El Naufragio de la Universidad…
Lugar Hermenéutico
Distinto a lo que sucede en países desarrollados o en realidades más cercanas a la nuestra, tal es el de El Salvador o Costa Rica, donde la educación se divide en cuatro niveles: preescolar, primaria, secundaria y superior, esta última es parte de un sistema educativo nacional, o como el caso mexicano, donde la educación superior consta de al menos 13 subsistemas, sin embargo en Guatemala, las universidades gravitan sobre su propio eje, con total autonomía le llaman, pero es más bien una autentica anarquía.
En pocas palabras, quien o como se mide la pertinencia de la oferta académica que ofrecen las universidades del país, con la dinámica global o al menos con la realidad regional o local de lo que el nivel diversificado está pariendo.
Quizá, parte del problema se deba desde la misma Constitución política de la República de Guatemala, que hace una separación abrupta de la educación superior, puesto que, en su sección cuarta, la refiere textualmente a “Educación” y en una sección distinta, la sección quinta, habla de “Universidades”, y en ella, se separa lo que es la Educación Superior pública de la que ofrecen las universidades privadas.
Pese que en el artículo 86 de esta misma sección, se crea el Consejo de Enseñanza Privada Superior, con el objeto de “velar por que se mantenga un adecuado nivel académico en las universidades”, poco o nada se sabe de la labor que este ente hace por cumplir su función, una vez haya aprobado el funcionamiento de una nueva casa de estudios, esta camina por su libre albedrio.
Con más de 15 universidades legalmente registradas en el país, ninguna de estas aparece en las principales menciones de excelencia académica a nivel latinoamericano y a nivel centroamericano las ticas y panameñas, son los centros más laureados.
Más que una simple posición en un ranking internacional merece la pena preguntar del porque el rezago de la educación superior en el país, tal cual se refleja en los indicadores de desarrollo de Guatemala, dicho sea de paso, los peores en Latinoamérica, ya superando a los haitianos. Sería un absurdo pensar que tenemos centros académicos de excelencia, si nuestra realidad social nos muestra otros datos.
Es valido mencionar a verdaderas lumbreras egresadas de distintas casas de estudios, con amplios reconocimientos en el extranjero, en ciencia, arte, tecnología, etc., sin embargo, ello es más por el talento y talante de los profesionales que por la excelencia académica recibida en sus casas de estudio.
El pensamiento crítico, la aplicación de la tecnología, la presión en los ecosistemas, las políticas comerciales, debiesen ser algunos de los temas centrales a través de los cuales los centros de estudios superiores orienten a las personas que están llamadas a crear oportunidades o liderar enclaves de desarrollo.
Diversos autores han coincidido en que no existe en las sociedades una reforma más urgente que el de la educación superior, en su libro, El Naufragio de la Universidad y otros ensayos de epistemología política, el sociólogo y filosofo suizo, Michel Freitag, nos habla sobre la época de cambios en la cual nos encontramos y sobre esta base afirma, que no hay reforma más urgente que la reforma de las universidades.
Por donde empezar una discusión de estos temas en Guatemala, quien o quienes debiesen llamar a la creación de un verdadero sistema educativo nacional compuesto por diversos subsistemas matricialmente integrados. Si aspiramos a tener mejores niveles de desarrollo social, debemos modelar sistemas educativos de excelencia, no se trata de pintar escuelas, llenar escritorios sobrevalorados, o comprar certificaciones internacionales que nos indiquen que todo va muy bien.
Los centros de enseñanza en sus diferentes niveles, pero particularmente las universidades, deben ser semilleros donde se formen los liderazgos en la ciencia, el arte, la cultura, capaces de interpretar la realidad en la que viven para dar respuesta con soluciones creativas para mejorar su entorno.
Como en la mayoría de los temas torales vamos bastante tarde, sin embargo, en algún momento hay que entrarle, pues más vale tarde que nunca.
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