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La dicotomía social entre masa e individuo

Del Escritorio del General

La tensión permanente entre el individuo y la masa ha sido uno de los ejes centrales del pensamiento político moderno. En ese debate, José Ortega y Gasset introdujo una de las reflexiones más influyentes del siglo XX al conceptualizar la figura del hombre masa, no como una clase social específica, sino como una actitud vital: la renuncia al esfuerzo individual y la delegación de la responsabilidad personal en estructuras colectivas que prometen seguridad, igualdad y bienestar sin mérito ni disciplina.

Para Ortega, el hombre masa surge cuando amplios sectores sociales, amparados en reivindicaciones legítimas o artificiosas, exigen derechos sin asumir deberes. Se trata de un individuo que reclama libertad, pero rechaza la responsabilidad que esta implica; que invoca justicia social, pero desconfía de la iniciativa individual; que aspira al progreso, pero sin aceptar el sacrificio que lo hace posible.

El liberalismo clásico, representado por John Locke y Adam Smith, parte de una premisa fundamental: el ser humano es libre por naturaleza y posee derechos previos al Estado, entre ellos la libertad, la propiedad privada y la capacidad de emprender. Desde esta óptica, el Estado no es creador de derechos, sino su garante.

En esta misma línea doctrinaria, Friedrich Hayek sostuvo que los precios no deben ser fijados por decretos ni por decisiones políticas, sino que emergen de manera espontánea a través de la oferta y la demanda. La producción —y no la regulación excesiva— constituye la base del crecimiento económico.

John Rawls, desde el liberalismo político, señaló que el Estado de derecho solo puede sostenerse sobre el respeto irrestricto a la libertad individual. Cuando el Estado excede sus límites naturales y pretende regular de forma determinante la vida económica y social, rompe con los fundamentos mismos de su legitimidad.

La realidad contemporánea demuestra una tendencia peligrosa: la sobrelegislación y la expansión desmedida del poder estatal. Los políticos son empleados del ciudadano, no sus tutores. El poder emana del pueblo y debe servir al progreso, no sustituirlo.

Adelante, con espíritu de vencedores.

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Francisco Bermudez Amado

General de División ex Ministro de la Defensa, Analista político.

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