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MADRE

Antropos

Te he de recordar siempre
como un enorme río en la geografía del afecto,
hablaré de tus prodigios para reinventar la esperanza
y de cómo transformaste en espada tu lamento
la vez en que la muerte llegó a escasa distancia
inquiriendo por mis huesos;
siempre he de recordarte con esa bondad ciega que supo
darle crédito a nuestras ocurrencias,
pondré en primer término los besos con que abrías
la marcha de mis sueños.
Te he de recordar siempre como una tejedora de diálogos afables
para ojos apagados y corazones grises.

Francisco Morales Santos, poeta guatemalteco. Tomado del poema Madre, nosotros también somos historia

Madre es una palabra de alto significado humano. De ella nacemos y con ella crecemos. Nos ve reír y nos ve llorar. Nos amamanta con su pecho. Con sus brazos. Con sus besos. Nos amamanta con ese amor inefable que camina hacia el infinito.

Madre es la mujer que nos llevó en su vientre. Fue la primera sonrisa floreciente de alegría que encontramos al abrir los ojos. La que meció la cuna que nos vio crecer y quien nos acompañó durante toda nuestra vida.  Por ella también lloramos silenciosamente cuando ha partido hacia el firmamento.

Madres solteras. Madres campesinas. Madres indígenas. Madres proletarias. Madres adolescentes. Madres maestras. Madres trabajadoras. Madres de la casa que sufren con el sudor de su frente la inmensidad de tareas, limpiar, cocinar, lavar, enfrentar la insensates de maridos borrachos, violentos y agresivos o abrazar con amor a su amado cuando vuelve cansado del trabajo. Madres profesionales. Madres empresarias. Madres con dinero, que abrigan el cariño y afecto de ser madres.

Celebrar el día de las madres este diez de mayo, es algo que desde niños nos inculcaron nuestros maestros. Cada uno de nosotros recuerda como la escuela se engalanaba de fiesta. Junto a ellas, gozamos, comimos chucherías y tomamos frescos de horchata, tamarindo, rosa de Jamaica o limonada. Cantamos y recitamos poemas, porque nos impregnaban de la ternura de nuestras madres.

Los corredores de la escuela, recuerdo, se regaban de pino y su olor se llenaba de fragancia para recibir a las madres en su día. Papeles de china y de crepé, adornaban con múltiples colores de arcoíris, aulas y salón de actos, donde alumnos escogidos, nos arrullaban con sus cánticos, poemas o la voz sonora entonando una pieza oratoria dedicada a las madres.

Por los patios, corredores, aulas y salón de actos, de la escuela, se respiraba el aroma del amor a nuestras madres. Era el momento de abrazarlas con el corazón abierto.

Recordarlas hoy día, entonces, es patentar ese legado que nos heredaron. Están presentes como fuentes de gran inspiración para conducir nuestras vidas en sociedad, los valores de justicia, equidad, templanza, solidaridad, moralidad, respeto, y sobre todo, una gran dosis de afectividad y ternura para compartir con nuestros semejantes.  Hago mía, ahora más que nunca, las palabras de la filósofa Hanna Arendt, quien dijo que nada sobrevive “sin ser sostenido por una voluntad de vivir juntos… cuando este deseo se desvanece, todo se deshace muy rápidamente”.

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