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Pasión: la llama que da sentido

Desde La Ventana De Mi Alma

Hay palabras que tienen tanta fuerza que parecen contener un universo entero en su significado. Pasión es una de ellas. Su sola mención despierta algo dentro de nosotros: un recuerdo, un deseo, una energía dormida que nos recuerda que seguimos vivos. Y es que la pasión no es un mero impulso ni una emoción pasajera; es una llama que da sentido, la chispa divina que impulsa al ser humano a trascender la rutina, a mirar más allá de lo evidente, a dejar huellas en lugar de solo pasos.

Cuántos de nosotros preferimos ir por la vida sin poner énfasis en lo que realmente queremos alcanzar para sentirnos satisfechos de lo logrado, sin ser conscientes de que esa postura es como dejar de ponerle leños a la hoguera en una noche fría. Vivir sin pasión es caminar bajo un cielo gris donde el alma se adormece. Es dejar que el fuego interior se apague poco a poco, hasta convertirnos en seres que respiran, pero no arden, que se mueven, pero no sienten.

Personalmente, debo reconocer que en distintos momentos de mi vida he perdido esa llama. He transitado etapas en las que el deber, la costumbre o el miedo me alejaron del fuego interior que da propósito a cada acción. Me he sorprendido actuando por inercia, sin la intensidad de quien se sabe protagonista de su propio destino. Pero también he comprendido que el fuego puede renacer, que basta una chispa para que todo cobre sentido nuevamente. Esa chispa suele aparecer en forma de una persona, un proyecto, una convicción o incluso un instante de profunda conexión con la vida.

Ser proactiva, actuar con decisión, implica reconocer cuándo es necesario ser fuego. No hablo de una pasión desbordada que destruye, sino de esa energía vital que impulsa a crear, amar y defender lo que creemos justo. La tibieza no tiene cabida cuando se trata de vivir, amar, sentir o defender aquello que tiene verdadero valor. Porque lo tibio no transforma; solo prolonga la espera de lo inevitable. Y si algo merece ser vivido con plenitud, es la propia vida.

La pasión, la fuerza y la coherencia son la chispa que encienden el espíritu y nos conducen a no permanecer en la sombra, sino a ser parte activa de un propósito mayor. No se trata únicamente de alcanzar metas o cumplir sueños personales; se trata de vivir con conciencia y sensibilidad, de encender en otros la luz que llevamos dentro. Quien actúa con pasión contagia vida, inspira y transforma sin proponérselo, porque su fuego interior se irradia como el calor del sol que no pide permiso para brillar.

Sentir pasión por lo que hacemos y creemos es una manera de honrar el don de existir. Es tener la valentía de romper paradigmas que nos desconectan de lo auténtico, de atrevernos a mirar el mundo desde lo que sentimos, no solo desde lo que pensamos. La pasión es ese puente que une razón y corazón, impulso y propósito. Nos enseña que la plenitud no se alcanza acumulando logros, sino ardiendo en la certeza de estar donde debemos estar, haciendo lo que amamos y siendo coherentes con lo que decimos creer.

La tibieza, en cambio, es el enemigo silencioso de la realización. Nos adormece, nos acomoda, nos hace creer que sobrevivir es suficiente. Pero la vida no se hizo para ser soportada; se hizo para ser vivida con intensidad. Cuando actuamos desde la pasión, la existencia se vuelve más luminosa. El esfuerzo deja de ser sacrificio y se convierte en ofrenda; el error ya no es fracaso, sino aprendizaje; el dolor, un recordatorio de que seguimos sintiendo.

Por eso, nunca es tarde para volver a encender las brasas del alma. A veces, basta un acto de sinceridad con uno mismo para reconocer que hemos estado caminando sin fuego. Y entonces, el alma se estremece y pide volver a arder. Pide volver a sentir, a crear, a amar con todo su ser.

Ser apasionado no es una cualidad reservada a unos pocos; es una elección consciente que todos podemos tomar. Es decidir vivir en plenitud, lejos de lo tibio y cerca de lo esencial. Es encender esa llama interna que nos da sentido y que, al arder, ilumina también el camino de los demás.

Porque al final, solo lo que se hace con pasión perdura. Todo lo demás se desvanece como humo en el aire.

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Angie Lu

Lcda. en Ciencias de la Educación. Universidad Estatal.Guayaquil. Lcda. en Filosofía y Letras. Universidad Central del Ecuador. Columnista Periódico "EL SOL" Cartagena- COLOMBIA. Columnista Diario. La TRIBUNA. México. Articulista: Revista TOP MAGAZINE. Orlando-Florida Articulista Diario EXTRA. San José. Costa Rica. Articulista periódico Canarias Opina. Telde, Islas Canarias. ESPAÑA. Escribo por vocación para comunicar y por necesidad vital, creo que la palabra escrita es inmortal y es el acto libertario mas poderoso que existe y más aún podemos crear sinergia colectiva a través de la lectura. Escribo para divulgar mis emociones recogiendo metáforas simples o complejas, que me permitan meditar para existir y coexistir buscando la armonía con mis congéneres, y para celebrar con la palabra la belleza de la vida y el universo.

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