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Guatemala 2020: la historia que nunca termina

Sueños…

Guatemala vuelve a ser un Estado fallido, con un sistema capitalista semifeudal.

El sábado 21 de noviembre, el pueblo de Guatemala asistió a una nueva catarsis. Cada diez o quince años, el pueblo chapín inicia una nueva revuelta.

¿Contra qué?, contra todas las injusticias, insatisfacciones, discriminaciones sociales que lo aquejan desde la llegada del primer grupo de vándalos europeos que invadieron aquellos territorios. ¿Contra nada? De las inmensas masas volcadas a las calles no emerge un liderazgo, no existe ninguna propuesta de solución alternativa al sistema económico social imperante desde la conquista y la colonización, sistema que se hace eterno, semejante a una “historia sin fin”

Es un sistema que se repite eternamente, siempre basado en la explotación inmisericorde de la mano de obra barata de las muchedumbres indígenas, siempre con el resultado del hambre, la desnutrición y la pobreza más aberrante, excluidos frente al poder y la riqueza inconmensurable de terratenientes, dueños de bancos, institución armada e iglesias; que desde inicios del siglo cuentan con el servicio de funcionarios del gobierno y profesionales liberales, que desde los años 80 cooptaron sindicatos y universidades. 

No obstante, la irracionalidad con que se maneja el Estado, convertido en Estado fallido desde su primer día, así como la permanencia de 500 años de los problemas sociales generan un clima de malestar aún en los grupos no oprimidos. Cada 10 o 15 años estos grupos se desesperan por la irracionalidad del manejo del Estado y salen en masa a buscar respuestas, sin preguntas, ni consideraciones ideológicas o políticas. Sí el sábado 21 se les pregunta a los manifestantes ¿qué solución proponen? Surgirían más propuestas que personas en las calles, es un país que no termina de comprender cuál es su origen, ni su destino.

Todos en las calles tienen razón de salir a manifestar, buscan la purificación en gritar consignas, denostar a los dirigentes espurios del gobierno, pedir su cabeza o por lo menos su dimisión, todos sienten que hay que limpiar el país de sus impurezas, de la violencia, la corrupción y el crimen organizado. Todos buscan, con razón, la purificación del país, todos quieren transformarlo en un Estado real.

Pero, pasada la catarsis y sometido el grupo más generoso a sangre y fuego, el sueño budista de la reencarnación se diluye durante varias décadas.  Y la historia vuelve a repetirse periódicamente.

Guatemala vuelve a ser un Estado fallido, con un sistema capitalista semifeudal, con predominio de los terratenientes y la fe en el ser supremo. Guatemala vive el sueño eterno del purgatorio, en palabras del divino Dante: “…verás también a los que están contentos entre las llamas, porque esperan, cuando llegue la ocasión, tener un puesto entre los bienaventurados.”

Pero ¿cuándo madre, Guatemala, si en el invierno, después de haber cenado, estás junto al bracero pensando con desgano, oídos a la lluvia que cae sobre el techo, y en eso, puerta y viento…? Guatemala, surge la respuesta a tus dudas eternas. Ese será el día que hoy está cerca. La respuesta es sencilla, tienen que surgir partidos y movimientos políticos que se comprometan a construir una asamblea constituyente que emita, ¡por fin!, una constitución que contenga entre sus principios el respeto a los derechos humanos de todos, la libertad de expresión, de pensamiento y el derecho a educación y atención de salud de la misma calidad para todos los ciudadanos. Una constitución que establezca que el 10% del presupuesto anual de la república se dedicará a educación primaria y secundaria, que solamente el 1% será para universidades públicas. Que indique con claridad que en una década el 100% de los guatemaltecos termine la educación primaria, que el 80% termine la secundaria y que el sistema de salud abarque al 100%, además que Guatemala deje de estar entre los 10 países con peores indicadores sociales del mundo.

Lo que se requiere es una Guatemala en democracia. En que el pueblo sea más importante que los intereses de grupos privilegiados de terratenientes, grupos armados, jerarquías eclesiásticas y funcionarios del gobierno y profesionales universitarios.

Y es que Guatemala, en aquel purgatorio, está condenada a repetir la historia una y otra vez. Cada 15 de septiembre se despierta soñando con construir una nación independiente, alejada de ser una colonia, pero el 16 nunca llega. Se repite eternamente el día 15. Y, es que la independencia fue confusa. Aunque existen grupos de titiriteros que quieren celebrar y ser protagonistas del 200 aniversario, la verdad es que tal fecha es una mentira histórica. En el año de 1807, Napoleón Bonaparte, aún líder de la gesta revolucionaria burguesa de Francia, encabezaba las fuerzas que querían destruir todos los privilegios de la nobleza y el feudalismo, eliminar el poder de los entes religiosos y dotar al mundo de naciones libres y democráticas. En ese año las fuerzas francesas invadieron España y el año 1808 lograron la abdicación de los borbones y el inicio de un proyecto de reforma de uno de los pueblos más atrasados de Europa, España. Al abdicar los reyes españoles, el imperio se derrumbó, las colonias dejaron de ser, en forma real, colonias. Ese fue el día de la verdadera independencia.

Las élites terratenientes y comerciales de las colonias de América española, enviaban a sus hijos a estudiar y observar los cambios que vivía Europa con la ilustración, la revolución francesa y los inicios de la revolución industrial inglesa. Esos hijos regresaron, a la región, y como por arte de magia se convirtieron en “libertadores”. En realidad, su tarea era construir nuevos Estados de terratenientes.

Saldrá del movimiento de noviembre un nuevo amanecer para Guatemala. Ojalá.

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Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.

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