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Las Narrativas

Teorema

Una narrativa, en el lenguaje coloquial, se refiere a la creación de una anécdota, desarrollada de tal forma, que parezca ser creíble. Sin embargo, la caracteriza, principalmente, la ausencia total o parcial de evidencias que permitan comprobar la veracidad de lo que afirma.

Adelante ofrezco un ejemplo de narrativa:

Una persona que ocupa un importante cargo de elección popular, mismo que le confiere derecho de antejuicio, se fue de parranda a una ciudad cercana a la capital.

En la reunión hubo tragos largos y todo tipo de estupefacientes. El funcionario en cuestión demostró ser un bebedor consumado, gran fumador de todo y poseedor de un brazo con muestras de pinchazos.

Barrió con todo cuanto le pusieron enfrente. Empinaba la cabeza, doblaba el codo y bebía como descosido. Pero la fiesta estaba muy bien equipada y había “de todo”, y de sobra.

Cuando la fiesta terminó, borracho, cruzado y necio, el funcionario insistió en manejar su propio automóvil. Le advirtieron que está demasiado pasado y que podía sufrir un accidente, pero, los tragos lo hacen sentirse muy machito y es bolo terco. Trastrabeando se subió al automóvil con una jovencita medio dormida que aceptó ir con él.

En el camino, conduciendo bien a tusa y a alta velocidad, se salió del camino varias veces, pero siempre recuperaba el control.

Sin embargo, no alcanzó a ver a un transeúnte y lo atropelló. Se bajó del automóvil para ver a su circunstancial víctima. La noche era inmensa, hacía frío, había oscuridad y el funcionario temía que pudiera iniciarse el tránsito de quienes madrugan.

Estaba en un lugar rural, desconocido, alejado de todo. Consideró fugarse, al fin, nadie lo había visto. Nadie, excepto la chica que lo acompañaba y que se había despertado, Pero ella guardaría silencio.

Al lado de la carretera, el atropellado no se quejaba, pero había empezado a sangrar. Horas después, con heridas mortales fallecería antes de llegar a un hospital.

La adrenalina segregada por el accidente le quitó un poco la borrachera al funcionario. Ahora lo que tiene es susto y un deseo desesperante de dormir y descansar.

Acelera, pero vuelve a cabecear, adelante, pierde el control y siente que un maldito poste se atravesó en su camino y no lo pudo evitar. Golpeó su carro en un costado.

El automóvil ya sin control cae de lado, arrastrándose sobre el pavimento humedecido por el rocío de la noche.

Las bolsas de seguridad de ambos pasajeros se activan, evitando fracturas y golpes mayores a sus ocupantes, quienes resultaron golpeados, pero sin huesos rotos, con contusiones, pero ilesos.

El funcionario le pide a su acompañante que desaparezca antes de que llegue la policía. Le dice que se aleje, que camine un par de cuadras y llame a un Uber para ir a su casa. No debe decir nada ni a su familia, ni a sus amistades. A nadie.

Le advierten que, si habla, ambos tendrán problemas con la justicia y él no podrá ayudarla. En cambio, si se calla, todo saldrá bien. Sin embargo, ella con tanto miedo como desconfianza, a pesar de su propio estado de embriaguez, permanece con él. Quizá temió que este dijera que ella iba manejando.

Poco después llega la policía y más tarde, los bomberos y unos correligionarios que el funcionario ha llamado por teléfono.

La policía toma cartas en el asunto e intenta detenerlo de acuerdo con los procedimientos establecidos. Sacan su equipo para medir la cantidad de alcohol en la sangre, pero él se resiste, terminantemente.

Pregunta los datos del oficial a cargo y, en su presencia, llama al ministro a su casa y le exige indicar al jefe de los patrulleros que estos deben ponerse a sus órdenes.

El oficial está muy molesto por el abuso, la prepotencia y los gritos ofensivos con que se comporta el funcionario. Quisiera someterlo a la fuerza, pero intimidado con las credenciales que aquel energúmeno ha mostrado, se aguanta en espera de la llamada.

El funcionario se ha resistido también a qué le extraigan una muestra de sangre para examinar el posible (además de notorio) consumo de estupefacientes.

La condición de embriaguez ha ido desapareciendo, lo que favorece que argumente, acalorado, y se escude en su condición de alto funcionario público. Con sus amenazas ha conseguido intimidar a los agentes, quienes, al recibir órdenes de su jefe superior, provenientes de sus superiores y del mismo ministro, lo dejan marchar.

Los bomberos insisten en trasladarlo al hospital Roosevelt, que es el más cercano, o a uno privado de su elección. El funcionario se niega, terminantemente. Un correligionario lo mete en su carro y no informa adónde lo lleva. Para los bomberos es un dato desconocido al momento de redactar su propio informe, que es independiente del de la policía.

