Taiwán: Un Socio Indispensable en la Salud Global y su Derecho a la Inclusión
Zoon Politikón
En un rincón del mundo, donde las montañas se encuentran con el océano y el viento lleva consigo susurros de antiguas tradiciones, se alza Taiwán, una isla vibrante que respira innovación y resiliencia. En las últimas décadas, este pequeño país ha emergido no solo como un faro de democracia en el Asia-Pacífico, sino también como un protagonista clave en la narrativa de la salud global. Lamentablemente, a pesar de sus logros y contribuciones, Taiwán se enfrenta a la amarga realidad de ser excluido de foros internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde su voz es más necesaria que nunca.
Imaginemos, por un momento, un mundo en el que las fronteras no sean más que líneas dibujadas en un mapa, donde el bienestar de cada ser humano sea la prioridad. En este mundo, Taiwán brilla con luz propia, no solo por su sistema de salud eficiente y accesible, sino por su capacidad inigualable para compartir conocimientos y recursos en tiempos de crisis. Durante la pandemia de COVID-19, cuando el planeta se vio sacudido por el miedo y la incertidumbre, Taiwán se convirtió en un ejemplo de respuesta efectiva y rápida. Con una población de 23.5 millones de personas, Taiwán utilizó su vasta experiencia en gestión de crisis para implementar medidas preventivas que salvaron vidas. Desde el primer momento, alertó al mundo sobre el brote emergente en China, compartiendo información vital que otros países, desafortunadamente, ignoraron.
A pesar de ello, Taiwán ha sido sistemáticamente excluido de mecanismos clave de la OMS, como el Reglamento Sanitario Internacional (RSI) y la Red Global de Certificación de Salud Digital (GDHCN). Estas exclusiones limitan el acceso de Taiwán a sistemas de alerta temprana, capacitaciones y a la interoperabilidad de datos médicos estandarizados. Entre 2009 y 2024, Taiwán fue invitado a un promedio de solo siete reuniones técnicas al año por parte de la OMS. Además, sus solicitudes para participar en reuniones a puerta cerrada han sido rechazadas en aproximadamente un 60 % de los casos.
La historia de Taiwán no se limita a su respuesta a la pandemia; es una crónica de contribuciones continuas a la salud internacional. A pesar de ser excluido de la OMS, Taiwán ha suministrado equipos médicos y ha ofrecido asistencia técnica a naciones en necesidad. Cada donación, cada capacitación, es un hilo en el tejido de la cooperación global que, sin embargo, se ve amenazado por un silencio impuesto por motivos políticos. La imagen de Taiwán se convierte, así, en una especie de esmeralda en un país de sombras, brillando intensamente a pesar de los obstáculos que enfrenta.
La ausencia de Taiwán de los foros internacionales no solo pone en peligro la salud de sus ciudadanos, sino que también obstaculiza el progreso global. En un mundo donde las pandemias no conocen fronteras, es lógico que todos los actores se unan en un esfuerzo común por la salud pública. A pesar de ello, la negativa a reconocer a Taiwán como un participante legítimo en la OMS es una ironía cruel. Esto nos recuerda a un cuento donde el héroe, a pesar de su valentía y habilidades, es traicionado por los demás, perdido en un laberinto de burocracia y desinformación.
El derecho de Taiwán a participar en organismos internacionales debe ser visto no solo como una cuestión de justicia, sino como una necesidad pragmática. La salud pública no debe convertirse en un perverso juego de poder; debe ser un esfuerzo conjunto. La historia de Taiwán nos enseña que, de ser tomado en cuenta, no solo beneficia a este país, sino a la comunidad global en su conjunto. Si Taiwán estuviera en la mesa de negociación, su experiencia y conocimientos podrían enriquecer las discusiones sobre salud, ofreciendo soluciones innovadoras y enfoques basados en la evidencia.
El sistema de salud de Taiwán, representado por su Seguro Nacional de Salud (NHI), es un testimonio de lo que se puede lograr cuando la salud es prioritaria. Desde su implementación, el NHI ha logrado cubrir al 99.9 % de la población, operando con un modelo de copago que garantiza accesibilidad y calidad. Este sistema no solo ha sido un salvavidas durante la pandemia, sino que también ha sido reconocido internacionalmente, ocupando el primer lugar en el Índice de Atención Médica de Numbeo durante varios años consecutivos. Pero lo más impresionante es cómo Taiwán ha sabido innovar y adaptarse, integrando tecnología de la información y salud digital en su modelo.
La magia de Taiwán no reside únicamente en su sistema de salud, sino también en su capacidad para transformar desafíos en oportunidades. La isla ha demostrado que la innovación es una parte esencial de su ADN. Desde la implementación de la telemedicina en áreas rurales hasta el uso de inteligencia artificial en diagnósticos, cada avance es un paso hacia un futuro más saludable. La comunidad internacional debe abrir los ojos y reconocer que Taiwán no es solo un actor más en la salud global; es un aliado valioso que puede contribuir a la lucha contra enfermedades y crisis sanitarias.
El llamado a la inclusión de Taiwán en foros como la OMS no es simplemente un deseo; es una exigencia del sentido común. Las resoluciones internacionales que han sido utilizadas para justificar su marginación, como las resoluciones 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas y 25.1 de la AMS, no mencionan a Taiwán ni le conceden a China el derecho a representarlo. Es importante subrayar que la Resolución 2758 reconoce a la República Popular China como el representante de China ante la ONU, pero no aborda ni niega la posibilidad de que Taiwán tenga representación propia en organismos especializados como la OMS. Invocar dicha resolución para excluir a Taiwán constituye una interpretación política, no jurídica, que distorsiona principios básicos.
Esta distorsión de la realidad es una trampa peligrosa que socava los principios de profesionalismo en la salud. La comunidad internacional debe actuar con valentía y reconocer que la salud es un derecho humano fundamental, y que cada nación, incluida Taiwán, merece un lugar en la mesa.
En este mundo donde la salud es un campo de batalla constante, Taiwán se presenta como un guerrero dispuesto a luchar por el bienestar de todos. Su historia está marcada por sacrificios y éxitos, pero también por la frustración de ser ignorado. El papel de Taiwán debe cambiar de un país excluido a un socio indispensable en la salud global.
La comunidad internacional debe unirse y abogar por la participación de Taiwán en la 78.ª Asamblea Mundial de la Salud como observador y en todos los mecanismos relevantes de la OMS. La salud es un derecho que trasciende fronteras, y cada voz cuenta en esta lucha; por lo que Taiwán merece ser escuchado.
En la danza de la diplomacia y la política, es hora de que la comunidad internacional trabaje hacia un objetivo común: un futuro donde la salud de cada individuo sea la prioridad. Taiwán está listo para asumir su papel, y su participación en foros internacionales no solo enriquecerá la conversación, sino que también transformará el paisaje de la salud global.
En este viaje, Taiwán no solo es un actor; es un símbolo de lo que se puede lograr cuando se prioriza el bienestar humano sobre las divisiones políticas. Al final, la verdadera magia radica en la capacidad de las naciones para unirse en un propósito común, donde todas las naciones, sin distinción alguna, puedan contribuir a un mundo más saludable.

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