
El regreso triunfal de Trump: Como estamos para no desintegrarnos
Sueños…
“La historia universal continuó su curso, los dioses demasiado humanos que Jenófanes atacó fueron rebajados a ficciones poéticas o a demonios, pero se dijo que uno, Hermes Trismegisto, había dictado un número variable de libros en cuyas páginas estaban escritas todas las cosas.”
Jorge Luis Borges
Una historia tergiversada
La historia de los países americanos del sur está por escribirse. Por el momento sabemos que es una de las regiones más desiguales del mundo. Y que esa desigualdad puede tener muchas causas. Una que la mayor parte de estas colonias, devenidas sin querer en Estados, fue colonizada por una de las sociedades más atrasadas y conservadoras de Europa, por España.
En el momento de inicio de la invasión y conquista de estos territorios, España vivía la construcción de un régimen autoritario gobernado por los castellanos, que perseguían y destruían toda la cultura griega, árabe y romana. Su estandarte era el terror por medio de su ejército de ocupación, la inquisición.
La inquisición, brazo armado e intelectual de los españoles, sometió a los pueblos indígenas por la fuerza llegando a exterminarlos. Quemando sus documentos y símbolos culturales y religiosos. La independencia, narrada como una gran hazaña, no es más que la toma de porciones de la colonia por parte de élites descendientes de la corona, que renegaron de sus orígenes y se presentaron como héroes de la independencia. Creando pequeños reinados, llamados Estados por la fuerza de la moda del momento.
En América mal llamada latina, se crearon sociedades encabezadas por grupos de élite que tomaron posesión de las tierras como herederos de los españoles, sin incorporar en ningún momento a las mayorías ladinas, mucho menos a las naciones indígenas.
Guatemala la economía más grande de Centroamérica
Guatemala uno de aquellos países conformados como Estados capitalistas-semifeudales. Hoy es la mayor economía de Centroamérica en términos de población (estimada en casi 18 millones) y con la mayor actividad económica del istmo (con un PIB de 104.400 millones de dólares en 2023). Terminando el 2024 mantiene un crecimiento estable, con un promedio de 3,2% en una década, entre 2014 y 2023, muy positivo ya que está, según el Banco Mundial, por encima del promedio de América Latina y el Caribe, respaldado por una gestión fiscal y monetaria eternamente prudente. Se proyecta que el crecimiento alcance el 4% en 2024.
Y aquí viene el lado sombrío. Este exitoso crecimiento económico no se ha traducido jamás en una reducción significativa de la pobreza. Según organismos internacionales, hasta el 2023, el 55% de la población vive en la pobreza y la economía informal representa el 49% del PIB, con un 71% de la población empleada trabajando en el sector informal, lo que se traduce en bajos salarios, nula protección de la salud, pobreza, analfabetismo y propensión a la migración masiva.
Según el Banco Mundial, existen factores estructurales (concentración de la tierra en pocas manos, uso intensivo de los recursos minerales, poco financiamiento para educación y salud) que limitan el acceso a los servicios básicos y a las oportunidades de empleo productivo, junto con los frecuentes peligros y desastres naturales, son realidades que oprimen a las mayorías. Una de las paradojas de este país ilusorio es que el principal aliado combate la migración apoyada supuestamente por los gobiernos chapines, pero estos gobiernos más bien promueven las famélicas migraciones ya que los que sobrevivan van a financiar a quienes los atormentan. Aunque no se crea los migrantes envían remesas que representan el casi el 20% del PIB.
Cómo salir del subdesarrollo
Desarrollo solo hay uno. Convertir una sociedad en república democrática. Es decir, un Estado con instituciones responsables y creíbles, con elecciones transparentes y respetables, libertad económica y social de los ciudadanos y protección real de la naturaleza. De esos en el mundo solo habrán unos 30 de 200 Estados en el planeta. A esos 200 les pueden llamar subdesarrollados, en desarrollo, atrasados, miserables, endeudados, tercer mundo, etc. La tarea inconclusa desde hace 300 años es como convertir a estos 200 en países desarrollados.
Obviamente, la forma en que se construyeron las repúblicas democráticas es el ejemplo por seguir. Se forjaron los desarrollados incorporando los derechos de libertad, igualdad y equidad en banderas, tal vez no alcanzables, pero sí deseables, para la gran mayoría de los ciudadanos. Si el Estado de derecho es para proteger privilegios de minorías eso no lleva al progreso, sino al deterioro social.