En un hospital privado, el funcionario vuelve a negarse, terminantemente, a que le extraigan una muestra para conocer su tipo de sangre.

Empero, dentro del vehículo, que quedó seriamente averiado se encontró que las dos bolsas de seguridad habían operado, hay restos de licor, cerveza y tres “colmillos” de estupefacientes. Además, en la parte delantera exterior del vehículo hay restos de sangre, posiblemente humana.

El ministro, convertido en cómplice, busca tapar lo acontecido haciendo cambios en los partes policiales. Guarda en su archivo personal el “parte” original y hace un nuevo parte. Cuando el funcionario lo lee, le hace nuevos cambios. Así, hay tres partes policiales. El primero, en poder del ministro (aseguró al funcionario que lo había quemado) el segundo, destruido personalmente por el funcionario y el tercero que se convierte en parte oficial, mismo que firman otros agentes.

Los miembros de la patrulla, que durante dos horas recibieron insultos del funcionario, fueron trasladados a un departamento lejano.

Esta narrativa, lo es porque deja varias preguntas sin responder. De ser respondidas, con datos veraces, se volverían evidencia con valor jurídico para sustentar un juicio en contra del funcionario.

Habría que dar respuesta a las siguientes preguntas, entre otras:

  1. ¿Dónde fue la fiesta a la que fue el funcionario?
  2. ¿Qué otras personas estaban en esa fiesta?
  3. ¿Por qué no impidieron que se fuera manejando su carro, dado el estado de ebriedad en que se encontraba?
  4. ¿Quién era su acompañante y cuál es su relación con el funcionario delincuente?
  5. ¿Quién es la persona atropellada? ¿Adónde lo llevaron y quiénes son sus parientes? Ellos podrían necesitar protección.
  6. ¿A qué hospital lo llevaron?
  7. ¿Verdaderamente falleció?
  8. ¿Qué dicen los deudos? ¿Han sido intimidados? ¿Necesitan protección judicial?
  9. ¿Han comprado su silencio con dinero o con amenazas? ¿Están dispuestos a denunciar?
  10. Aún si los deudos más cercanos se han comprometido a guardar silencio, ¿hay otras personas cercanas en su familia o dentro de sus amistades, que sepan lo que sucedió y estén dispuestos a declarar bajo juramento?
  11. ¿Cómo se llama el oficial que hizo el parte original? ¿Dónde se encuentra?
  12. ¿Está dispuesto a contar lo que sucedió?
  13. ¿Qué dice el parte que conserva el ministro?
  14. ¿Qué sucedió con el carro y las evidencias encontradas dentro de él? ¿Qué sustancia contenían los “colmillos”?
  15. Se dice que el carro tenía manchas de sangre ¿Pertenecen a la persona atropellada?
  16. ¿Ha tomado cartas en esto el INACIF? ¿Han analizado ellos la sangre encontrada?
  17. ¿Hay testigos del accidente contra el poste que puedan contar lo que vieron?
  18. ¿Quién es el correligionario que asistió al funcionario al momento del choque contra el poste?
  19. ¿En dónde se encuentra el vehículo en este momento?
  20. ¿Cuál hospital dio ingreso en esa fecha, en su sala de emergencias a una persona entre las 4 y las 5 de la madrugada?
  21. ¿Cómo se llama el médico de turno, las enfermeras y otro personal que atendió al funcionario?
  22. Mientras no existan respuestas claras, basadas en datos que se puedan demostrar, lo anterior seguirá siendo una narrativa sin valor judicial

Con una o más de una que tenga respuesta, a partir de ella, investigadores especializados podrán seguir el hilo que conduce a las otras respuestas.

De ser así, podrían presentarse cargos contra el funcionario, mismos que incluirían los siguientes:

1. Consumo de estupefacientes
2. Transporte de estupefacientes en su automóvil
3. Manejar en estado de ebriedad
4. Atropellar a un transeúnte
5. Dar muerte al transeúnte
6. Fugarse, en vez de auxiliar al atropellado
7. Chocar y causar daños a un poste propiedad municipal u otra entidad.
8. Insultar a los policías que llegaron a atender el suceso
9. Resistirse al arresto
10. Utilizar su condición de funcionario público para que lo dejaran marchar
11. Amedrentar a los policías que atendieron el siniestro (él y otros en su nombre)
12. Negarse a pruebas de alcoholemia y de sangre para detectar el posible consumo de licor y de estupefacientes.

En términos técnicos:

  1. Homicidio culposo
  2. Posesión ilegal de drogas
  3. Delito de tránsito
  4. Todo, con el agravante de evasión de la justicia

Estos delitos tienen diferentes penalidades, incluyendo prisión. Pero esta es sólo, una narrativa.

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José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.

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