Columnas

Las primeras ayudas (2)

Son tantas las fuerzas contrarias, que hemos de tener una visión universal, integral y transformadora, sobre todo para prevenir y mejorar el bienestar de todos, considerando prioritario la inclusión de la salud mental en todas las agendas, máxime en un mundo tan convulso como el presente. No olvidemos  que son muchas las personas estigmatizadas y discriminadas por problemas psicológicos, que necesitan ser oídas, escuchadas, como una forma de encuentro.  De ahí, la importancia de fomentar una cultura del ánimo, o si quieren del esfuerzo, donde nadie se sienta solo, y todos nos sintamos acogidos. Esta es la cuestión de fondo. Las víctimas de la exclusión continúan siendo las personas más débiles, más frágiles. Realmente cuesta entender cualquier evasiva, puesto que son muchas más las cosas que todas las personas tenemos en común que las que nos diferencian. Las sociedades debieran ser más empáticas, sobre todo a la hora de interesarnos los unos por los otros, donde nadie debería sentir superioridad alguna sobre sus semejantes. En efecto, la cuestión fundamental no es la aportación psicológica ante un ser que nos pide ayuda, sino el acompañamiento, el ponernos en el lugar del otro y saber lo que siente o incluso lo que puede estar pensando; pero cuidado, así como no es lícito apropiarse de los bienes de otro o atentar contra su integridad corporal sin su consentimiento, tampoco ha de estar permitido entrar contra su voluntad en su ámbito interior.

Por consiguiente, la apuesta de una ayuda humanitaria anímica será efectiva en la medida que sintonice con la persona que nos pide apoyo; sin obviar que la persona normal, cuando utiliza como debe las energías interiores que están a su disposición, es capaz de vencer cualquier dificultad. Nos lo recuerda el mismo refranero: Querer es poder. En última instancia, todo tiene arreglo. Indudablemente, llegado a este punto siempre hay que respetar la individualidad del ser humano. Cada uno es como es, con su personalidad y actitudes. En consecuencia, a lo mejor no es necesario hacer nada, simplemente estar presente o dejarle que se halle la persona misma consigo misma. Lo que es evidente que las circunstancias actuales nos exigen salir de la penumbra, levantar vuelo humano, siendo más conscientes de que una mente saludable siempre tiene solución para cualquier problema que se le presente. La mejor manera de levantar el ánimo, ante cualquier desdicha, pasa por respetar la autonomía de la persona, ofreciéndole un enfoque de recuperación que inspire esperanza y realmente le apoye a conseguir sus objetivos y aspiraciones.

Sabemos que por el estado de ánimo alegre nos hacemos jóvenes y hasta nos embellecemos. A veces me pregunto, ¿cómo callar las tristezas o, al menos, cómo aminorarlas? Qué difícil se nos hace cultivar lo armónico en nuestra propia existencia. Ciertamente, el desconsuelo nos impide tantas veces vivir, que parece que nos han robado la vida. Frente a los mil atropellos que sufren moradores por todo el planeta, no podemos permanecer pasivos, tampoco podemos echarnos atrás,  hay que caminar con los que sufren.Vivir con los que resisten y sobrellevan la angustia, darles aliento, tutelar su dignidad, ser su voz y también buscar su bien. Pensemos que cualquier ser humano ha de estar en el centro de todo, habite donde habite, y con él hemos de estar, estimulándole hacia el espíritu del bien colectivo. Desde luego, la vocación humana al desarrollo ayuda a buscar la promoción de toda la ciudadanía y de todo ciudadano. Lástima que la irresponsabilidad, en ocasiones, nos lleve por otros caminos que para nada nos revierte en concordias. Felices los valientes, los que saben renacerse y rehacerse con ánimo parejo de la derrota o de las palmas. Al fin y al cabo, nuestra recompensa siempre se halla en el esfuerzo que pongamos. Todo es resultado del valor injertado, conocedores de que cuanto mayor es el trance, mayor también será la gloria.

http://www.s21.gt/2016/10/ayudashumanitarias/

Por: Víctor Corcoba

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