OpiniónColumnas

Palabras en torno al libro «Papá Araña» de Luis Javier Crisóstomo

Un amigo entrañable, compañero y caminante del mismo sendero que el mío y el de muchos por una sociedad más equitativa y por un Estado que atienda y haga fructificar el destino de la Patria a través de la dignificación de la persona humana, me habló para que escribiera unas palabras de su libro autobiográfico titulado Papá Araña.

Antes debo contar que conocí a Luis Javier Crisóstomo en la presentación de mi libro El Camino de la Educación en Guatemala, en uno de los salones de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, creo que por el año de 2007. Quedé maravillado por sus palabras de una hermosa profundidad filosófica adornadas por un tono de voz suave y penetrante. 

Allí comenzó la amistad y un diálogo permanente a través de escritos e intentos de colaborar con iniciativas políticas a través de la educación. Fue el hilo de ese telar que amarra con colores las ilusiones de un mejor destino educativo para la niñez y juventud guatemalteca, lo que nos hizo coincidir en nuestros sueños y batallas.

Podría narrar anécdotas de nuestra amistad y compañerismo. Como el hecho de compartir escritos en libros colectivos o bien, en artículos de periódico del medio El Siglo, así como mesas redondas y conferencias en las que estuvimos a la par. 

Ahora, a la distancia, él en Comitancillo San Marcos Guatemala y yo en Heredia Costa Rica, leo los recuerdos de su vida contada en forma de verso. Seguramente cuando lean este libro, se verán retratados en el mismo, especialmente los que tuvimos la suerte de crecer y vivir en el campo. Así como los que con esfuerzo y bendecidos por la salud, hemos vuelto a cultivar con las manos, pedacitos de tierra y ver fructificar las cosechas que dan hermosura y alegría. 

Los libros nos han unido, y también la palabra hablada. Entonces como no sentir gozo cuando en las primeras páginas dice Crisóstomo al hacernos sentir lo que llama recordar es vivir. Recordar el murmullo de las aguas del río. Volver a escuchar la música que produce el movimiento de los sembrados de milpa, de los trigales, de los bosques…Del vuelo de los pájaros. Escuchar alegremente en la campiña el piar de los pollitos, el trinar de las aves…

La vida de Luis Javier es la vida del occidente del país, como de la mía, es la del oriente de Guatemala. Relata quienes fueron sus padres, sus hijos, sus esposas, porque la primera murió en un accidente en carretera y la segunda, cobanera, con quien comparte las alegrías y tristezas. El gozo en las pozas de ríos de aguas claras. Se subió a los árboles a cortar frutas y degustarlas, a perseguir pajaritos que trinaban sus cánticos y crear con su imaginación con manos tiernas de niño, sus propios juguetes. Esa es la misma vida que la mía, por eso nuestra generación tiene tantos parecidos entre sí.

Vivió de cerca y con temor, la guerra interna del país. Los enfrentamientos entre guerrilla y ejército. Tuvo miedo, no por él, sino por su familia. Quizás todo esto le dejó una enorme experiencia pensando sabiamente que ese camino de las armas no era por donde avanzar para alcanzar la libertad, justicia y equidad.

Luis Javier Crisóstomo, hace tan amena la lectura, que de línea en línea, corren nuestros ojos para saber qué es lo que pasa y para encontrar a cada paso hermosos versos que nos hacen estremecer. Siendo indígena mam, está presente en todo su ser, la cosmovisión de los pueblos originarios. Dice poéticamente Así es la cultura maya. Tejido, interdependencia, dependencia y autoestima. Hermanas y hermanos todos. Vivir la Ternura. La vida en letras y palabras. Para hablar de amor y esperanza. Para alegrar o llorar.

Desde sus primeros años en la escuela, Luis Javier sintió en sí mismo, la discriminación y falta de comprensión de la maestra porque no contempló que él, era un niño indígena, y en su libro lleno de recuerdos, enfatiza este hecho con estas palabras concretas al decir que la escuela era ese lugar donde hablar en Mam era prohibido. Por eso, dice, le costó aprender a leer y escribir. Fue su padre quien con paciencia y disciplina lo pudo llevar de las manos, al mundo de las letras castellanas, lo cual le sirvió para dos cosas, una para escribir y otra para compenetrarse a fondo en la multiculturalidad y el bilingüismo. 

