Columnas

La militarización no es la solución

Es fundamental y concluyente considerar la indisoluble relación que existe entre los modelos económicos, políticos y sociales prevalecientes en los países integrantes del denominado Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador). Nuestro similar modelo económico en lo externo es excesivamente dependiente de la economía internacional (remesas, exportaciones y tipo de cambio). Mientras en lo interno, el referido modelo es tan implacable para definir a quienes tienen la fortuna de estar incluidos en su relativamente pequeño circuito operativo y esas inmensas mayorías que constituyen una especie de gran masa marginal.

En estrecha relación y como consecuencia, surgen los modelos políticos. Modelos que cada cuatro años recurren al rito electoral para legalizar la prosecución de los mismos politiqueros en el poder, impresionantemente hábiles y descomunalmente desvergonzados,  llamados a preservar un status quo en donde todo pasa, pero al final no pasa nada. No menos importante es nuestro común modelo social, que caracteriza a esas enormes masas marginales,  condenadas a  la sobrevivencia como manifestación primaria, que en no pocas ocasiones puede dar paso al darwinismo social, con los dramáticos resultados por todos conocidos.

i-guille-20161118Una masa que en los tres países, experimenta implacablemente la pobreza, la enfermedad y la ausencia de educación. Una masa que crece exponencialmente, que promueve obligadas migraciones internas y externas, que genera extraordinarias presiones a través de las demandas populares potenciadas, frente a la continuidad de gobiernos ineptos, indiferentes y corruptos. Una masa que revelada en lo humano, representa millones de niños y niñas pobres, a millones de jóvenes cuyas expectativas de una vida mejor están truncadas por anticipado. Guatemala, Honduras y El Salvador, tres países tan trágicamente similares.

Ampliando esta visión e integrando la idéntica realidad que viven nuestros pueblos en ese peculiarmente denominado Triángulo norte, surgen implacables interrogantes: ¿Qué están haciendo los gobiernos de la región al respecto? ¿Existen planes nacionales de educación masiva? ¿Existen planes metodológicos de salud reproductiva? ¿Se están implementando programas para favorecer la microempresa a través de capacitación laboral y créditos populares? Nada de eso. Prevalece la visión represiva y restringida respecto a creer que la creación de cuerpos policíacos y militares, que vienen a presionar cada vez más a los escuálidos presupuestos públicos de estas atormentadas naciones, representan la solución inmediata. Paradójicamente, estas naciones cuentan con un ostentoso e inútil Parlamento Centroamericano, que hace muchos años debió ser clausurado y para siempre.

El desarrollo humano jamás podrá alcanzarse a través de una visión autoritaria y militar. Los ejércitos eficientes no están creados para ello. Si bien se hace necesario el actuar de las fuerzas de seguridad en áreas de violencia y conflictividad, no puede olvidarse que el desarrollo humano integral solo puede concretarse a través de la educación, la inversión social, la creación de infraestructura y la instauración de gobiernos eficientes y no corruptibles. Creer que las armas lo resuelven todo, es potenciar una crisis que desde ya augura gravísimas e insospechadas consecuencias para todos.