que trajo una serie de reformas, como es el caso de la educación.
A fines del siglo diez y nueve e inicios del veinte, nos abruma la dictadura de Manuel Estrada Cabrera y la del general Jorge Ubico, que sucumbe ante la fuerza social que lo derrocó el 20 de octubre de 1944.
La alegría de la democracia en el país es apagada por una invasión política y militar el año de 1954. Cae Jacobo Árbenz y asume el coronel Carlos Castillo Armas, quien es asesinado en uno de los propios corredores de la casa presidencial, porque las corrientes políticas internas y externas no lo vieron con buenos ojos.
De esa parte hasta el triunfo electoral del democristiano Vinicio Cerezo, Guatemala pasó por golpes de Estado encabezados por militares quienes eran la cara pública, pero era evidente que el arroz se cocinaba en hornillas ocultas. Sin embargo, desde el asomo de la democracia, del gobierno de Cerezo, no todo ha sido miel sobre hojuelas como indica el dicho popular, porque en cada periodo presidencial siempre ha existido una oposición inconforme. Sólo para señalar tres hechos recientes, está la caída de Jorge Serrano, el encarcelamiento de Alfonso Portillo y el derrocamiento y cárcel de Otto Pérez Molina. Hechos que muestran qué al interior del Estado y sociedad guatemalteca, existen vientos huracanados, que dificulta el trabajo gubernamental. Y todo esto, sin tomar en cuenta los movimientos sociales de carácter emancipador.
Ahora, de nuevo somos testigos públicos de una especie de remolino político provocado por un debate de corrientes políticas y formas de gobernar. Lo cual da la impresión qué es un tema no resuelto históricamente. Y desde mi modesta observancia pienso que el frio no está en las cobijas. Debemos ir más a fondo, y pensar que somos los ciudadanos, quienes tenemos mucho que ver en el sentido que aún no hemos comprendido a cabalidad nuestra responsabilidad ciudadana.
Por ejemplo, habrá que tomar en cuenta que nuestro hogar social, lo constituye la nación, el país, la sociedad, o sea nuestra Guatemala. Si durante toda la vida hemos aprendido a vivir juntos con nuestra familia y en la escuela, será más fácil vivir en una nación. Pero si en la vida no hemos aprendido el valor del respeto, de la palabra, de la tolerancia, de la fraternidad, del amor, entonces vamos a tener que vivir con la violencia, el irrespeto y la degradación de la naturaleza y del ser humano. Para amar a Guatemala, primero tenemos que amar a nuestra familia, a nuestra escuela, a nuestro barrio, a nuestro pueblo. Tenemos que aprender que solamente con respeto y cariño, afecto y amor, es posible, amar a Guatemala. Por eso, cuando un guatemalteco en el extranjero canta el Himno Nacional, o cuando se escucha el sonido silencioso de la marimba o el chillido de la chirimía, o cuando vemos la caída del sol entre celajes detrás de los volcanes, uno siente que es guatemalteco, porque no hay hecho más triste que no querer a su país, que es lo mismo no querer a sus padres, hermanos, amigos, maestros y compañeros.
Por eso Guatemala tiene que ser amada, porque algo que se ama, se cuida, se respeta y eso que llamamos Guatemala, está llena no sólo de hermosos paisajes, sino de gente, de niños, jóvenes, adultos, ancianos, empresarios, políticos, religiosos, educadores, pensadores, artistas, religiosos, mestizos, criollos, indígenas, negros, extranjeros y todos somos de este país porque vivimos aquí y lo queremos. Civismo es entonces esa actitud de respeto, porque sólo así podemos sentirnos que somos de aquí y queremos algo mejor en donde todos podamos vivir felices.
A su vez, debemos tomar en cuenta también que somos ciudadanos del mundo. Hoy no podemos estar aislados, porque ahí está la televisión, ahí están los aviones que nos transportan, ahí está la innovación digital y el internet con el que nos comunicamos y chateamos y vemos miles de cosas de otros lugares. Podríamos afirmar hoy día que la juventud de nuestro tiempo conoce más el mundo, que la propia Guatemala. Y esto es bueno, porque las comunicaciones tecnológicas nos acercan y esto nos hace también ser ciudadanos del mundo. Ya no somos sólo ciudadanos guatemaltecos, sino ciudadanos cosmopolitas. Pero el mundo también hay que respetarlo porque sólo este mundo tenemos. No hay otros mundos donde podamos vivir y si lo destruimos, entonces también destruimos nuestro propio hogar. Ya ustedes saben mejor que yo, que uno de los problemas al cual nos enfrentamos, es el calentamiento global y como consecuencia, los grandes huracanes y tormentas que suceden con mayor celeridad. Pero además debemos cuidar nuestros bosques para no erosionar los suelos, cuidar nuestras aguas dulces de los ríos y lagos, nuestra fauna y el aire. Ser ciudadano del mundo, no es sólo estar informado, sino significa también respetarlo porque es nuestro único hogar. Y esto es también civismo.
Significa entonces que deberíamos fortalecer nuestra fe, nuestras convicciones, nuestras identidades culturales y buenas costumbres, respetar la biodiversidad, conocer nuestra historia, asumirnos con optimismo y felicidad para ser mejores ciudadanos porque debemos ser más conscientes que la vida es un gran tesoro y ese tesoro no se puede malgastar.

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