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Tambores y Cohetes de una Guerra Fratricida

Antropos

El gran historiador inglés Eric Hosbawm afirmó con aguda inteligencia, que en las guerras de nuestro tiempo la tecnología hace invisibles a sus víctimas y los bombarderos no se percatan de personas sino de puntos en donde hacen caer los artefactos mortíferos con gran precisión. Lo trágico y dramático de la tecnología militar es que bajo fantasmagóricas formas de percepción visual, existen cuerpos desgarrados por el sufrimiento de las heridas. Caras de niños que lloran al ser mutilados o madres que cubren entre sus magras cobijas a sus muertos queridos. O bien, enormes daños que se causan a las infraestructuras de las comunidades donde viven millares de personas.

En tal sentido, el siglo veinte nos ha dejado grandes deudas prendadas en la miseria humana y en el tiempo que vivimos, de nuevo rugen los cañones de la muerte en el medio oriente, con bombardeos ante población civil desarmada en Gaza y hoy con miedos a una explosión nuclear de alguno de los dos países que guerrean, como lo es Israel e Irán. Ambos se acusan y colocan explicaciones que les dan la razón a los intereses creados de los poderes ahí establecidos. Mientras tanto el mundo observando asustado y los tres gigantes Estados Unidos, Rusia y China, están en pie esperando los acontecimientos para actuar para el bien o para el mal.

Recordemos que anteriormente nos anteceden dos guerras mundiales, guerras en Vietnam, Camboya, Laos, Sudáfrica Angola, Colombia, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Golfo Pérsico, Irak, Afganistán, Medio Oriente, la antigua Yugoslavia, entre otras. Todo un muestrario de lo que no debemos hacer, porque al repasar   las causas y esencia de estas guerras concluimos que no hemos logrado trascender en el camino de la historia, el fuego mortífero de las armas hacia un mundo en el que pueda prevalecer el entendimiento y la convivencia humana. Pareciera que los poderes económicos y políticos no tienen sentido, ni sensibilidad del dolor de la humanidad. Porque además, hay otras guerritas de menor intensidad en una buena cantidad de países del orbe, causadas por la injusticia, el contrabando y el negocio de las drogas que ha penetrado el corazón de la sociedad.

La guerra es y ha sido una especie de válvula para descargar los impulsos agresivos, como especie de combustible que se inclina hacia el objetivo de dominio de unos sobre otros. O como expresa E. Fromm, es una consecuencia de la decisión de líderes políticos, militares y de negocios para adquirir territorios, recursos naturales, ventajas comerciales, o para reforzar su prestigio y gloria. Porque cada una de todas las guerras que se han sucedido en la historia de la humanidad y la que hoy se libra en la República de Ucrania enfrentada a Rusia, como la de Irán versus Israel, son  de las cuales nos llenan de inmensas incertidumbres, porque no sabemos el rumbo que esta tendrá. Según la concepción que hace Fromm del fenómeno de la guerra, éstas son y han sido justificadas desde diferentes puntos de vista e intereses. Es todo un muestrario de lo que no debemos de hacer como seres humanos. 

La guerra que hoy vivimos es una que procura imponer estilos de vida sobre la base de la barbarización del mundo, definiendo lo que es justo o injusto, lo que es bueno y lo que es malo desde una concepción unipolar. O bien, la emprendida por las organizaciones criminales que trafican con las drogas y el contrabando convirtiendo a regiones del mundo en cenáculos de la barbarie que se basan en la creación de inmensas montañas de impunidad articuladas orgánicamente con instancias estatales y un poderío político y militar sofisticado, además, de las miles de armas que los habitantes de regiones tensadas poseen en sus casas para defenderse como pequeños castillos feudales ante la violencia generada por una sociedad desembocada.

Ciertamente las enseñanzas del siglo veinte y la veintena del siglo veintiuno, no fueron las mejores para las nuevas generaciones en cuanto hemos sido víctimas y testigos de tragedias humanas. Quizás el futuro nos depare un mundo más justo y podamos ver con mayor claridad hacia dónde nos dirigimos como humanidad. Pienso que de alguna manera es necesario volver la mirada atrás, no para cosificarnos como la mujer de Lot en estatua de sal, sino para lograr que nuestra memoria histórica no olvide los diversos momentos terribles que nos ha correspondido vivir como personas en medio del fragor del fuego mortífero de las armas.

Efectivamente, hasta el día de hoy, hemos crecido con la amenaza de un conflicto nuclear que podría arrasar a la humanidad entera. Vivimos síntomas de la creciente barbarización del mundo, añadido a la contaminación de la violencia generalizada y la inseguridad ciudadana, así como la contaminación de la atmósfera que la población urbana aprendió dramáticamente a respirar.  

El clima de incertidumbre no sólo es producto de la pobreza y criminalidad mundial, sino del espíritu guerrero que de nuevo se impone bajo la justificación de una “guerra justa” tal y como la teorizaron los teólogos cristianos para las cruzadas que se llevaron a cabo en la Edad Media y en la conquista y colonización de América. 

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