Columnas

Pues sí, hay presidente

Preocupado por el qué dirán, el presidente de la República ha salido al paso de los chismes y nos dice en su cuenta de Facebook que sí tenemos presidente, que despacha en donde han despachado todos los anteriores y que él, como los que le precedieron, se mata trabajando, que casi no duerme, que llega cansado a la cama. A su pregunta de ¿en dónde estoy?, no nos da una respuesta de lugar, como sería lo común y corriente. No dice estoy en Casa Presidencial resolviendo los problemas del país. No, él se responde diciendo  que “desde el 14 de enero no he parado de trabajar duro para recuperar una estructura estatal completamente (sic) destruida, inoperante, endeudada”.

Así que es por eso que algunos dicen que no está, porque resulta que no se queda quieto, no para ir y volver. Al estilo de Forres Gump, más el de la película que el de la novela, nuestro presidente va siempre de un lado a otro, de oriente a poniente, del pasado al futuro. De ahí que programa desfiles militares apoteósicos que luego tiene que reducir a simples marchas dentro de un cuartel porque no sabía que un Acuerdo Gubernativo, de un presidente anterior, los había suspendido, y que para lograr su propósito tenía no solo que derogarlo, sino emitir otro instituyéndolo. Pone a declamar poemas del modernismo mexicano a su secretario de Comunicación, pero antes jura a la bandera de Guatemala. Reparte pupitres sin que sepamos cuál es el plan de asignación de mobiliario para aquellas escuelas donde los niños se sientan sobre piedras. Viaja a Estados Unidos cuando las autoridades de allá se lo piden, pero grita que debemos defender a toda costa la soberanía nacional. Dice que hay que apoyar las reformas constitucionales del sector justicia, pero deja que los diputados de su partido las cuestionen de pies a cabeza.

Dice que trabaja para recuperar la estructura del Estado, pero no ha presentado a la sociedad un diagnóstico de cuáles son esas falencias y el cronograma para resolver las más urgentes. Porque si dice que es totalmente inoperante, no es posible entender por qué anuncia que hay que mantener a los soldados en la calle y mantener los sueldos y aumentos de los oficiales, cuando fueron decisiones del gobierno anterior. No se ha programado una evaluación externa, objetiva, sobre la eficacia y eficiencia del traslado de la formación de maestros a la Universidad de San Carlos, por lo que no se sabe si esa decisión es parte de la inoperancia y destrucción del Estado o si se salva de los calificativos que él da lo heredado, con lo que el adjetivo “completamente” -que usa como sinónimo de totalmente- ya no resultaría cierto.

No hay aún un cronograma claro para la recuperación de la infraestructura escolar, al menos la derruida con los sismos e inundaciones, mucho menos sabemos cuál será la estrategia por aplicar para recuperar el rezago en la cobertura escolar. Dice que estamos endeudados, pero su primera propuesta presupuestaria fue pedir al Congreso que esa deuda se incrementara.

En fin, él va y viene, no para, habla de todo y a cada momento, eso nadie lo niega. Pero eso no significa que esté siendo eficiente en su función de gobernar. Nadie le reprocha, ya que llegó al poder sin programa, pero es evidente que fuera de su listado de metas que hace un mes le elaboró Segeplán, no se ve que sus acciones se orienten al logro de esas metas.

Al presidente Morales sus asesores deben recordarle, todos los días, que es el candidato que ganó el primer turno con la más baja proporción de votos, lo que le hace un presidente mucho más cuestionado que los anteriores. Tres de cada cuatro no lo quisieron como primera opción, y si ganó el segundo con alto porcentaje fue más porque su contrincante no logró romper el rechazo de los que en el primero habían votado en su contra. Él no se puede dar el lujo de desperdiciar el tiempo. La población quiere resultados, y él debe esforzarse por ser menos locuaz, menos inquieto y más eficiente.

Gobernar no es ir y venir hasta marearse; es más bien sentarse para pensar, evaluar, decidir y convencer con argumentos que la decisión tomada es la más adecuada. No es tarea fácil, pero, o lo intenta o tendrá que decirnos, cada mes que cobre su sueldo (que ahora ya no reparte), que aún está allí, que es él quien gobierna.

La población quiere resultados, y él debe esforzarse por ser menos locuaz, menos inquieto y más eficiente.