
A la memoria del insigne normalista Juan José Arévalo Bermejo
Antropos
25 de septiembre día del normalista
“La figura de Benito Juárez se me metió en el alma… Descubrí entonces el profundo significado de aquel mexicano de raza india, con cultura de abogado, investido de la más alta representación política, que se enfrenta a una incalificable ocupación militar del suelo patrio. Por primera vez entendí el significado de invasión extranjera: por primera vez deletreaba la palabra soberanía”. Juan José Arévalo Bermejo, de su libro: La inquietud normalista.
En uno de mis artículos publicado en este medio de comunicación, sostuve la idea que ahora que vivimos este siglo XXI, llamado el siglo de la globalización, del agotamiento de los ecosistemas, debiera ser llamado el siglo de la revitalización de la comunicación en su dimensión humana; y a la escuela debiera dársele un nuevo significado, de modo que sea un contraste entre lo que se está haciendo en la vida cotidiana y lo que debiera ser. La escuela no puede ser repetidora de realidades, sino modelo a la que se aspire y por la que se trabaje. Debe ser la maqueta cuyo diseño represente los ambientes en donde la comunidad escolar sueñe vivir.
Y hoy que asistimos a un nuevo aniversario de la creación de la Escuela Normal Central para Varones, me inclino a colocar en este artículo, unas líneas escritas por Juan José Arévalo Bermejo, en su libro La inquietud normalista, porque de alguna manera se enlazan con el texto antes citado. Quizás se deba a la influencia de las ideas de uno de los pedagogos más brillantes de América Latina y del cual hago acopio en lo que escribo. De ahí, que busqué los escritos de este personaje y encontré sus palabras que se ajustan a los momentos que hoy vivimos como es la búsqueda del entusiasmo por el conocimiento y por la educación que ha entrado, según mi opinión a un barril de fondo helado y vacío de emoción y contenido.Dice nuestro personaje, siendo estudiante de la Escuela Normal lo siguiente:
“De aquellas conversaciones de adolescente, teñidas con la gama florida de la fantasía naciente, teñidas también del poderoso cariño por el solar nativo, barajadas de norte a sur, de occidente a oriente, de tierra fría a costa tibia, entre brujerías humanas y brujerías geológicas, con olor a nixtamal y sabor de café -de aquellas conversaciones, digo, quedaba una como bruma patriótica, que envolvía las horas del trabajo obligatorio, las penetraba de recuerdos y les daba perspectiva nacional por encima del localismo vanidoso y pujante. Supimos así lo que ningún libro de Geografía alcanza a explicar, lo que ninguna historia contemporánea admitiría en sus páginas. Humildes narradores del frío San Marcos o pedantes expositores los bilingües cobaneros, o pacienzudos y bostezadores orientales, o suficientes y enérgicos costeros -la nueva Normal aparecía como perol donde hervían las mieles de una Guatemala por venir, de una Guatemala con más sangre india, más tradición y mucho amor por el trabajo: también quizás con profundo sentido de totalidad cívica.”
“Y en medio de la bruma nacionalista, el trabajo del aula se llevaba a cabo con ardor, con tenacidad no vista en parte alguna, con el corazón hinchado de futuro, sobrepasando las exigencias de algunos catedráticos que en ese primer año se hallaban a nivel inferior con respecto a la de sus alumnos. La voracidad espiritual de los muchachos, emparejada con la física glotonería orgánica, acosaba a los profesores y los obligaban a superar sus elementales recursos didácticos. Los libros de texto no satisfacían al estudiante y buscábamos lectura complementarias, paralelas o superiores. Dramática pugna intelectual nacía entre profesores y estudiantes, que meses más tarde culminaría con una renovación de docentes, algunos de ellos “importados”.
Indudablemente la Escuela Normal creada por la revolución liberal de 1871, fue durante décadas cuna del saber y de la gallardía. La historia registra gestas heroicas de los normalistas en la caída de Jorge Ubico. Luchas frontales contra la invasión norteamericana de 1954. Enfrentamientos cívicos contra el corrupto gobierno del general Miguel Ydigoras. Gestas libertarias de marzo y abril. Heroica lucha contra el alza del transporte urbano en el año 1978. Para mencionar algunas.
Los programas que se crearon sin hacer una evaluación a fondo de las normales en el país, hasta donde sabemos, han fracasado. La vuelta al trabajo tesonero y con amor al saber, debe orientar al gobierno de Bernardo Arévalo, a retomar la vocación natural de las Escuelas Normales a fin de formar maestros con ese espíritu que delineó un normalista digno como fue Juan José Arévalo Bermejo.

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