
Definamos la corrupción
Barataria
Hoy en día, hablar de corrupción es un término que se ha agotado hasta el cansancio, se habla de corrupción casi en todas las esferas, lo cual ha tergiversado el uso de esta palabra para que, en realidad beneficie a aquellos a quienes esta completamente dirigida. Recientemente durante las arengas que se dieron en la campaña electoral recién finalizada, en medio de un debate entre la candidata Sandra Torres y el candidato Bernardo Arévalo; la señora Torres increpó al señor Arévalo diciéndole: “Usted es corrupto, porqué no aclara el caso de las firmas falsas, eso es corrupción” Al margen del sonado caso de las aparentes firmas falsificadas que lleva el Ministerio Público en relación a la formación del partido Semilla, lo que resulta paradójico es tildar a un candidato de corrupción por no aclarar una situación jurídica. Igualmente, en redes sociales se ha promovido acusaciones de corrupción contra el candidato ganador de la elección presidencial al argumentar que “siendo diputado al Congreso, devenga un salario y si no llega a trabajar es una persona corrupta”. Pero qué es en realidad la corrupción y a quién se le puede tildar de corrupto.
En realidad, hay una línea muy delgada entre la falta de ética y la corrupción, aunque son dos aspectos que afectan la función pública, es claro que la falta de ética es el camino por el cual transita la corrupción. La corrupción, en un sentido más amplio, se refiere a la conducta, por lo general contraria a la ética y que lleva a conductas ilícitas, es decir delitos, que afectan en forma definitiva el caudal fiscal, es decir que merma o sustrae los recursos públicos.
Bajo este parámetro, es fácil entender que toda acción de corrupción tiene que ver con una falta de ética en la función pública, es decir cuando se pervierte el cargo y se crean relaciones para saquear las arcas del Estado. Resulta pues claro bajo estos aspectos mencionados que lo que hace falta en la administración pública en general es la ética en la función publica hay muchos funcionarios que llegan a ocupar cargos en el Estado con la única finalidad, con el único propósito y con la meta clara de “hacer negocios”, son funcionarios que tiene a su cargo la ejecución de grandes cantidades de dinero público, dinero de impuestos y los gastan a manos llenas para engrosar sus propias cuentas, dejando a la población mermada en sus intereses.
Recientemente escuché una entrevista radiofónica en la cual se entrevistó a miembros de la Gremial de Industrias Farmacéuticas de Guatemala y en la misma se abordó el tema del precio tan alto de las medicinas en el país. Resultó sorprendente como los entrevistados afirmaban sin ambages que las medicinas en Guatemala “tienen el precio más bajo de la región”, sin embargo no pudieron explicar porqué el Estado de Guatemala compran medicamentos como aspirinas e ibuprofeno hasta diez veces el valor del mercado y lo único que se limitaron a decir es que esto es responsabilidad del Estado. Con esto, podemos concluir, claro está que los actos de corrupción incluyen dos componentes esenciales: El Funcionario Público falto de ética que quiere saquear los recursos públicos a toda costa mediante contratos con precios exorbitantes y los comerciantes, industriales y negociantes que, en contubernio con el Funcionario Público realizan los negocios con el Estado presentando precios altos en los productos y, al recibir el pago naturalmente “le untan la mano al funcionario público”.
En Guatemala, no es que haya corruptores y corruptos, no es que el sector privado sea un corruptor y que se apoye en un funcionario corrupto. Al contrario, en Guatemala hay una clica, una banda, un cartel creado entre la empresa privada y el sector público para saquear las arcas del Estado a manos llenas y de esta manera enriquecerse los empresarios privados y también enriquecerse los funcionarios públicos. Este cartel creado precisamente para que el dinero público no alcance para nada, esta establecido desde muy adentro de las raíces del sector privado, de tal suerte que ya hay un “modus operandi” para cuando venga otro gobernante, así las cosas hemos visto transitar presidentes cada cuatro años pero los mismos empresarios que le han vendido al Estado en el sector de salud, educación, seguridad y defensa, obras públicas para decir algunos, continúan vendiendo al Estado porque ya se sabe que ellos pagan comisión por cada venta.
Es por ellos que, el sector privado, los empresarios, siempre les interesa qué Ministro van a nombrar, algunos empresarios, descarados como son, hasta llegan a condicionar presidentes para que nombren a sus alfiles y continúen “los negocios”, que dejan empobrecidas las arcas nacionales. No es raro ver en cada ministerio a las mismas empresas a las que se les asignan contratos, en el caso del Ministerio de Salud y Ministerio de Comunicaciones, esto ha llegado a ser patético, cuando vemos que algunos empresarios han amasado fortunas porque se les han dado contratos por cientos de millones de quetzales. Esta es la corrupción, un pacto entre el sector público encabezado por el gobernante y sus secuaces o ministros y funcionarios y el sector privado que pone cara de niños de primera comunión, pero que son igualmente salvajes a la hora de depredar los recursos públicos. Nunca hemos oído que las cámaras empresariales se pronuncien sobre la abierta corrupción en el gobierno, ni tampoco hemos visto que el gobierno haga un examen exhaustivo de la ética de las empresas, simplemente existe un verdadero pacto que va más allá de aquel llamado “pacto de corruptos”, este es un pacto establecido entre el sector privado organizado que calla todos los actos de corrupción que hace el Estado, porque de allí se ha enriquecido y mantenido una serie de privilegios hasta el día de hoy. En esta corrupción, hay funcionarios públicos y empresarios privados que lo que menos tienen es ética y que, de no ser porque obtienen jugosos contratos del Estado, ya hubieran quebrado porque estos empresarios no son buenos comerciantes no es que su capacidad les dé para lograr un buen servicio, un buen producto y una clientela ganada a pulso, sino que son mercaderes del vandalismo, son parte del sistema corrupto que han creado y en el cual los funcionarios que cada cuatro años llegan al poder, son absorbidos por la seducción y la promesa de que “entras a la función pública pobre, pero vas a salir millonario”.
Así las cosas, la corrupción es más que la falta de ética es un sistema establecido en donde la ecuación incluye dos componentes que han pervertido el sistema: La empresa privada con sus miembros permanentes y sus arribistas y los funcionarios públicos que llegan al poder ávidos de deseos de enriquecerse y tener lo que la vida les ha negado desde la llanura, es decir las riquezas en poco tiempo gracias a que, con negocios con los empresarios perversos, recibirán un porcentaje por cada contrato que otorguen.
Esta perversa corrupción que esta implantada en Guatemala debe terminar porque, basta ver las carreteras del país, los hospitales sin medicinas, las escuelas sin mobiliario, sin textos y con personal incapaz, basta ver que la seguridad en Guatemala brilla por su ausencia porque hace falta un cuerpo de policía capaz y suficiente. En realidad, para cualquier lado a que se voltee a ver en la administración pública miramos los efectos de la corrupción que no solo es una enfermedad grave en Guatemala, sino que además en promovida, alimentada y organizada por la empresa privada que busca como a través del saqueo en el Estado logra las jugosas ganancias que no están dispuestos a obtener en el mercado, porque al mercado entran con privilegios o no entran, entran con proteccionismo o no entran y eso también es parte de la corrupción.

Le invitamos a leer más del autor:
Descubre más desde El Siglo
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.



