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Coco Chanel

Editado Para La História

¿Cuántas personas no conocemos que son muy vulgares, a pesar de venir de buena cuna o de familias adineradas? De ello se puede concluir que orígenes y dinero no son la base obligatoria para ser bien educado y comportarse bien en sociedad.

Esta reflexión me lleva a recordar a Gabrielle Chanel, más conocida en el mundo de la moda y en la historia en general como Coco Chanel. Sus padres, seguramente analfabetos, ni siquiera pudieron darse cuenta de que el apellido de la niña, al ser registrado, había sido mal escrito por el escribano, por lo que aparecía en su acta de nacimiento como Chasnel. Su padre era, como se dice en francés, vendedor de cuatro estaciones, es decir, verdulero. Su pobre madre, tísica, poco podía hacer para ayudar económicamente a la familia. A los 12 años de Gabrielle muere su madre y su padre deposita a sus dos hijas ante la puerta de un convento y a los tres varones los manda a trabajar de jornaleros al campo. Coco nunca más volvió a ver a su padre.

Con las monjas aprendió a coser y el significado de la palabra disciplina. Cuando cumplió 18, las monjas le dieron dos opciones: tomaba los hábitos o salía a hacer su propia vida. Eso de convertirse en monja no concordada con el carácter de Gabrielle y optó por lo segundo. Se fue con una tía a la ciudad de Moulins que tenía una pequeña tienda de sombreros. A pesar de ser su tía, era solo dos años mayor que ella por lo que realmente era casi como una hermana. Moulins era una ciudad con un cuartel de soldados y había varios cabarets para distraer a los militares. En los entreactos permitían que los asistentes subieran al escenario y al mismo empujó Gabrielle a su tía para cantar en dúo dos canciones, las únicas que se sabían: Cocoricó y ¿Quién ha visto a Coco? (el nombre del perrito de la canción que se había perdido). Los militares gritaban reclamando a “Coco” en el escenario. Así nació su nombre. Allí conoció a un oficial, Étienne Balsan, hombre millonario que pronto la llevó a su palacete cerca de París para convertirla en su amante, una cocotte, como tantas otras que había en París en esta época dorada de la Belle Époque

Pero Coco no era una cocotte que se contentara con ser “una mantenida”. Su deseo era que su hombre la ayudara a abrir un negocio, uno de sombreros y accesorios para damas. Aún era la época de la Belle Époque, época de la mujer flor, aquella que incluso llevaba perfumes florales, con enormes sombreros sofisticados, largos vestidos de organza y, por sobre todas las cosas, estrechos, corsés para realzar el volumen de caderas y senos pero que, con sus cuerdas y ballenas, hacían desfallecer a las mujeres impidiéndoles, respirar y comer como humanamente está convenido. Ella fue una revolucionaria de la moda. Fue la primera que, al ir a una carrera de caballos tomó ropa prestada de su amante, se hizo un muy sencillo sombrero, y allí se presentó ante todas las “elegantes” causando no asombro, sino admiración ante aquella que osaba romper la elegante moda que tanto aplastaba a las mujeres. Cuando, con el paso de los años, un periodista le comentó que era ella la que había llevado a todas las mujeres a cortarse el cabello, Madeimoselle ripostó: -Yo me lo corté y ellas me imitaron”.

Muy pronto llegó la Primera Guerra Mundial. A golpe de cañonazos esta guerra terminó con la Belle Époque. Ya no había suficientes establecimientos para recibir a aquellas elegantes mujeres flor. Las más humildes y sencillas tuvieron que entrar a las fábricas para reemplazar a sus maridos en la producción. Los cánones de la hermosa moda se veían ahogados por la nueva necesidad. Pero ya Coco, había dado el primer paso… Cero cursilismos, cero grandes sombreros de plumas y cintas, cero corsés, cero vestidos largos y cero telas caras. De los marineros tomó el tejido y los anchos jerséis de rayas horizontales, blancas y azul marino. A pesar de todo, en Europa aún permanecían abiertos algunos elegantes balnearios y en Francia los tres más importantes eran Deauville, Biarritz y Vichy. Frente a la entrada principal del hotel de Deauville, el elegante Hôtel de Normandie, abrió su primera boutique. Las “elegantes” que venían de París estaban encantadas de encontrar un sitio donde poder realizar sus compras. Este fue el nacimiento de un gran emporio.

A la boutique de Deauville siguió la de Biarritz. Mientras tanto, en cuestiones de amor, Coco había abandonado a su amante Étienne Balsan para irse a vivir con el inglés Arthur Capel(más conocido por todos como Boy), también amante de las carreras de caballos y el amor de su vida. De forma muy civilizada los dos caballeros, el francés y el inglés, invirtieron su dinero para que Coco abriera su tercera boutique, la de París, la más importante y que aún se encuentra en el mismo sitio, en el 21 rue Cambon.

Nunca utilizó un lápiz para diseñar sus ideas sobre un papel. Decía que el lápiz era bueno para maquillarse los ojos o para escribir. Ella, directamente, sobre la mujer colocaba las telas y las cortaba, añadiendo también los accesorios necesarios. Muy pronto se instaló en el Hotel Ritz. El fondo del Ritz daba a la boutique de la Rue Cambon. En la última planta de la boutique, ella montó un estudio donde recibiría a sus clientas y también se permitiría, sobre un sofá, de vez en cuando tomarse una siesta. Estableció residencia en una suite del Hotel Ritz que, hasta el día de su muerte, sería su hogar.

