OpiniónColumnas

La crisis no es cultural, es de pensamiento

Generación de Cristal

Vivimos una época extraña. A cada paso, parece que la lógica retrocede ante la emoción, que la razón cede terreno a discursos ideológicos. Lo más alarmante es que esto no es un fenómeno local: en Guatemala, apenas estamos viendo las primeras grietas. En otros países, la cultura y las leyes ya han sido profundamente transformadas por narrativas donde lo racional es visto como opresivo y el pensamiento crítico como sospechoso.

Ante esto, muchos señalan a los jóvenes: dicen que «están perdidos», «no tienen sentido común», «se dejan manipular». Pero ¿de verdad es culpa de ellos? ¿O es simplemente el resultado inevitable de una estrategia disfuncional?

La verdad incómoda es que la mayoría de nosotros no fue educada para pensar, sino para repetir ideas que otros definen como correctas e incorrectas. Esto había funcionado parcialmente hasta ahora, pero ¿qué pasa cuando llegan nuevas narrativas? Da igual entonces si resisten o no a un análisis de sus argumentos, igual serán repetidas. Entonces esa estrategia de repetir deja de ser lo que mantiene una sociedad funcional y se convierte en lo que la condena a la destrucción de su cultura. Tiene sentido que la hayamos utilizado antes: es mucho más fácil repetir. Por esto, se repite en las escuelas, el hogar y las iglesias aquello que se debe seguir por ser lo «correcto». El problema es que esto abre la puerta a que pase lo mismo, pero con ideas que ya no son tan coherentes. Si se cría una generación entera a repetir lo que les dicen, ¿qué creemos que va a pasar cuando se les diga algo que está mal? Aquí es donde nos encontramos hoy, con una grieta gigante en la estrategia donde siempre estaremos a una crisis cultural del colapso.

Que los jóvenes hayan dejado entrar a su set de ideas y creencias una serie de ideologías desprovistas de lógica es una consecuencia natural de una falta de capacidad de pensar críticamente. Aun así, intentamos lo mismo, redirigirlos a las ideas que consideramos correctas, pero ¿de verdad cambiaría algo a largo plazo? Imaginemos que funciona y que evitamos esta crisis, ¿qué pasará en unos años cuando venga otra? ¿Volverán a ganar las ideas más lógicas? 

Es evidente que necesitamos otra forma. Una donde no se forme a los jóvenes en las ideas «correctas», sino donde se consiga que lleguen ellos mismos a ellas. Debemos formar una generación capaz de pensar, de argumentar, de cuestionar incluso las ideas que más les atraen. Si una idea es mejor, sobrevivirá en un terreno donde la razón sea la regla. Esto no solo conseguiría mantener el status quo, sino que construiría los cimientos para una mejor sociedad, una mejora continua de sus narrativas, creencias y principios más básicos.

Solo una sociedad que enseña a sus ciudadanos a pensar podrá resistir las olas ideológicas del futuro.

No se trata de imponer ideas, sino de construir una cultura donde solo sobrevivan aquellas que resisten el escrutinio. Cambiar el enfoque educativo no es una solución rápida, pero sí la única duradera. Y entre todos los espacios posibles, el hogar es el más fértil para iniciar este cambio. Allí debemos educar no con la intención de transmitir respuestas «correctas», sino con el propósito de formar mentes capaces de hacer preguntas profundas. Si queremos jóvenes verdaderamente libres, debemos darles algo más valioso que respuestas: las herramientas para descubrir la verdad por sí mismos.

Area de Opinión
Libre emisión del pensamiento.

Le invitamos a leer más del autor:


Descubre más desde El Siglo

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Ian André Castillo Morales

Estudiante de Comercio y Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco Marroquin.

Descubre más desde El Siglo

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo