OpiniónColumnas

Votar no es suficiente

Desde México

El pasado domingo 1 de junio, México vivió un hito histórico en su carrera política. Por primera vez el poder judicial se sujetó a la votación directa y popular para integrar sus posiciones. Un modelo existente en otros países, pero con una caracterización mexicanizada que lo vuelve novedoso. La elección de jueces, magistrados y ministros del poder judicial y también diversas posiciones en las entidades federativas, se vivió en medio de una apatía y del enfrentamiento a boletas con nombres desconocidos. Una participación de 12.83% del padrón de electores acudió a las urnas para elegir entre candidatos y candidatas desconocidas. Se tuvo una muy baja participación, uno de cada diez mexicanos convocados, esta anuencia resulta ser la más baja participación en una elección directa desde que se tienen registros confiables. Sin embargo, la participación nunca ha sido un argumento vergonzoso en nuestra democracia. Lo más peligroso de la jornada fue reconocer que las boletas y quienes las ocupaban eran totalmente desconocidos para la mayoría de los votantes. Si sumamos no los votos por persona, sino los votos por candidatos se cuentan casi 90 millones, pero 24 millones de votos anulados o en blanco. Los más sinceros aceptaban no conocer a los candidatos y por ello no tener una elección entre ellos al dejar en blanco, pero ¿el resto los conocía?, ¿votaron con un acordeón, como quién elige porque alguien mas le indica? Qué peligroso es enseñar que lo importante es votar, eso es falso, lo importante es elegir. De nada sirve ejercer un derecho político si nada se hace con él. 

Los romanos decían: “alea iacta est” para referirse a aquellas decisiones en las que la suerte está echada, de nada sirve cualquier oposición. Es un punto de no retorno. La democracia no es el ejercicio de un derecho, es la aplicación de este. El peligro de pensar que el solo hecho de votar legitima aun cuando no se tenga conocimiento de la decisión, es mágico y romántico. De esos pensamientos que tanto nos aquejan, igual a afirmar que mañana será un mejor día, que este mundial ganaremos el anhelado trofeo. No se trata de usar una boleta, se trata de expresar la voluntad. La voluntad debe ser consciente, única y personal, de ahí la discusión de los acordeones. Seguramente en el camino de las elecciones judiciales el esquema cambiará, porque es un desgaste de recursos, una falsa democracia y una mala práctica mantener algo así. 

Pienso que la libre elección nos quita algunos problemas que hemos demostrado, a creces, nuestra incapacidad para solucionarlos de otra manera, pero tampoco constituye una solución a todos los problemas, al contrario, traerá nuevas problemáticas. La democracia, por sí, no es garantía de buena elección. La elección no elimina la corrupción, el nepotismo, la incapacidad o el compadrazgo. Sabemos que la seducción dista mucho de ser la mejor selección. La democracia no purifica las cosas, las expone solamente. La democracia no limpia los hechos, los enuncia solamente. La democracia funciona cuando la decisión es racional, cuando es emocional, como lo vivimos en la pasada elección judicial, resulta peligroso pues se elige desde el desconocimiento y solo por la exhibición 

Area de Opinión
Libre emisión del pensamiento.

Le invitamos a leer más del autor:

Héctor Gil Müller

Abogado egresado de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Autónoma de Coahuila. Cuenta con estudios de especialización en Filosofía del Arte, Concertismo en piano y órgano clásico, así como en Derecho Fiscal.

Leave a Reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.