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Medicina y salud

Antropos

Todos los días del año tienen, por alguna razón, un nombre. Es entonces que uno de ellos, se ha dedicado a los médicos. Habrá que recordar que la medicina como disciplina, es tan antigua como la humanidad. De ahí qué desde siempre las civilizaciones, contaron con personas que se dedicaron a curar. Bajo el ojo de la observación y de la experimentación, encontraron hierbas que aliviaban los dolores. De estas, nació el ungüento, las bebidas, los tintes, las recomendaciones y hasta predicciones de los avances de la enfermedad y salud.

Desde sus orígenes, el ser humano ante la enfermedad y las heridas del cuerpo, buscó la causa a fin de encontrar un bálsamo contra el dolor y la angustia. Múltiples curiosidades se descubren hoy de lo que se hacía para aliviar a los dolientes. Así mismo aún perviven en nuestras culturas el uso de los recursos de la propia naturaleza para curar, frente a una pujante industria farmacéutica que produce por millones diversidad de medicamentos.

Es el caso entonces que reflexionar acerca del trabajo de los médicos, es pensar en la vida, que es pensar en la salud. Con el amigo Doctor Erick Porres, recientemente fallecido, en nuestra estancia en la Universidad de San Carlos, conversamos varias veces acerca de este tema. Me encantaban esos acercamientos, porque Porres, no tenía un visión unilateral de la práctica profesional de la medicina. Tuvo alcances de otras alternativas y eso le daba un sesgo de amplitud profesional. Vayan estas líneas ante un gran conversador de las dolencias del cuerpo y el alma humana.

El tema de la medicina siendo una disciplina tan antigua como la humanidad y su contraparte la enfermedad o negación de la salud, nos lleva necesariamente en el trazado de este artículo, mencionar algunos de los grandes médicos que nos legaron sus inventos y su práctica profesional. Hipócrates considerado el padre de la medicina y de la ética médica. Desarrolló teorías de la enfermedad, recomendando la dieta, el sueño y el ejercicio. Dos aspectos centrales que están presentes en nuestro tiempo.

Avicena el enciclopedista árabe. Filósofo, pensador, llamado el príncipe de los médicos. Oftalmólogo. Descubre entre muchas más, el circuito de la sangre, postulando que salía  del corazón para ir a los pulmones, así como avances de la anatomía del ojo humano. Su obra cumbre fue el Canon de Avicena que consta de catorce volúmenes publicados el año de 1020. Así mismo traemos a la memoria el nombre de Andrea Vesalio, quien escribió el libro: “Humani Corporis Fabrica”, “Sobre el tejido del cuerpo humano”. Antes de estos tres grandes médicos, vivió en Egipto, Imhotep, a quien se le considera el médico más antiguo.

Obviamente hay otros nombres que dieron aportes significativos, como lograr la higiene en el quirófano, o bien la cirugía antiséptica, el psicoanálisis, el descubrimiento de los microbios, o los aportes de Koch en la bacteriología, los descubrimientos del ADN del ARN de los virus, el descubrimiento de la penicilina, entre muchos avances vertiginosos de la era actual con el uso de los microscopios, radiología, robótica, inteligencia artificial, las impresoras 3 D, tratamientos del cáncer con la quimioterapia, la radioterapia, terapias, y mucho más en el ámbito de la biotecnología y biomedicina.

En cuanto a nuestro país, contamos con el valioso libro del médico patólogo Carlos Martínez Durán, Las ciencias médicas en Guatemala, origen y evolución. En donde arranca con darnos a conocer la obra del Santo Pedro de Betancour y su acción benéfica para aliviar las dolencias de los desprotegidos, hasta describir los aportes, descubrimientos, práctica profesional y méritos de José Felipe Flores, Narciso Esparragosa y Gallardo, Rodolfo Robles, Carlos Alvarado Dumas, María Izabel Escobar, Federico Castro, Ernesto Cofiño Ubico, y un etcétera.

Habrá que hacer mención, en el caso de Guatemala, de la práctica de la medicina en la cultura Maya. Se distinguieron en el uso de hierbas, destacándose que para esa época se conocían, el nombre y aplicaciones de 350 plantas medicinales. Desde su cosmovisión, consideraron la existencia de un dios Itzamna, caracterizado como el dios de los médicos, por cuando su enfoque tenia también una influencia religiosa. Obviamente, el médico llegó a ocupar posiciones de respeto, porque era practicado por los sacerdotes más ancianos y ellos le trasladaban sus conocimientos a los jóvenes, quienes al alcanzar la cúspide de sus conocimientos y prácticas, poseían toda la información y alcances curativos de su herbolario.

Es en ese sentido, que los avances de las ciencias médicas y los aportes de otras disciplinas, han generado como nunca, el vertiginoso mundo de las superespecializaciones, debido a diversidad de investigaciones y de las enfermedades. Sin embargo, es necesario hacer notar, que los especialistas, están más preocupados por la dolencia y no por la salud. Se han olvidado, como señaló José Ortega y Gasset, del ser humano como un todo integral. No es suficiente ver la vida de la persona, sólo desde el ojo del bisturí. Habrá que recordar que somos un conjunto de órganos finamente integrados que hacen un todo, lo cual nos abre el camino para convertir desde la mirada del maestro Hipócrates, lo referido a la ética médica, para que esta se convierta, en el cordón que amarre el sentido y significado de la razón de ser de la práctica profesional de las personas dedicadas a las ciencias de la salud. Necesario es entonces volver la mirada a la vida y a la salud, misión central, que corresponde al quehacer de cada uno de los médicos. Mi saludo fraternal a esa inmensidad de personas dedicadas a cuidar integralmente la salud del ser humano.

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