Su infatigable aspiración por el estudio, lo condujo a graduarse de maestro, momentos llenos de felicidad, según nos relata en el libro, porque fueron otras compañeras y otros compañeros, otras amigas y otros amigos. Pero al final divertido y soñador. Esta fue la puerta de entrada a otro tipo de trabajo diferente al que realizaba en el campo con su padre. Su proeza consistió en superar el sendero de los jornaleros, a base de estudio tesonero, sistemático y consciente de servir mejor a su familia, comunidad y nación.

El destino encaminó sus pasos y fue atraído por el Instituto Indígena Santiago en la ciudad capital. En este “espacio multilingüe, dice, cooperativo, académico, artístico y agrícola. Allí fortalecieron mis ilusiones y aclararon algunos caminos. Allí viví la contradicción ciudad campo. Allí me hice maestro”, como dijera el apóstol José Martí.

La Universidad Rafael Landívar, institución que en su misión contempla el reconocimiento de los pueblos originarios, sus valores, idiomas y cultura, le abrió las puertas a Luis Javier, para estudiar y se graduó con la tesis, Propuesta de la formación de maestros bilingüesFruto exacto, de sus propias experiencias.

El afán de Luis Javier Crisóstomo por el estudio, lo entiendo no sólo por su vocación a aprender, sino para entender un poco más la cultura de los pueblos originarios y de esa manera ofrecer sus conocimientos a la sociedad. Alcanza maestrías y en particular la de Educación Bilingüe Intercultural, hasta lograr un doctorado con la investigación que se convirtió en su tesis de graduación titulada Relaciones de ternura en la cotidianidad maya en la Universidad de la Salle, Costa Rica. Con este basto conocimiento y su experiencia como docente e investigador, empezó a cruzar fronteras para participar en algunos eventos en donde se abordaba con expertos de todo el mundo, temas referidos a la educación bilingüe intercultural. Ha estado presente, según relata en su libro Papá Araña, en Bolivia, Perú, Ecuador, Nicaragua, México, Honduras, Francia, Finlandia, Noruega. Y a su vez, volcó esfuerzos por la escritura, lo cual dice en sus palabras “escribir, escribir e imaginar democracia para los pueblos. Hablan los libros y los pueblos leen, analizan y ojalá actúen”.

Una persona como Luis Javier con esa vocación por el estudio y su maravillosa actitud de servir a la sociedad, fue dichosamente correspondido por la Orden Nacional Francisco Marroquín otorgada a los mejores maestros del país. Sin embargo, nos dice, que fue también reconocido como Alcalde Comunitario por la aldea Taltimiche, Comitancillo, San Marcos a quienes agradeció con estas palabras “a todas las hermanas y hermanos de esta comunidad muchas gracias por la confianza para servir a todas y todos. La vara es símbolo de autoridad de la comunidad. 

Todo el libro es un poema largo con figuras literarias sugestivas. A cada paso están presentes los hilos que lo tejen de colorido con la madre tierra. Su familia que describe desde sus abuelos hasta sus nietos. Su esmerada defensa y explicación de la cosmovisión maya para caminar por el sendero de la educación bilingüe intercultural a través de sus escritos en el periódico El Siglo, libros y conferencias. Es esencialmente Luis Javier un dador de vida, lo cual se comprende al leerlo en sus propias palabras con estas líneas hermosas al marcar su despedida en el libro Papá Araña: Entonces ¿por qué lloran las personas? Lloran por la partida de los otros. Lloran porque la vida se acaba. La vida sólo es agradecimiento. La vida es perseguida por el tiempo. No lloren por la mía, mi vida continuará en la de ustedes.

Fraternalmente Olmedo España Calderón
Heredia, Costa Rica, febrero 2025. 

Le invitamos a leer más del autor:

Leave a Reply