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¿Qué tan congruente es nuestra cultura organizacional?

Liderazgo

Imagine un frondoso y majestuoso árbol. La mirada suele ir primero al verde follaje, las ramas, las flores y los frutos; después, al tallo o tronco. Pero lo que no se ve —las raíces— da sostenibilidad a todo lo visible. ¡Igual que en una organización! ¿Le parece si lo vemos?

Las hojas, ramas y frutos representan lo que clientes y proveedores perciben al interactuar con los colaboradores de una empresa: gestos, hábitos, conductas. Por eso, todo detalle visible puede fortalecer o debilitar la imagen y el vínculo que une al cliente con la empresa.

Cada elemento del follaje cumple una función: las ramas («departamentos») se extienden para captar recursos y clientes; las flores propician la renovación al generar semillas («innovación») que aseguran continuidad; las hojas son «clientes» que permanecen.

De modo similar, cada conducta de los miembros de los distintos departamentos cumple un papel vital; ninguno sobra. Lo curioso es que la naturaleza vegetal lo sabe, pero la humana a veces lo olvida: egos, rivalidades, vanidades… Entonces, los frutos corren el riesgo de no madurar y la cultura se contradice; si esto sucede, la estrategia se tambalea.

El tallo o tronco («actitudes») muestra poco de sí mismo, guarda capas en su interior. Su solidez y funcionalidad —organigrama, procesos, relaciones, políticas, clima laboral— son esenciales: si se resquebrajan, la copa del árbol podría desplomarse. Lo no visible sostiene.

Las conductas brotan de las actitudes. Un saludo amable al cliente («rama y fruto») nace de la actitud de cortesía («tronco o tallo»). La coherencia en las actitudes sostiene el follaje. El tronco transporta nutrientes desde las raíces y la corteza protege en la adversidad.

Los comportamientos visibles crecen gracias a un tallo que los sostiene. Pero ¿qué nutre al tallo? ¿Qué le da vigor y salud? Comprendemos entonces la importancia de lo no visible que da sentido a lo visible: las raíces, el ADN de la empresa. Lo esencial nunca es invisible.

No solo «amarran» el árbol al suelo o al entorno, también extraen de él los nutrientes que son la esencia del crecimiento: principios y valores, creencias firmes y profundas. De esas «raíces» brotan las actitudes (tallo), que se transforman en conductas y resultados (frutos).

De ese modo, la coherencia entre valores, actitudes y conductas visibles se convierte en fuente de credibilidad para el cliente, pertenencia para los colaboradores y responsabilidad en los líderes como embajadores y promotores de la cultura. Ese es el sello que perdura.

Existen «evaluaciones de cultura» que, si no miden la coherencia entre «raíces», «tallo» y «follaje», terminan siendo solo un ejercicio comparativo entre empresas. Su verdadero aporte está en reorientar esa coherencia, tomando los valores y principios como anclas para edificar una cultura sobre la cual caminan las estrategias. Lo esencial permanece invisible.

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German Retana

Consultor desarrollo gerencial Profesor Emérito INCAE Business School gr@germanretana.com

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