Dramas y Tragedias versus Cultivo de Valores Humanos desde el Hogar y la Escuela
Antropos
Lejanía: En este país pequeño, todo queda lejos, la comida, las letras, la ropa…
Humberto Ak’abal poeta K’iche
Hace más de diez años escribí un artículo en el Periódico alDía, el cual dirigía el estimado periodista Otoniel Monroy, titulado SANGRE EN LAS CARRETERAS como respuesta a un fatal accidente de tránsito similar al sucedido en la madrugada del lunes diez de febrero de 2024.
Ahora frente al dantesco accidente en la curiosa CALZADA DE LA PAZ, en la que un joven irresponsable dirigía un autobús a una excesiva velocidad con más de cincuenta pasajeros de los que murieron la mayoría, vienen a mi mente algunas ideas reflexivas en torno a la convivencia humana y el respeto a la vida. Reconozco con dolor que poco hemos hecho como padres, maestros, religiosos, periodistas, gobernantes, y muchos etcéteras para formar conciencias respetuosas de la vida humana. Pareciera que se acrecientan los dolores, los dramas y tragedias. Habrá que evitarlos a través de la educación.
Estos hechos dramáticos, me hacen recordar las palabras del pensador mexicano Rodolfo Stavenhagen, enfatizando que “únicamente una educación que tienda a una cultura realmente cívica compartida por todos conseguirá impedir que las diferencias sigan engendrando desigualdades y las particularidades inspirando enemistad”. Precisamente, porque nos enfrentamos angustiosamente a un quiebre de valores, del cual surge la necesidad de un ideario ético en el que se rescaten los ideales humanísticos y el sentido de la vida, a fin de sobrecogernos a una utopía que nos lance a un mejor futuro. Por ello, la educación moral y educación ciudadana tiene como propósito dice la escritora costarricense Beatriz Villarreal, en primer lugar, “lograr que todas y todos se sientan ciudadanos y que se asuman como parte de un proyecto de nación que les asegure el reconocimiento de sus derechos y deberes, considerando que la educación es tarea de sujetos. Hacer que su meta sea la de formar personas sensibles con una orientación democratizadora igualitaria e incluyente, respetuosa y tolerante”. Porque, según Adela Cortina, filósofa española “un ciudadano que no se siente protagonista de su vida política, ni tampoco de su vida moral, cuando lo que exige un verdadero Estado de justicia es que los ciudadanos se sepan artífices de su propia vida personal y social”.
De ahí, que sea recomendable la puesta en marcha de programas educativos relacionados con aspectos como los derechos y deberes de los ciudadanos, la ciudadanía, la democracia, el Estado, la nación, así como forjar en los jóvenes a través de diversas modalidades pedagógicas, las virtudes centrales de la humanidad, porque “uno es verdaderamente ciudadano, enfatiza Edgar Morin, filósofo francés, cuando se siente solidario y responsable”.
Puntualmente nos ilustra en este mismo sentido el pensador Zygmunt Bauman, en su libro El Desafío ético de la globalización: “cuando un ser humano sufre indignidad, pobreza o dolor, no podemos tener certeza de nuestra inocencia moral. No podemos declarar que no lo sabíamos, ni estar seguros de que no hay nada que cambiar en nuestra conducta para impedir o por lo menos aliviar la suerte del que sufre. Puede que individualmente seamos importantes, pero podríamos hacer algo unidos. Y esa unión está hecha de individuos por los individuos”.
Se trata entonces de llevar a la práctica, el imperativo que los valores milenarios de la humanidad se vuelvan a revalorizar en búsqueda de la confianza y la sensibilidad que se ha perdido a lo largo y ancho de nuestras sociedades. Nadie, dice Adela Cortina: “pone en duda hoy la importancia de la confianza como elemento esencial de las relaciones sociales y económicas”.
Frente a esto, nos queda como ciudadanas y ciudadanos, la solución realista a largo plazo de invertir en la formación del ser humano, difusión del saber, ampliar las responsabilidades individuales, la inteligencia humana, sensibilidad y el imperativo del corazón como señala el teólogo brasileño Leonardo Boff, es también necesario la ternura porque es el cuidado para con el otro, el gesto amoroso que protege y da paz.
Desde esta forma de reflexionar acerca de nuestro entorno, pensamos que la práctica de las virtudes cardinales de la humanidad son los valores que deben de articularse en el marco de una estrategia pedagógica que nos posibilite ocuparnos de la educación moral para forjar una vida humana más digna y prudencialmente feliz y a su vez fortalecer los modelos pluralistas de escuela y de una sociedad en la cual los derechos humanos se conviertan en una especie de núcleo axiológico.
Como educador sostengo que la educación es fundamental para crear hábitos y formar el carácter tomando en cuenta que la convivencia y confianza humana, se convierten hoy día, en las virtudes necesarias que habrá que cultivar. En tal sentido, entendemos que la escuela, a través de un contexto de comunidad abierta y tolerante, con la intermediación de los maestros, es el espacio ideal para la formación de actitudes y valores como la igualdad, la libertad y la solidaridad, fundamentos de las que requiere toda sociedad democrática. Y éste es el gran desafío en el que los niños y los jóvenes de hoy, serán los protagonistas y actores principales del futuro. De ahí, la imprescindible necesidad de repensar la educación, como autoconciencia de nuestra propia realidad.
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