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Beneficio social de la desigualdad

LOGOS

Todos los seres humanos tienen una cualidad común, por la cual pertenecen a un mismo género, que es la humanidad. También todos los triángulos tienen una cualidad común, por la cual pertenecen a un mismo género, que es la triangularidad.

El género, por definición, excluye la desigualdad. El género de los seres humanos excluye, por ejemplo, la desigualdad de peso o de inteligencia. El género de los triángulos excluye, por ejemplo, la desigualdad de área o la desigualdad de longitud de lados. Genéricamente, entonces, todos los seres humanos son iguales, y todos los triángulos son iguales. Genéricamente también son iguales todos los perros, y todos los gatos, y  todos los árboles.

El género excluye la desigualdad; pero los individuos la incluyen. Tiene sentido, entonces, predicar la igualdad genérica de los seres humanos; pero no tiene sentido predicar la igualdad de los seres humanos como individuos. Y porque la sociedad está compuesta por individuos, entonces está compuesta por seres necesariamente desiguales, aunque pertenezcan a un mismo género.

Aparentemente puede haber igualdad jurídica de los seres humanos individuales, es decir, igualdad con respecto a la ley. En ese mismo sentido, también puede haber igualdad de los seres humanos individuales con respecto a la ley de caída de los cuerpos, que podríamos denominar “igualdad física gravitacional”; o puede haber igualdad con respecto a la ley conmutativa de la suma aritmética, que podríamos denominar “igualdad aritmética conmutativa”.

Empero, ninguna ley jurídica, o ninguna ley física, o ninguna ley aritmética, tiene el mágico atributo de igualar a los seres humanos como individuos. La ley jurídica solo puede abstraer la necesaria desigualdad de los seres humanos. La igualdad jurídica no consiste,  entonces, en la igualdad de los seres humanos individuales con respecto a la ley. Consiste en la igualdad de la ley con respecto a seres  humanos individuales necesariamente desiguales.

Una sociedad no se constituye para que sus socios sean iguales, aunque sea la más simple sociedad.   Supongamos que un carpintero que no tiene herramientas de carpintería, y alguien que  no es carpintero pero tiene esas herramientas, constituyen una sociedad que se dedicará a producir sillas. La finalidad de ellos no es ser iguales. La finalidad de cada uno es obtener un beneficio mayor que el que obtendría si no fuera socio. Es decir, el carpintero espera obtener un beneficio mayor que el que obtenía solo por ser carpintero, y el propietario de las herramientas también espera obtener un beneficio mayor que el que obtenía solo por ser propietario de las herramientas.

De manera similar, una sociedad política, es decir, un Estado, no se constituye  para que sus miembros, o sus ciudadanos, sean iguales. Se constituye para que cada uno de ellos obtenga un beneficio mayor que el que obtendría individualmente. Ese mayor beneficio es, por ejemplo, la división del trabajo, por la cual un ciudadano no tiene que ser improductivamente su propio sastre, su propio zapatero, su propio productor de alimentos, su propio herrero, su propio albañil, su propio peluquero y hasta su propio médico.

En general, el progreso de la humanidad presupone desigualdad de los  seres humanos como individuos.  Por ejemplo, los fabulosos hallazgos científicos y las asombrosas hazañas tecnológicas; la creación de impresionantes obras de arte; las fantásticas proezas deportivas; los extraordinarios grados de especialización profesional, que han multiplicado los beneficios de la división del trabajo; y el aumento de  la riqueza material de la humanidad, presuponen desigualdad.

La sociedad debe abstenerse de intentar la represión de la desigualdad, no  porque sea posible reprimirla, sino porque el mero intento de reprimirla puede dificultar  que ella contribuya al bien común. Y uno debe apresurarse a afirmar que la necesaria desigualdad de los seres humanos individuales, o la inevitable diferencia entre ellos, es uno de los más grandes tesoros potenciales de la humanidad.

Post scriptum. El Universo está sometidos a leyes que, precisamente por ser leyes, son generales; pero huye espantado de la igualdad de sus particulares creaciones, y exhibe con orgullo su gloriosa tendencia a la más diversificada y espléndida desigualdad de ellas. Surge entonces el brillo de la estrella y la fragancia de la flor, o la filosofía de Platón y la poesía de Darío, o la  escultura de Miguel Ángel y la música de Beethoven, aunque surge también el ave que trina y la bestia que rebuzna.

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