
Nada que celebrar
Divi Filius
Cuando el virreinato de la Nueva España rompió todo vínculo con España, su preferencia de diseño político fue la de un modelo imperial. Cuestión paradójica porque la España de 1812 optará por un modelo de gobierno parlamentario y constitucional. Paradójicamente para 1820, las antiguas colonias británicas en América ya conformadas en los Estados Unidos de Norteamérica tienen partidos políticos, elecciones reglares y una implementación muy clara de separación de poderes. Demás está recordar que lo que llamamos la independencia mexicana en realidad fue un alzamiento en América para apoyar el retorno de Fernando VII al trono español (usurpado en ese momento por Francia).
Lo que quiero apuntar con esto, es que, el proceso de ´independencia´ mesoamericano y centroamericano en realidad significó inicialmente la reproducción de un modelo político, un régimen imperial que en la misma España ya comenzaba a ser cuestionado. Repito, la España donde Goya pinta a los fusilados, es la España de Agustín Arguelles, de Muñoz Torrero y Pérez de Castro, redactores de la Constitución que limita el poder a Felipe II. Consagraba además la libertad de prensa, y la indisolubilidad de las cortes. La América Española a tan sólo ocho años de este momento, seguirá creyendo en el absolutismo político.
Se explica así entonces, la fascinación que América Latina (con honrosas excepciones) tiene por los ´hombres fuertes´, los caudillos y en esencia la tipología del presidencialismo exacerbado o hiper-presidencialismo. Lo anterior ha conllevado al escaso disfrute de las libertades políticas, a primar el centralismo de poder, la centralización del poder, y a construir una tradición política donde las instituciones pesan menos que las personas o las personas se transforman en el púnico respaldo constitucional. Todo lo mencionado anteriormente es uno de los tantos ingredientes a poner en la receta que nos explica el gusto, el retorno y la preferencia por esquemas que coquetean claramente con el autoritarismo. Si a lo anterior se agrega la incapacidad para construir políticas públicas perdurables, de largo plazo y la escasa importancia que tiene el valor de la transparencia, la región mesoamericana tiene en serio, poco que celebrar.
Si a todo lo anterior agregamos el hecho que los países de esta región se han transformado en fábricas de migrantes, que sus jóvenes reciben de futuro laboral la neo-esclavitud de ´call centes´ o las pandillas…. en serio que la pregunta es obligada: ¿ Qué se celebra? Pues se celebra una identidad nacional construida por accidente histórico. Se celebra una soberanía nacional pero al momento de una crisis natural, una epidemia o cualquier situación no prevista, no hay poder nacional, estatal o soberano que proteja. ¿Qué celebramos? Fronteras porosas, infraestructura vieja, escasa, y prácticamente cero viabilidad como proyecto nacional para crear dignidad y desarrollo. Parece que, el patriotismo le va mejor a países como Canadá, Alemania, Suecia, Noruega, donde la lealtad nacional responde a la gratitud no con un pedazo de tierra, volcanes o comida, sino con un régimen político que provee oportunidades, libertades y desarrollo.
Nada que celebrar en la región mesoamericana. Nada.

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