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A propósito del Día del Maestro: Ideas del Educador Juan José Arévalo

Antropos

El pensamiento de Arévalo está alimentado por algunos teóricos de la educación, como Rousseau, Comenio, Pestalozzi, Fichte, Herbert Spencer, John Dewey, particularmente su libro Democracia y educación, y en el ámbito de la filosofía, por Henry Bergson, Max Scheler, Gentille, Husserl, Nietzsche, Heidegger, Ortega y Gasset, Rodolfo Eucken, destacándose el estudio de los filósofos de la Grecia clásica y de las mentes luminarias de la filosofía alemana. O sea, su trayectoria académica está cincelada por el estudio y la reflexión sistemática. En este sentido, el historiador de las ideas y filósofo hondureño, Rafael Heliodoro Valle, en el libro Historia de las ideas contemporáneas en Centro- América, publicado en México por el Fondo de Cultura Económica en el año de 1962, aborda diversos temas en torno a la figura de Arévalo, articulados con el movimiento de las ideas en la región de Centroamérica. Uno de los temas centrales es la educación. Este autor señala que además de la época en la cual se formó y vivió Juan José Arévalo, lo que indudablemente lo inspiró a promover los cambios necesarios cuando fue presidente de Guatemala, fue la debilidad del sistema educativo y de la cultura en general. Por ello, señala Heliodoro, la situación de la difícil tarea que tiene ante sí el verdadero educador en Centroamérica. En primer lugar, porque la escuela ha carecido de los medios materiales para desempeñar su misión; y, en segundo lugar, porque el Estado, casi por regla general, no ha sabido estimar debidamente la labor del maestro, poniéndolo en condiciones que le permitan llevar a cabo su magisterio sin los apuros que impone la miseria. Pocos de ellos han dejado consignados por escrito sus ideas, porque han sido muy contados los que se han valido del periódico y del ensayo para divulgarlas.

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Juan José Arévalo

Es en este entorno en el que se contextualizan las ideas de Arévalo, quien está aparejado con otros educadores de la región centroamericana, particularmente, en el marco de la herencia filosófica del positivismo, entre los que destacan Juan Ramón Ularte de El Salvador, Marco Aurelio Soto, José Trinidad Reyes, Pedro Nufio de Honduras, Jesús Jiménez, Juan Fernández Ferraz, Carlos Cagini, Anastasio Alfaro y la figura relevante de Mauro Fernández en Costa Rica.

Posteriormente, sobresalen otras figuras como Omar Dengo, Roberto Brenes Mesén y Abelardo Bonilla en Costa Rica, Alberto Masferrer en el Salvador y coetáneamente, Juan José Arévalo, quién de manera conjunta con otros intelectuales en el ámbito de la educación de la década del cuarenta, del siglo veinte, como Adrián Recinos, Carlos Martínez Durán, José Rölz Bennet, Raúl Osegueda, construyeron un pensamiento educativo que abarcó incluso a la universidad.

Efectivamente, Juan José Arévalo fue siempre un maestro, desde su formación primera en la Escuela Normal Central para Varones, hasta su título doctoral en la Universidad de La Plata en Argentina. Desde la Presidencia de la República, durante su período, hizo hincapié en la educación. Nadie lo ha superado en el país, y con él, quedó el legado más hermoso del apóstol José Martí: “Y me hice maestro que es hacerme creador”. Es, según Mario Alberto Carrera “educador siempre, siempre. Arévalo, el maestro, abría sus brazos y extendía sus manos para entregarse al mundo. No había nacido para recibir riquezas, sino para otorgarlas. Él las traía como el sembrador Martí desde antes de su nacimiento. Sembrador de proyectos, de futuros y de auroras. Máximo campesino de la patria que, desde su corazón agrario, quiso obtener el fruto de la alfabetización colectiva y la flor inicial de una escuela en cada aldea”.

Ahora bien, en referencia al doctor Arévalo, recogemos algunos párrafos del libro Escritos pedagógicos y filosóficospara destacar su pensamiento en el ámbito de la educación. Veamos:

Cualquier empresa educativa resultará ineficaz para los fines de la nacionalidad en un país republicano, si las leyes y los gobiernos no concurren a borrar las distancias que la explotación económica en todas sus formas y la vacuidad espiritual mantienen como caricatura y supervivencia de estados sociales superados. Problema generalmente político y económico, éste es también un problema de cultura.

En otro de sus textos dice:

Cada república tiene en su territorio, más de una extensa zona olvidada por los beneficios materiales y espirituales del progreso; zonas desérticas sin escuelas ni maestros, donde todavía no ha hecho sus primeros avances la higiene pública e individual, donde perduran los sistemas primitivos de cultivo y donde no se tienen idea alguna de la función cívica que corresponde a los habitantes de un país democrático.

Destacamos lo que afirmó: No hay cultura allí donde no hay fundamentalmente historia. La historia es el eje de esta actitud cultural. Otro de los grandes filones del pensamiento arevalista gira en torno a las ideas políticas, las cuales, durante todo el devenir de la historia centroamericana, han estado presentes. Es una tarea compleja intentar hacer un balance de estas. Son abundantes los acontecimientos y también sus dirigentes y pensadores. Se pueden mencionar algunos nombres destacados de la época en la que vivió Juan José Arévalo, como Clemente Marroquín Rojas y Carlos Wild Ospina, quienes de manera conjunta fueron figuras descollantes en Guatemala. En otros países José Figueres, Vicente Saénz, Joaquín García Monge, Manuel Mora Valverde, Monseñor Sanabria, Roberto Brenes Mesen, en Costa Rica; Alberto Masferrer y Alberto Cañas, en el Salvador; Alfonso Guillén Zelaza, Juan Ramón Molina, Arturo Mejía Nieto, en Honduras; José Joaquín Chamorro, Hernán Robledo y Santiago Argüello, en Nicaragua.

