Columnas

No se trata de retroceder

No se trata de lanzar las campanas al vuelo, ni de festejar nada, ni de emocionarnos plenamente. La decisión de la Corte de Constitucionalidad que permite la inscripción en la carrera de Magisterio a la Escuela Intercultural Bilingüe de Nebaj es un logro maravilloso, que reivindica las luchas por las escuelas normales. Pero no es algo definitivo, ni está firme, ni significa que ya se vuelva a las viejas glorias (y también a los viejos problemas y deficiencias). Más que cualquier celebración, se trata de pensar bien qué va a ocurrir con la formación inicial docente y de comprender en qué coyuntura tiene lugar. La decisión de la Corte representa una muestra de que las cosas no eran lo que dijeron y esgrimieron las autoridades en aquel 2012, por cierto, dentro del contexto de un gobierno a todas luces corrupto y dañino para el país.

El peor gobierno de nuestra historia fue el que destruyó las escuelas normales y fue el que se llenó la boca vanagloriándose de la represión y el abuso a estudiantes que levantaron la voz digna. Que un recurso jurídico vuelva a traer a la discusión el tema del magisterio es un aporte enorme de las y los luchadores de Nebaj. No representa, todavía, un logro plenamente alcanzado, tengamos muy claro eso.

Sin embargo, las voces de los empresarios, académicos y educadores que también fueron parte de aquella imposición en su momento, ya empezaron a lanzar sus voces al viento y el principal argumento que hemos escuchado es “regresar el magisterio a las escuelas normales sería un retroceso”. ¿Qué avance ocurrió con el cambio a la universidad? Es muy pronto para responder esta pregunta puesto que todavía se está por ubicar en el sistema educativo a los primeros egresados y egresadas de la universidad. Sin embargo, no se trata de contar con grandes estudios ni esperar todo el tiempo del mundo para descubrir que el contexto generalizado del sistema educativo, incluida la formación universitaria, muestra enormes carencias que no se han resuelto ni se resolverán con mover los problemas y falencias de un nivel a otro.

En el supuesto escenario de que pudiera retornarse a la carrera de magisterio en aulas normalistas, nunca debiera tratarse de volver a un modelo que ya tenía serios problemas, aunque viniera de una rica historia que sí debe utilizarse como fuente y base para la formación docente. No se vive de la historia, pero en ella se encuentran los fundamentos, los genes de lo que se hace en el presente. Por eso, las escuelas normales, que han representado lo mejor de nuestra historia pedagógica, podrían significar una posibilidad de cambios para la educación desde la realidad que necesitamos en la hora presente.

La dignidad que siempre ha emergido de las escuelas normales, incluso en sus luchas por no desaparecer, deber ser la fuerza que impulse a una búsqueda de estrategias y maneras de formar al cuerpo docente que necesita nuestro país. No los docentes que necesitan los empresarios de la educación o de cualquier actividad económica, ni los funcionarios, ni los sectores que se alimentan de la obediencia ciega, de la ausencia de pensamiento crítico, de la docencia que se adapta a todo.

Ojalá que la vuelta del tema a la discusión pública también constituya una oportunidad para lanzar miradas profundas a la educación actual, no solo a sus cifras o situaciones de infraestructura. Y que en ello tengamos presente a la joven atropellada junto a sus compañeros y compañeras, ella que representa la dignidad puesta en voz joven.