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Prohibición del plástico, la moda ilógica

Evolución

Bajo el argumento de “ser más amigable con el ambiente”, Antigua Guatemala es el más reciente municipio en sumarse a la moda de prohibir el uso de ciertos productos plásticos y desechables.  Aún si pudiera decirse (lo cual no es cierto) que con medidas de este tipo se detendrá la contaminación del ambiente, ríos, lagos, mares y se evitarán los daños a especies silvestres, existe un tema que no se puede obviar. Para empezar, la medida es antijurídica e inconstitucional porque viola la libertad de industria, comercio y trabajo garantizados en el artículo 43 de la Constitución Política de la República. Por supuesto que ello no hará diferencia alguna cuando las decisiones constitucionales se toman como si se tratase de un concurso de popularidad.  Este tipo de disposiciones, desde el punto de vista jurídico, castigan al inocente y no al responsable. La prohibición viola el derecho de los habitantes de producir, comercializar y usar ciertos productos plásticos en sus actividades responsablemente, cuando lo que debería ser prohibido y severamente sancionado es el mal manejo y sobre todo el deshecho irresponsable de estos productos. La responsabilidad legal debe recaer sobre las personas que en realidad están provocando el problema de contaminación, que son las personas que no se adhieren a un programa de extracción de basura y manejo de desechos de forma responsable, sobre todo en un país donde la cultura es tirar basura en la propia calle con total indiferencia.  Es más, las mismas municipalidades, incluidas las que han adoptado medidas de este tipo, en muchos casos no cumplen de manera responsable con programas de manejos de basura, de desechos sólidos ni de aguas servidas, lo cual es una de sus más importantes responsabilidades y funciones. Estas municipalidades en buena medida comparten la culpa del problema, pero para evadir su responsabilidad optan por la medida fácil de la prohibición.

Por supuesto que todos nos indignamos y conmovemos cuando vemos las imágenes “viralizadas”, como dicen ahora, de montañas de basura contaminando ríos y mares, y más aún con las de animales indefensos que sufren o mueren a causa de la contaminación provocada por humanos salvajes. Pero, más que por la emotividad, la razón de nuestras acciones debe ser guiada por la lógica, sobre todo, en términos de la efectividad de las medidas a adoptar para palear el terrible problema de la contaminación y su impacto. Reitero algunas ideas del Dr. Mathy Stanislaus, quien fungió como consultor del Foro Económico Mundial y de la Agencia de Protección Ambiental de la administración Obama, expuestas en la publicación del World Resources Institue (https://www.wri.org/blog/2018/08/banning-straws-and-bags-wont-solve-our-plastic-problem). Este tipo de prohibiciones resultan teniendo un impacto ambiental mayor en otras áreas. La razón es porque se utilizan mucho menos recursos como tierra, agua, emisiones de Dióxido de Carbono, etc. para producir bolsas plásticas que para producir bolsas de papel, algodón o plásticos reutilizables. En otras palabras, con prohibiciones de este tipo se está incentivando el uso de sustitutos como los mencionados cuya producción tiene un impacto ambiental sustancialmente mayor que el de la producción de bolsas plásticas. Menciona Stanislaus que el Ministerio de Ambiente de Dinamarca determinó que una bolsa de papel tendría que reutilizarse 43 veces para equiparar el impacto ambiental de una típica bolsa plástica utilizada una sola vez, no se diga si se reutiliza, como muy frecuentemente sucede. Una bolsa orgánica de algodón debe ser reutilizada 20,000 veces, o todos los días durante 55 años, para tener el mismo impacto en el ambiente en cuanto a la producción de una bolsa plástica. A simple vista, el hecho de no analizar el problema detenidamente e imitar precipitadamente medidas a la moda, resulta siendo muy insensato e ilógico y sobre todo más nocivo para el ambiente.

Lógicamente no pretendo ignorar el problema de la contaminación y menos tener todas las soluciones. Considero que es necesario un debate honesto, serio y desprovisto de ideologías, sesgos e intereses especiales. Creo que la principal solución pasa por cambios culturales de fondo, que van desde el uso, múltiple reutilización y desecho responsable de materiales plásticos hasta generar programas efectivos de reciclaje que, incluso bien enfocados, pueden significar nuevas oportunidades de emprendimiento y desarrollo, con sus notables beneficios ambientales. El plástico, per se, no es el problema, más bien el impacto ambiental de producirlo es mucho menor al de producir muchos sustitutos. El verdadero problema lo ocasionan en buena medida aquellos inadaptados que piensan que el mundo es su basurero con la complicidad de muchas municipalidades que no cumplen una de sus principales funciones. Por lo tanto, las respuestas, en términos de políticas públicas, deben ser lógicas y acordes al problema y no solo copiar estos sinsentidos solo porque están de moda.

TEXTO PARA COLUMNISTA

Alejandro Baldizón

Abogado y Notario, catedrático universitario y analista en las áreas de economía, política y derecho.

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