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Milei, ¿el mayor enemigo de la libertad?

Idealis Mundi

Milei, entre otras cosas, precisamente, pretende imponer “orden” y “combatir” el delito con más violencia estatal, es decir, con más represión por parte de las fuerzas de “seguridad” del Estado, lo que significa mayor gasto estatal, más impuestos, más pobreza.

Por cierto, mi intención es hacer ciencia, no entrar en discusiones políticas, ideológicas o religiosas. Al contrario de quienes tienen una posición ideológica o incluso religiosa cuando creen en el Estado -supuestamente mínimo, para algunos- que no tiene explicación científica, es decir, que creen por una cuestión puramente ideológica o de fe.

Queda claro, pues, que todo lo que escribiré contiene un desarrollo racional científico aunque, obviamente, por razones de espacio, resulta imposible incluir todo lo que sí he escrito en dos libros publicados. Y cuento algo personal, muchas de estas conclusiones científicas no me agradan, por razones de mi historia personal, gustos y preferencias hubiera preferido que algunas de estas descripciones fueran diferentes.

Empecemos por el principio. La violencia, ya lo sabía Aristóteles, es siempre destructiva porque es, precisamente, aquella fuerza -extrínseca, artificial- que pretende desviar el curso natural espontáneo de algo. Es decir, desvía el “infinitamente sabio” orden natural y, por tanto, conduce al desorden del cosmos, a la destrucción de la naturaleza. Siempre significa incluso en los casos de defensa propia y urgente. Para corroborar esto, hoy todos los estudios de campo serios muestran que los métodos de defensa eficientes son los pacíficos: prevención, disuasión, mediación, etc. Mientras que los recursos violentos empeoran toda situación.

Así, el Estado -en tanto monopolio de la violencia con el que “ordena” violando el orden natural, espontáneo- es destructivo, es inmoral entendida la moral como adecuación del hombre a la naturaleza de las cosas. Por cierto, la violencia es lo que se contrapone a la libertad ya que supone forzar a otra persona a hacer lo que no haría por propia decisión. Como miembro de una familia con profundos lazos militares, hubiera preferido que esto no fuera verdad y, honestamente, me cuesta repetir esta sentencia científica.

Así las cosas, deberíamos suprimirlo. ¿Es esto posible? Desde el punto de vista histórico, el Estado es un ente primitivo surgido de la irracional -del hombre en tanto animal- creencia de que la violencia “en defensa” propia es, no solo legítima, sino necesaria lo que, como dijimos, no tiene explicación científica ni queda corroborado por los estudios de campo.

Es como la mentira, por compararlo con algo didáctico. Es decir, es un mal pero, siendo realistas, nunca desaparecerá de la humanidad porque siempre seremos animales racionales, pero animales al fin. Jamás seremos lo suficientemente perfectos como para eliminar la mentira ni la violencia. Pero lo importante a tener en cuenta es que lo violento -el Estado- es inmoral e irracional y, por tanto, debemos esforzarnos para eliminarlo lo más que se pueda y lo más rápidamente que sea posible.

Milei se dice “libertario” de lo que tengo dudas, porque no se condice con algunas de sus propuestas, me recuerda a la derecha conservadora. En cualquier caso, los “libertarios” creen en un Estado “mínimo”, dedicado básicamente a brindar -de manera muy ineficaz y arbitraria- seguridad y justicia cuando ambas actividades son realizadas, en muchos lugares, con eficacia por las personas privadas. Es decir, que el presidente electo cree en la violencia lo que no tiene explicación científica, es una cuestión de prejuicio ideológico, o una cuestión de fe.

Por otro lado, ese Estado “mínimo” es financiado con los impuestos coactivamente -violentamente- extraídos de la sociedad. Pero resulta que los impuestos recaen con más fuerza sobre los más pobres, porque cuanto más alta es la capacidad económica de una persona, más instrumentos tiene para derivarlos hacia abajo. Por ejemplo, los empresarios suben precios o bajan salarios.

Tanto que la pobreza, a pesar de la creencia popular, no es de origen natural sino creada, precisamente, por la violencia estatal. Por caso, el mundo produce hoy alimentos para toda la humanidad y aun sobran y, sin embargo, millones pasan hambre, precisamente por la intervención destructiva -violenta- del Estado impidiendo la libre comercialización y circulación de los productos y personas.

O sea, el Estado “mínimo” produce una gran injusticia social ya que provoca pobreza en algunos, generalmente, los más débiles, los más humildes. Demás está decir que la justicia social sí existe -como he explicado en un artículo de la revista RIIM de ESEADE- ya que supone el “dar a cada uno lo suyo según su propia naturaleza”, es decir, cuando se desarrolla espontáneamente el orden natural sin que sea desviado por la violencia que pretende -irónicamente- imponer “orden”.

Milei, entre otras cosas, precisamente, pretende imponer “orden” y “combatir” el delito con más violencia estatal, es decir, con más represión por parte de las fuerzas de “seguridad” del Estado, lo que significa mayor gasto estatal, más impuestos, más pobreza.

El nuevo presidente no entiende finalmente a la libertad -la ausencia de violencia que permite el desarrollo espontáneo del orden natural- y, por tanto, ignora que al delito se lo “combate” con más libertad. Es decir, el delito común se combate con pleno empleo y salarios lo suficientemente atractivos que el mercado verdaderamente libre -sin tener que financiar un Estado “mínimo”- puede ofrecer.

Concluyendo, en principio Milei se convertirá en el mayor enemigo de la libertad cuando asuma la dirección del monopolio de la violencia. Y, lamentablemente, al no entender finalmente a la libertad no aplicará el principio de acción necesario: resolver todos los problemas sociales -todos- dejando que gobierne el “infinitamente sabio” orden natural, es decir, dando más libertad donde sea necesario, o sea, dejando de ejercer violencia allí donde está provocando ese problema.

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Alejandro A. Tagliavini

Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California

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