Si bien la moda había cambiado, las damas seguían luciendo sus antiguas joyas, muchas de ellas, pasadas de generación en generación, y su estilo no correspondía con el de la nueva moda. Para eso Coco Chanel puso a Étienne Balsan, su antiguo amante, a dirigir un nuevo departamento de la marca Chanel, el de bisutería fina, siendo ella la inventora de este tipo de accesorios.

Al morir Arthur Boy en un accidente automovilístico (muy moderna forma de morirse en aquella época) decidió retirarse, vivir de su dinero y no ocuparse más de la moda. Esto cambió en un viaje a Provenza, a la ciudad de Grasse, capital mundial de los perfumes, donde, con ayuda de un “nariz”, creó un perfume. Hubo un primer intento, un segundo, un tercero, un cuarto y finalmente Coco, se sintió satisfecha con el quinto intento. Para ella fue muy fácil ponerle nombre, Chanel N° 5. A diferencia de los perfumes que se vendían en aquella época, con frascos muy elaborados, llenos de adornos, ella apostó por líneas puras. También fue la primera en apostar por los aldehídos sintéticos cuando la moda eran los extractos puros de flores. En oleadas vinieron las mujeres de París al 21 Rue Cambon para comprar el novísimo perfume, el más caro del momento, sin haber perdido nunca desde entonces su lugar de número uno en las ventas mundiales de perfumes para dama.

Coco Chanel era de un carácter ambivalente: era extremadamente severa con su trabajo y profundamente amable con sus empleadas por lo que, cuando en 1935 se organizó una huelga entre sus obreras, ella lo tomó como una gran ofensa personal. En 1939, cuando Francia e Inglaterra le declaran la guerra a Alemania dos días después de que esta invadiera a Polonia, Coco Chanel decidió cerrar su boutique de la Rue Cambon (quizás también en represalia contra las huelguistas) alegando que ella se “veía mal vistiendo a viudas de guerra”. Permaneció recluida en su suite del Ritz, donde también se estableció después de la invasión a París el alto mando de la Luftwasse, la aviación alemana. Allí conoció a Hans Gunther von Dincklage, noble alemán, 10 años más joven que ella y abiertamente comenzó a vivir con él, a pesar de ser un invasor. Más tarde alegaría que “cuando una tiene 53 años y le llega un amante más joven no le pide como requisito presentar su pasaporte”.

El asunto es que no solo aquello fue un amor, sino que, como gracias a Arthur Boy había conocido a la alta sociedad inglesa, pensó con su amante, y así lo propuso ella personalmente en Berlín, servir de mediadora para una paz separada entre Alemania y Gran Bretaña. Para ello se dirigió a Madrid con el fin de, a través del embajador británico en la capital española, mandar un mensaje personal de Hitler a Winston Churchill. Podemos entender la reacción del Primer Ministro inglés ante tamaño osadía. Cuando los ejércitos franceses libres junto con los aliados lograron liberar París de la bota nazi, ella abandonó el Ritz y se dirigió a Suiza. Allá continuó viviendo con Hans Gunther hasta que en 1954 pensó que, después de nueve años de ausencia, los franceses habrían olvidado su colaboración con el enemigo. Christian Dior hacía furor con su “New Age” y ella consideraba que había llegado su momento. Su desfile de 1954 fue un verdadero paredón de fusilamiento. Las “elegantes” de París fueron no a verla a ella ni al desfile, sino a mostrar su desprecio a Madeimoselle. La prensa francesa e inglesa unánime se desbocó contra Coco diciendo que todo era un “remake” de la moda de 1930, que artísticamente Coco Chanel estaba muerta (a pesar de que sus perfumes continuaban dando enormes ganancias).

Los derechos de su perfume los había vendido a los propietarios de la marca francesa de cosméticos Bourjois reservándose ella el 10% de las regalías. Estos propietarios eran judíos. Durante la ocupación, ante la represión que se hizo contra los judíos franceses, ella trató de recuperar la integralidad de sus acciones de los perfumes, pero los antiguos propietarios habían adivinado cuál sería su futuro durante la ocupación alemana y vendieron la integralidad de sus acciones a un francés, por lo que los deseos de Chanel quedaron sin cumplirse. Un ejemplo más de los verdaderos sentimientos de Madeimoselle durante la ocupación nazi.

La salvación le llegó a Coco desde los Estados Unidos. Las americanas sentían menos resabio que las francesas por su actitud durante los años de ocupación. Fue ella la creadora del famoso traje sastre, imperecedero, siempre a la moda, elegante y con el que una mujer se vería siempre bien vestida. Finalmente, las “elegantes” francesas poco a poco fueron perdonando a Madeimoselle. En el último piso de su boutique recibía a todas las famosas de la época: la Condesa de París, la Begum, la Duquesa de Windsor, Barbara Hutton, Romy Schneider, Jackie Kennedy (que portaba un traje sastre color rosa Chanel cuando le hicieron el atentado a su esposo).

Madeimoselle falleció sola acompañada de su asistente personal, en su suite del Ritz, el 10 de enero de 1971 a la edad de 82 años. Trabajó hasta ese mismo día. Murió en paz, añorando no haber tenido una familia, hijos, como si a estas alturas de su vida se hubieran expiado las malas decisiones del pasado. Murió diciéndole a su asistente: -Mire usted, es así como uno se muere-.

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Franck Antonio Fernández Estrada

traductor, intérprete, filólogo (altus@sureste.com)

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