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El Buda y las cuatro nobles verdades

Ventana Cultural

Cuando hablamos del budismo, no lo bajamos de ser una religión. Pero, realmente, el budismo es algo más que un sistema de creencias es un sistema educativo que busca formar y forjar la vida interior de sus correligionarios y feligreses. Las prácticas y tradiciones budistas no solo radican en la meditación y la contemplación, también se encuentra en el trabajo duro que conlleva el llevar una recta vida a través del recto modo de vivir, recto pensar y recto actuar. Tres elementos de los ocho que menciona Sidharta Gautama, el Buda en su enseñanza de “El Noble Octuple Sendero” que se deriva de su máxima enseñanza sobre el dolor: “Las Cuatro Nobles Verdades”.

Esto me lleva a preguntarme ¿Por qué sufrimos los seres humanos? ¿Qué nos hace que no podamos apartarnos de las cosas que nos causan daño? ¿Por qué confundimos el amor con el apego? Nuestra cultura nos ha enseñado que debemos ver por los demás y no por nosotros mismos. Llegamos a creer que es nuestra responsabilidad apartar los obstáculos del camino de nuestros congéneres, pensamos que, rescatándolos, hacemos bien y nos van a querer más. ¡Que ilusos y alejados de la realidad!

Algo que nos enseña el budismo es que el dolor existe, es natural e inherente en nosotros. Es la forma que tenemos para aprender las lecciones que nos da la vida. Pero el dolor en sí mismo, no viene solo, tiene una causa y es el deseo o apego. Nos apegamos a los padres, a los hijos, a los amigos, a la pareja, a lo material. Creemos que está en nuestras manos salvarlos, rescatarlos, alivianarles el camino, ser madre, padre, cuidador, en general, cuando lo que debemos hacer es soltar a los que nos rodean. Es la forma de liberarnos del dolor, aunque el desapego duele, pero nos libera del peso de la vida que hemos adquirido y el pensamiento que se nos ha inculcado. Buda nos da ocho consejos para conseguir liberarnos del deseo, y, por ende, el dolor: visión correcta, pensamiento correcto, acción correcta, forma de vida correcta, esfuerzo correcto, atención consciente correcta, concentración correcta.

En la cultura occidental existe un dicho que dice: “Ni tanto que queme al santo ni tampoco que no lo alumbre”. Buda habla del justo medio, el equilibrio, la armonía. El ver la viga en el ojo propio es la misión del hombre en lugar de ver la paja en el ojo ajeno.

En la vida cotidiana, tenemos creencias que, si velamos por nosotros, somos egoístas, porque no ayudamos, o rescatamos o salvamos a los demás, cuando lo ideal es ver por nuestras taras, nuestras falencias, nuestro arsenal de estupideces, como dirían otros para corregir lo que se tenga que corregir, aceptar lo que se tenga que aceptar y vivir asumiendo las consecuencias de nuestros actos.

No hay nada más difícil que dejar ir a nuestros congéneres. Con la errónea idea que ser “buen hijo, buen hermano, buen compañero, buen padre”, etc. Y su contraparte en las mujeres, es hacer todo por los demás y culpar a otros por lo que nos pasa sin asumir las consecuencias de nuestras acciones. El respeto surge cuando dejamos que quienes nos rodean vivan su vida acorde a como ellos piensan, sienten y crean, la falta de respeto radica en entrometerse en la vida, acciones y decisiones de los demás. Aunque tengamos el objetivo que quienes nos siguen aprendan la lección de vida que esta los prepara, que no es malo, al contrario, no lo harán si nosotros les marcamos el camino. El hombre solo aprende a través de la imitación.

He sabido de madres que guardan el documento de identidad de sus hijos, ¿para qué lo guardan? si es documento de identidad que deben de usar en cualquier momento y circunstancia. Mamás que revisan hasta los cajones de los hijos, cuando sabemos, que mientras más se escarba, no nos va a gustar lo que encontremos.

Respetar a los nuestros es la misión, dejarlos ser, vivir y existir, soltarlos. Nuestra gente necesita su propio espacio vital, cometer sus propios errores y aprender de ellos. Soltemos a nuestros hijos, a nuestros padres, hermanos, parejas, familiares y gente que nos rodea, no se van a caer y verán cómo la confianza, el amor, el respeto se restaura o, en su defecto, si ya lo había, se fortalece.

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Claudia Alexandra Figueroa Oberlin

El arte siempre lo llevé de la mano con la literatura, me dediqué al teatro, a la danza por más de quince años, y a las artes marciales, ahora soy miembro de diferentes asociaciones y academias de poesía: Asociación Actuales Voces de la Poesía Latinoamericana, donde participo con crítica literaria, Academia Nacional e Internacional de Poesía de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, América Madre, Unidos por las Artes, Movimiento Literario de Centroamérica, y locutora de la radio el barco del romance con el programa Una Ventana al Mundo, donde hablo de los viajes, la historia y la cultura, recito poemas y leo cuentos o fragmentos de otros autores y propios.

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