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Esperanza y Mansedumbre

Antropos

La esperanza nos hace perseverar a pesar de todos los males del mundo.
Byung-Chul Han

Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que mansedumbre es la condición de manso, o sea, que es apacible, sosegado, tranquilo. Tal pareciera que en términos de la persona, esto se convierte en una hermosa virtud. Es el ideal del ser humano alcanzar este nivel, porque desde esta perspectiva de la vida, cada una de las decisiones que se asuman, están llenas de plenitud, de gozo y de satisfacción, en tanto no violenta el respeto hacia el otro, ni hacia sí mismo. En paralelo, está el “espíritu de la esperanza”, que según palabras del filósofo cristiano francés Gabriel Marcel, “se diría que, de alguna manera, la esperanza está magnetizada por el amor, o quizás, mejor dicho, por todo un conjunto de imágenes que ese amor evoca e irradia”.

Ahora bien, frente a la realidad social y natural en la cual vivimos, la cotidianeidad del ir de un lugar a otro arroja otras aristas. Se violentan las relaciones y se denigra la dignidad humana. Surgen los abusos, prepotencias, las mentiras, las traiciones y hasta el derecho a la vida. En medio de estas turbulencias de la vida social, cada uno de nosotros empezamos a colocar cercos para defendernos del enemigo que es el otro. No permitimos que alteren nuestra propia intimidad y mi casa, se convierte en mi fortaleza, y mi vida es el bunker en donde guardo mis rencores, frustraciones y alegrías. Se rompe la comunicación existencial como ser humano y quedan aquellas que tienen sólo un carácter de utilidad y pragmatismo. La fraternidad y la amistad quedan en el olvido, porque ahora han dejado de tener sentido, lo cual incide en el que la depresión nos termina cobijando en una especie de decaimiento de angustia existencial. Sin embargo, de manera diametral, afirma el filósofo coreano Byung-Chul, “la esperanza es el salto, el afán que nos libera de la depresión, del futuro agotado”.

Y es esto lo que hoy vivimos. El drama del rompimiento de la vida humana en su plenitud humana. Importan otros aspectos que tienen que ver con la suntuosidad por un lado, y en la búsqueda permanente de la comida, la vivienda y el agua. 

Alcanzar la mansedumbre y movernos en el “espíritu de la esperanza”, es lograr la plenitud de una vida sosegada. No es agachar las orejas y caminar hacia el abismo como un cordero domesticado. En el momento que uno pretenda convertir al otro en una cosa útil para sus propios propósitos, altera la comunicación y el respeto. Y esta es la otra dimensión, o sea, la contradicción o el desencuentro de opuestos. Cuestión natural propia del ser humano y de la naturaleza misma.

De ahí el carácter rebelde que es consustancial al ser humano. Y esta rebeldía, es lo que en términos de vida individual nos lanza hacia el futuro en busca de veredas y caminos para alcanzar sueños y proyectos a cumplir. O sea, en búsqueda de la felicidad y en la superación de la depresión individual y colectiva trazando el camino por el sendero de la esperanza. Por qué es en la vida social, es donde surgen nuevas alternativas ante las limitaciones y abusos del poder político y económico. En efecto ahora todo indica que estamos asfixiados por algunos problemas como “las migraciones masivas, catástrofes climáticas, pandemias, violencia, narcotráfico, desconfianza, lo cual provoca desesperación”. Pero en tanto exista el talante de la rebeldía, hay esperanza de una vida integral, contrariamente la historia se detiene y se estaciona conservadoramente. Porque los prepotentes y ególatras que se adueñan del poder, siempre se tropezaran tarde o temprano con la rebeldía y esto los hará retroceder.

El filósofo coreano Byung-Chul Han, nos ofrece en su libro El espíritu de la esperanza, una profunda reflexión en la que indica que ahora “se ha difundido un clima de miedo que mata todo germen de esperanza. El miedo crea un ambiente depresivo. Los sentimientos de angustia y resentimiento empujan a la gente a adherirse a los populismos de derechas. Atizan el odio. Acarrea pérdida de solidaridad, de cordialidad y de empatía. El aumento del miedo y del resentimiento provoca el embrutecimiento de toda la sociedad y, en definitiva, acaba siendo una amenaza para la democracia”.

Evidentemente los ejemplos abundan en el mundo. Ahora bien, la suntuosidad y el poder tienen su límite, cuando el abuso, el descaro y el cinismo se extralimitan en contra de las personas, que por ser dignas, apacibles, sosegadas y tranquilas, alzan el vuelo en las alas de la rebeldía y la esperanza. 

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