Para avanzar como países hay que crear un Estado fuerte. Pero, un Estado fuerte no es el que tiene un buen armamento, o malgasta su dinero en medios de guerra que nunca usará, y sirven solo para los desfiles militares. Un Estado fuerte es aquel en que el ciudadano se siente representado, intuye que es solidario con él, considera que los funcionarios públicos trabajan por el bienestar de todos y no por camarillas o corporaciones de grupos de interés.
No olvidemos que el Estado es una ficción que nos da unidad. Determina un territorio, unos símbolos patrios, y permite conformar un gobierno, representante legítimo o ilegítimo de un pueblo. La legitimidad se la da que sea electo por un grupo representativo de ciudadanos, en una contienda abierta, con voto igual, individual y secreto; y que realice acciones para el bien común.
El gobierno es la estructura real que representa la unidad ficticia que es el Estado. El Estado ha surgido de la necesidad y la capacidad ciudadana de crear una estructura que nos permita vivir en comunidad de millones de personas que no se conocen. Surge de la consciencia y la realidad de que los ciudadanos no somos iguales, tenemos grandes diferencias y es indispensable que exista una estructura de poder que resuelva los conflictos, proporcione servicios públicos y permita ayuda a los desfavorecidos.
Los países que logran el desarrollo tiene el reto de mantener y controlar el poder del Estado, y su gobierno, empleados públicos y funcionarios, y generar periódicos cambios para mejorar la estructura de gobierno. Este es un gran reto, como mantener, financiar las instituciones, los funcionarios y los funcionarios, que evitar que estas élites se receten privilegios exagerados y terminen cayendo en la corrupción, en la misma medida que las élites privadas.
La mayoría de libertadores o en su calidad inferior, próceres procedían de las élites terratenientes aliadas o dependientes de las élites españolas. Estos personajes, como diría Acemoglu pertenecían a las élites y su proyecto no era crear repúblicas democráticas, no crear Estados semejantes a los que tenían que sustituir por la caída del impero español.
Bolívar, según el historiador Karl Marx “Descendía de una de las familias mantuanas, que en la época de la dominación española constituían la nobleza criolla en Venezuela. Con arreglo a la costumbre de los americanos acaudalados de la época, se le envió Europa a la temprana edad de 14 años.”
“De España pasó Francia y residió por espacio de algunos años en París. En 1802 se casó en Madrid y regresó a Venezuela. Luego se trasladó por segunda vez a Europa y asistió en 1804 a la coronación de Napoleón como emperador, hallándose presente, asimismo, cuando Bonaparte se ciñó la corona de hierro de Lombardía.”
Era lo que había, hasta hoy 200 años después no se ha podido borrar la historia, la ideología del colonialismo. Las nuevas repúblicas no lucharon contra la iglesia ni contra el poder feudal, más bien lo fortalecieron, sin dejar de subirse al triunfante vagón del capitalismo de exportación e importación transnacional. Las instituciones creadas sobre la base del poder colonial. Basta ver los ridículos actos oficiales de la gran mayoría de gobiernos que muestran soldados vestidos con los uniformes de supuesto imperio del que se “independizaron”.
Élites que no nacieron para combatir el feudalismo y promover el capitalismo democrático no permitieron crear una cultura de progreso en este continente americano.
Estas élites que nacieron al margen de las luchas por el progreso, basadas en las consignas de la inquisición y lo retrógrado de España, terminarían por oponerse al desarrollo económico y político, prefieren vivir en países con los peores indicadores sociales, pero con el poder en sus manos.
La llamada independencia no cambio nada en estos dos continentes, América del sur y del norte. Unos amos fueron sustituidos por otros, con la incorporación tardía a la élite de los intelectuales y burócratas.
En algunos lugares, incluso las empeoró cuando fueron las élites locales las que se convirtieron en los nuevos amos explotadores.
Hay cambios en la economía y la sociedad centroamericana. Sí, pero no son esenciales y no van a la par de las conquistas de los países más desarrollados.
¿Qué hacer?
Hay que cambiar la historia, hay que construir repúblicas democráticas con empresas competitivas y solidarias con sus trabajadores, consumidores y con toda la sociedad, para disfrutar de la conducción de las empresas y al mismo tiempo fortalecer los indicadres de sostebilidad social (educación primaria y secundaria de calidad; atención a la salud; creación de empleos amigables con la naturaleza). No se quiere solamente una sociedad creada por un pequeño grupo de élites coloniales para explotar a la gran mayoría de las personas.
Como dirían algunos pensadores hay que luchar contra ese legado histórico para construir la igualdad, para construir la justicia, para construir la libertad.

Le invitamos a leer más del autor:
Descubre más desde El Siglo
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.