Para entender y acercarnos a las ideas políticas de Juan José Arévalo, tomamos algunos párrafos del libro Discursos en la presidencia.

Guatemala, dice, se prepara dentro de la limitación de sus posibilidades económicas, contagiada de la angustia mundial, para demostrar que la idea democrática no es una idea simplemente electoral: sino un compromiso de orden social, de orden económico, de orden militar. La democracia guatemalteca no se agotará en los actos electorales. Será un sistema permanente, dinámico, de proyecciones en el todo social y de intangible vigilancia

Más adelante afirma: “La democracia no es un bien privado que esté al capricho de cada gobernante americano. La democracia es un bien continental americano y debiera ser la columna vertebral del continente. Nacimos por ella, vivimos por ella y morimos por ella”.

En el mismo libro dice de manera enfática:

Sostengo la tesis de que no puede ser digna una nación mientras la mayoría de los habitantes no lleve una vida digna en lo psicológico, social y en lo económico. Y el problema psicológico, social y económico en Guatemala, es un problema de mayorías, un problema de millones de hombres y mujeres y no un problema de minorías.

Afirmó que se trata de crear un clima democrático, devolver al pueblo la fe en sus instituciones y en sus hombres, convencerlo de su capacidad cívica y hacerlo vivir en la plenitud de su dignidad, es algo más valioso y fecundo que levantar pirámides con sudor y sangre de esclavos.

La reflexión y el análisis de cada uno de estos párrafos que hemos destacado nos refuerza la idea de que Arévalo está presente y aún no ha sido superado en el ámbito del pensamiento educativo y político. Si a la par de esta concepción de la educación, la democracia y la política, agregamos el ejemplo de su vida, sobre todo las acciones que se llevaron a cabo en su período presidencial y el seguimiento que dio a las mismas el presidente Jacobo Árbenz Guzmán, veremos que, como país, nos hace falta un nuevo remezón para articular una sociedad en la que exista ciudadanía política, económica, social, cultural, ambiental y una comprensión de las complejidades del mundo. Esa es entonces la importancia de estudiar estas ideas para alimentar la construcción de una nación en donde se privilegie la dignidad humana.

Cabalmente, en el libro póstumo Despacho presidencial, Arévalo revela la cantidad de esfuerzos que llevaron a cabo las fuerzas insurgentes de los sectores conservadores de origen colonial en Guatemala, para derrocar la ilusión de un pueblo que ansiaba la libertad. No concebían que a través de la educación el maestro al que hicieron presidente hiciera posible la transformación de una conciencia entronizada en la sumisión, a la liberación de esta. Todo esto le costó horas de sueño para sofocar los intentos de abortar la revolución democrática.  Al final lo lograron en el año de 1954, al derrocar al presidente Jacobo Árbenz, y de esa fecha hasta la actual, el país empezó a desgajarse y a sumirse en la pesadez de la indignación.

Hoy, cada vez más, vivimos en un país confrontado, en donde no logramos vislumbrar una fuerza capaz de encontrar el camino hacia la libertad, el sosiego y la confianza ciudadana. Nos cortaron la flor de la esperanza para vivir con dignidad. Esto es lo que lleva a Mario Alberto Carrera, a la conclusión:

Juan José Arévalo es, a lo largo de muchas décadas de historia “independiente”, el único que salva el honor del elenco de mandatarios de Guatemala, porque es el único que ha tenido todas las cualidades para magistrado máximo, y el único indepurable también porque su vida fue, en el sentido de la honradez, tan pulcra como la de un santo. Nació en el seno de la clase media honrada y murió en olor de probidad, dentro de ella.

“La recia personalidad de Juan José Arévalo [señala también Lucrecia Méndez de Penedo] y su huella en la historia guatemalteca y latinoamericana de la primera mitad del siglo XX marcó una época, o más bien, constituyó una época, un estilo, un discurso”. El eje central gira en torno a temas candentes como lograr despertar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones y, sobre todo, crear ciudadanía para el emprendimiento de la construcción de la democracia. El pensamiento de Arévalo, caracterizado por el mismo socialismo espiritual, está bañado de una serie de influencias teóricas, pero que se enmarcan en el espíritu de la época, cuando surgían en el subcontinente latinoamericano los primeros atisbos de la idea socialdemócrata, fuera de la confrontación ideológica en la que, en el marco de la guerra fría, se debatían la tendencia al monopolio capitalista y su contraparte, el socialismo encabezado por la URSS. Era necesario una tercera opción política y esa fue la que se empezó a construir Arévalo, y de ahí, la importancia de insistir en la idea de la democracia y educación.

Fue un presidente filósofo y educador y de esta formación, se desprenden todas las reformas que impulsó.

Mario Monteforte Toledo afirmó:

La reforma educativa se centró en despertar la conciencia de la nacionalidad, el sentido de la dignidad y la libertad, y el aprovechamiento vocacional de las capacidades del individuo. Se edificaron más escuelas que en los últimos cincuenta años, y se instituyeron las enseñanzas técnicas y la práctica para las zonas rurales. Fue muy intensa la campaña de alfabetización de menores y de adultos.

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