
Distracciones de la Academia Universitaria
Antropos
A través de algunos artículos publicados en El Siglo, hace un tiempo, así como en mesas redondas y conversaciones de pasillo por los corredores de la universidad, he sostenido con vehemencia mi oposición y dudas respecto a la reforma política dictada por algunos diputados y aprobada por el Congreso de la República en el sentido que los centros de educación superior del país participen en las comisiones de postulación para elegir fiscal general, magistrados de la corte de constitucionalidad, corte suprema de justicia, tribunal electoral, contralor general de cuentas, según modesta opinión, esta normativa legislativa en lugar de favorecer la vida académica de las universidades, se convirtieron más bien, en verdaderos distractores y jaulas de la academia universitaria.
Habrá que agregar complementariamente que la Universidad de San Carlos de Guatemala -USAC-, además de todo lo aprobado, goza de posiciones de mayor privilegio como es el hecho de acceder a dos escaños con voz y voto en la junta directiva del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social -IGSS-, igual que en la Junta Monetaria, y en la Corte de Constitucionalidad. Con el agregado de su participación en más de ochenta representaciones en diversas instituciones del Estado. Paralelamente se le ha concedido también el poder de iniciativa de ley ante el Congreso de la República, lo cual le da a esta universidad, una enorme importancia política.
Para la escogencia de estos representantes de la USAC, ante órganos de decisiones claves del Estado, está sujeta a elecciones en el seno del Consejo Superior Universitario, el cual es sujeto hasta de presiones externas para optar por uno u otro candidato. Como todo proceso de esta naturaleza, es obvio que genera tensiones y polarización a partir de la defensa de intereses de los diferentes grupos gremiales, lo cual no debería suceder en virtud qué según mi criterio, este órgano de la más alta dirección universitaria debería enfocarse al cultivo, gestión y desarrollo de la academia, y no distraerse en aspectos que no le son propio como centro de educación superior por antonomasia.
Sin entrar a consideraciones de fondo acerca de las razones de porqué los legisladores dieron esas potestades políticas a las universidades del país, para elegir altas autoridades estatales, me imagino que consistió en la búsqueda de honorabilidad ética y moral, objetividad al margen de los intereses políticos, ideológicos, económicos y otros etcéteras. Probablemente parece que a lo mejor esa intención fue la correcta, por aquello que algunos afirman que la “universidad es la conciencia moral de la sociedad”. De lo que no se percataron los congresistas, es que estas instituciones no sólo son reflejo de la sociedad con todo y sus problemas, sino que está integrada por seres humanos, con sus virtudes de inclinación cultural y de intereses fuera de una vocación de servicio a la comunidad.
A la distancia de aquel hecho en el cual se normó algo que no debió haber sucedido en la legislación guatemalteca, hoy, lo que realmente me preocupa como educador y universitario, es la pérdida de sentido del quehacer esencial de algunos centros de educación superior, cual es el cultivo de la academia, en lo que corresponde a la docencia, a la investigación y por supuesto, a la extensión.
Resulta evidente que las diferentes autoridades universitarias se ven acosadas y a su vez invitadas a los manjares del poder político, simplemente porque forman parte como electores de instancias del Estado. Esto me conduce a la primera conclusión, en cuanto a poner en duda si esto que hacen hasta hoy algunos centros de educación superior del país, corresponde o no a la esencia de su misión o más bien se convierte en distractores. Es un hecho, además, que algunas universidades cuando diseñan carreras la preocupación central es la creación de unidades de ciencias económicas y de abogacía, porque de ahí se escogen a los electores para formar parte de las comisiones de postulación. No están pensando en la academia, sino en el poder que da el accionar político. O sea, no les preocupa el mejoramiento de la formación de excelentes profesionales, ni mucho menos abrir nuevas ofertas atendiendo las demandas de los nuevos mercados del mapa laboral que cada vez es más complejo, o bien, presentar propuestas e ideas para la solución de algunos problemas centrales de la vida nacional a partir de las investigaciones de sus mejores académicos. Está claro que existen nobles diferencias en algunos sectores académicos y universidades que hacen la excepción frente a los juegos de poder de lo cual me precio conocer.
Segunda conclusión. Las mejores universidades de América Latina no tienen esta potestad, lo cual se traduce que esencialmente, se benefician sustantivamente, dado que no son atrapadas por distractores de carácter político, como si lo tienen algunas universidades de Guatemala. Los centros de educación superior de la más alta calidad académica, se dedican enteramente a la vida académica, destacándose en el cultivo de los saberes y se convierten de manera natural, en verdaderos punto de referencia de la inteligencia de una nación, así como de virtudes humanas y mentes talentosas, que son tomadas en cuenta para emitir criterios, opiniones y propuestas concretas que requieren los gobernantes, medios de comunicación, empresarios, iglesias, dirigentes políticos para aclarar temas que estas instituciones por su naturaleza de trabajo, no pueden atender con verdadero sentido de objetividad. En pocas palabras la academia da aportes y esto es central para la vida de la ciudadanía, la sociedad y el Estado.

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