Tu felicidad es mi felicidad
Meciendo mi escasa memoria de la niñez, tengo presente la sombra de un árbol de amate en la que por las tardes, sobrevolaban los pájaros con gran algarabía, antes de dormir. Frente a este majestuoso monumento del verdor, en el mero centro del pueblo de Quetzaltepeque, emergía el edificio municipal con sus amplios corredores y una torre con un reloj que marcaba perezosamente el tiempo.
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