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Normas para mi funeral

La Dama Consejera

No, no quiero morir, ya sé que mis poemarios pueden resultar dramáticos, ya sé que la vida es una mierda el setenta por ciento de las ocasiones, pero no, prefiero vivir esta vida de mierda, disfrutar de esos momentos de felicidad con la gente que quiero y mandar al carajo a los que no me soportan, a ellos ya les pagará el destino o mis guardianes sus malas intenciones.

Todo esto lo digo porque os voy a hablar de lo que quiero y lo que no quiero en mi funeral, que ya os digo, espero que sea dentro de muchos años, pero como nunca se sabe, me gustaría dejar constancia de todos mis deseos ahora que puedo, y que me leéis.

Ante todo, en mi funeral va a haber derecho de admisión, no quiero ver aparecer a ninguna hija de puta que me haya fastidiado en vida y luego vaya a bailar sobre mi tumba, y si conseguís pasar la barrera, quiero que sepáis que cuando salgáis de allí vais a tener diez años de mala suerte, así que ya os podéis inventar alguna excusa mala para no ir.

Entiendo que la gente que me quiere llore, yo también lo haría, es comprensible, pero con vino las penas pasan mejor, por lo que olvidaros de llevar flores, no las quiero, las flores se marchitan, se van, tienen tiempo de caducidad, quiero vino, ya sé que no podré beberlo, pero vosotros sí, así que tomaros una por vosotros y otra por mí. 

No quiero que me entierren, ya sabéis que siento claustrofobia y no me gusta que los bichejos se coman mi carne poco a poco, prefiero que me quemen, pasar del todo a la nada en segundos, además, me parece un homenaje bonito para todas esas mujeres que murieron injustamente en la hoguera.

Sé que es inevitable que se dé una misa por mi muerte en el cementerio, y no voy a quitaros el gusto, no sé quién me acompañará hacia la luz o la oscuridad, me gustaría que fuera Hékate, pero no voy a ponerme tiquismiquis, lo que no quiero es que me vuelvan a dar otra misa pasados diez días, eso ya es premeditación y alevosía. No quiero gente cumpliendo y siendo políticamente correcta, las personas que me han querido en vida me recordarán siempre, y mis seres queridos no necesitan pasar por un segundo mal trago, necesitan cerrar página, levantarse y tirar hacia delante.

Por supuesto, algo que me parece obvio, es que no quiero esquela en el periódico, los que se enteren de mi muerte será porque en vida estuvieron en contacto conmigo, a los demás no los quiero allí.

Lo que hagan con mis cenizas es cosa de ellos, pero si las meten en un columbario, me gustaría que pusieran como Epifanio “Ya lo pensaré mañana”, siempre he amado esa frase de Escarlata O´Hara, y siempre me he regido por ella; cuando no hay solución para los problemas es mejor pensarlo mañana, o eso, o tomarte una cerveza y… pensarlo mañana, pero al final siempre termino pensándolo mañana. Creo que por eso la gente me ve siempre feliz, a pesar de los problemas que tenga, no por la cerveza, sino porque no pienso, el pensar está sobrevalorado, si una tiene que pensar, que mejor forma de hacerlo que con Nietzsche.

El color del que vayan vestidos me da igual, la tristeza no va en consonancia con el color, pero si les gusta el negro porque estiliza la figura, adelante todos con el estilo emo o gótico vampírico.

Pero, sobre todo, quiero que mis seres queridos sepan que, en el caso de no haberme dado tiempo a despedirme de ellos, los quiero a todos, siempre los he querido y no hacen falta despedidas para decirles que son lo mejor de mi vida y que solo me llevo los mejores momentos. 

En la siguiente vida nos encontraremos.

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María Beatriz Muñoz Ruiz

Nació el 12 de septiembre de 1977 en Granada, España. Es escritora y poetisa. Directora y responsable de maquetación y diseño de la revista cultural One stop. Columnista internacional y autora de diecisiete obras publicadas, entre ellas tres poemarios.

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