OpiniónColumnas

El ralentí y la risa 

Conversemos Acerca De:

Tal vez el término ralentí resulta poco conocido, no así para técnicos y especialistas vinculados a autos y vehículos en general, ya que me refiero a «la velocidad mínima a la que un motor de combustión interna puede funcionar sin apagarse cuando el vehículo está detenido y no se acelera». En mi caso, soy uno de los tantos que cuando el vehículo tiene dificultades “va de cabeza al taller” y eso sí, como curioso-investigador le pregunto al mecánico-electricista ¿qué pasó?

Dónde posiblemente la preocupación se “diluya” un tanto con la rápida y eficiente reparación, pero que se “concentre” en función del costo, que de ser este “amigable” y que resulte comprensible con el gasto previsto, la respuesta fisiológicamente sea la adecuada: los músculos faciales se activan para formar la expresión, enviando señales al cerebro que libera neuroquímicos como endorfinas, dopamina y serotonina, es decir generar una sonrisa hecho que me produce una reducción del estrés, además de contribuirme a una sensación general de felicidad y relajación.

Les confieso soy una persona de poco sonreír, donde si bien comparado con la risa lo que implica esta ultima un sonido (carcajada) como reacción más intensa a diferencia de sonreír que es un acto más leve y silencioso. 

¿Y el hecho de sonreír con dificultad, estará determinado por la profesión, ser docente, además de directivo? Estoy casi seguro que ante dicha interrogante se levanten muchas manos inmediatamente y sobre todo del gremio, en aras de pedir la palabra y responder NO.

Recibir a los estudiantes – sin distinciones de edades, ni del subsistema a que pertenezcan (kínder, primaria, secundaria, universitario) con una sonrisa es adecuado, generando, transmitiendo amabilidad, cortesía, un entorno amigable, positivo y propicio, considerada por la medicina como una sonrisa “social”, donde solo se mueven los labios, no así los ojos, a diferencia de la “genuina” donde se mueven tanto los labios como los ojos.

Sonreír favorece a fomentar la confianza y la compenetración, a un mejor desarrollo social y emocional, a que los estudiantes desarrollen su autoestima y confianza, creando un ambiente de apoyo e inclusive mejorar la comunicación y la colaboración entre alumnos y profesores, lo que conduce a una mejora de las relaciones y a una experiencia de aprendizaje más satisfactoria.

¿Y de la sonrisa a la risa (incluye carcajada)?

Ya acá entramos en una situación un tanto más puntual, diría que propicio y oportuno, siempre que se creen las condiciones adecuadas y mucho mejor cuando resulta espontánea – excluyendo por supuesto la acción de uno o varios estudiantes que conlleven a burlas por cualquier motivo que fuese, no siendo admisible – y con ello me refiero a la risa educativa, donde se puede romper “el hielo” con presentaciones (videos, imágenes) que conlleven a la reflexión, favoreciendo siempre el factor educativo: comprensión, aprendizaje y enseñanza, un ambiente más distendido y en general, una clase más agradable. 

Luego si usted es de las personas que tienen su ralentí a la velocidad – sonrisa mínima, no dude de vez en cuando reír, ya que la risa ayuda a cambiar perspectivas y disfrutar de una interacción respetuosa pero divertida entre docente y estudiante.

Area de Opinión
Libre emisión del pensamiento.

Le invitamos a leer más del autor:


Descubre más desde El Siglo

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Ernesto González Valdés

Nació en la ciudad de La Habana, Cuba y es nacionalizado Nicaragüense tiene estudios superiores de Licenciatura en Pedagogía y posgrados en Química Orgánica y elaboración de materiales didácticos.

Leave a Reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde El Siglo

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo