
Un estado en calamidad
Cada vez que se desparraman irracionalmente los intereses y causan incendios como los del Petén, o bien cuando la naturaleza nos arremete con abundantes lluvias o temblores, los gobernantes hablan de un Estado de Calamidad.
Escamotean con esta frase y mentalidad, el verdadero problema del país. De ahí que Luis Zurita en relación al mal uso del agua, me decía que en el país existen 200 puntos de agua los cuales deberían de ser ubicados y a su vez utilizados con justicia social. En otra oportunidad, especialistas de la Universidad de Almería nos visitaron y el interés era que nos orientaran respecto al “problema” del llamado “corredor seco”. La respuesta fue, ustedes no tienen déficit de agua. El problema es mala utilización. Igual los alemanes señalaron a este lugar como “el corredor seco con agua”.
Otro ejemplo maravilloso que ilustra nuestra desastrosa gestión municipal, fue cuando un grupo de estudiantes de la Facultad de Farmacia le indicaron a un alcalde que la manera de evitar los problemas de enfermedades de la niñez, era entubar y hacer potable el agua. La respuesta fue, que eso no se veía como obra porque se escondía en los tubos del precioso líquido.
En fin, si examinamos los municipios del país, encontramos una excesiva contaminación de las cuencas y microcuencas. Mal uso del agua, erosión de los suelos, basureros por doquier y una exagerada deficiencia administrativa, amén de la poca transparencia en el uso de los recursos financieros. Si de lo micro vamos a lo macro, o sea al gobierno central, descubrimos los mismos problemas, pero agrandados con mayor nivel de complejidad. Esto nos conduce a un desastre nacional, que no es por la ausencia de lluvia o por temblores que hacen cimbrar la tierra, sino por la incapacidad que se expresa en una escaza sensibilidad humana. Ausencia de competencias técnicas, de planificación estratégica. Falta de voluntad política y por supuesto, por el mal que nos aqueja desde hace largos años, como es la excesiva ambición de convertirse en hacendados o grandes negociantes, a costa del drama de la nación.
Los problemas de Guatemala se asoman trágicamente en la epidermis de la piel. Pero si escarbamos un poco más a fondo de las ronchitas rojas y dolorosas que cubren el cuerpo viviente de la nación, descubrimos la ausencia de un verdadero Estado de Derecho. Y esto es lo esencial, porque para alcanzar el bienestar en salud física, espiritual, moral, material, habrá que asumir una actitud que se base en los principios éticos de la vida cristiana y de los postulados morales de la espiritualidad de los pueblos originarios. De lo contrario el otro, siempre será un extraño. Alguien del cual debo desconfiar y del cual nos importa un “comino” su vida personal.
Nuestro país ya no está para juegos de apariencias, porque la vida humana está siendo cimbrada por la irracionalidad de los que poseen riquezas y por la actitud poco competente y transparente de nuestras autoridades del Estado y politiqueros de ocasión. Resulta necesario una actitud juiciosa porque “tanto va el cántaro al río, que al fin se rompe”.
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