
No existe el marxismo cultural
Generación de Cristal
Hace un par de días realicé una breve búsqueda sobre el tema del título. Le hice la pregunta «qué es marxismo cultural» a Google y entré al primer resultado que encontré. Fue, por gran fortuna, la fuente más objetiva de conocimiento a la fecha: Wikipedia. Para mi sorpresa, la página decía que el marxismo cultural no existe y que «es una teoría conspirativa antisemita de extrema derecha». Aunque estoy en desacuerdo con la ligera falta de objetividad de la entrada, concuerdo a medias con la conclusión inicial: no existe el marxismo cultural. Por supuesto que existen los puntos que con frecuencia se describen con esa etiqueta, como las teorías de género o las «políticas de identidad». El problema está en otro lado, uno que la derecha ignora por completo: estas cosas «progresistas», «woke», posmodernas, no tienen nada que ver con el marxismo.
El marxismo es quizás la postura política peor entendida de la historia. Cuando se le pregunta a alguien sobre él, con frecuencia se encuentra un rechazo o un apoyo desmesurado. Aun así, si se le pregunta qué es con detalle, casi nunca sabrá qué responder. Por esa razón, es necesario explicar las dos posturas esenciales que lo definen: el materialismo histórico y la dialéctica marxista.
El materialismo histórico es la visión que afirma que toda la historia puede comprenderse como la lucha de clases. Es decir, que todas las sociedades humanas se han organizado en dos grupos, dos clases: opresores y oprimidos. Esta opresión es, como lo dice el propio nombre, material y, por tanto, objetiva. La dialéctica marxista es la visión que afirma que la historia se dirige hacia un punto específico por medio de la lucha de sistemas con sus contradicciones internas. Un ejemplo claro son los sistemas feudales: estos, en un punto, empiezan a colapsar sobre sí mismos, dando paso al capitalismo. Esta lucha continúa hasta llegar al fin de la historia: el comunismo.
Ignoremos un poco lo absurdo que suenan ambas visiones (la segunda en especial) y enfoquémonos en una característica clave de ambas: son objetivas y absolutas. Existe, para el marxismo, un lugar absoluto hacia donde se dirige la historia, y esta misma se entiende en términos materiales y objetivos.
Esto es, literalmente, lo contrario a la visión progresista, «woke» o, mejor dicho, posmoderna. Los puntos principales de esta se enfocan en la autopercepción, en el lugar de la persona en la sociedad; es decir, jamás en términos materiales. La crítica principal del posmodernismo a la sociedad actual es precisamente que consideramos como absolutos los fenómenos que son para ellos, culturales. Por ejemplo, dicen que el género es un constructo social. ¿Qué quiere decir esto si no que el género es subjetivo, contextual, relativo? Lo mismo aplica a las relaciones de poder. Ya no son materiales y objetivas, son ahora sociales. Mencionan sus intelectuales, y sus no tan intelectuales, que representar el género de alguien de forma incorrecta es oprimirlo. ¿Cómo sería esto una evolución del marxismo, tan tajante en su definición material y objetiva de opresión?
La realidad es que la derecha fija a sus enemigos como marxistas desde la Guerra Fría. Este fue su rival más grande, en especial para la derecha norteamericana, y se generó un aura anticomunista gigantesco en reacción. En nuestro propio país, se llegó a perseguir a toda persona que oliera a comunismo, aun en los casos donde evidentemente no lo era. Por eso, la derecha mantiene la inercia de ver a todo lo «malo» como marxista. Me parece que esa es la razón detrás de llamarle «marxismo cultural» a una serie de visiones que no tienen nada que ver con este.
En una gran ironía, el marxismo hoy se parece más a la derecha que al posmodernismo. Ambos analizan la realidad con lentes materialistas y pretenden que la historia se dirige hacia un lugar específico. La derecha conservadora, por ejemplo, actúa como si la historia avanzara hacia la degradación de la sociedad. Por eso, su estrategia es resistir esa involución y conservar lo que puede. Es, en esencia, una conclusión muy parecida al marxismo, pues da una dirección absoluta a la historia (el caos). Jamás se le ocurriría al posmoderno afirmar algo así. Por otra parte, la derecha liberal mantiene criterios objetivos, ya sea a través del derecho natural, el utilitarismo o cualquier otra visión. En todos los casos persiste la misma pretensión de objetividad del marxismo. Es esto lo que critica el posmodernismo y es por eso que, en realidad, no rompe solo con la derecha, sino con todas las visiones políticas que no sean la suya, incluyendo al marxismo. Representar al posmodernismo como una evolución de este es una pura confusión. Por eso, mantener la estrategia y retórica anticomunista ya no va a funcionar.
Dejen de preocuparse por los marxistas. El enemigo de la derecha contemporánea ya no es la izquierda: es el posmodernismo.

Le invitamos a leer más del autor:
Descubre más desde El Siglo
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.